Lo que ocurrió en vivo en A24 no fue una simple incomodidad televisiva, fue la radiografía de un gobierno que pierde el rumbo. Patricia Bullrich, ministra de Seguridad y emblema de la “antipolítica casta”, negó ante cámaras haber solicitado allanamientos contra periodistas como Jorge Rial, Mauro Federico y otros. Pero la mentira duró segundos: el propio periodista en el estudio le leyó, textual, la denuncia presentada por su cartera donde efectivamente se pide “ordenar allanamientos y secuestro” en los domicilios de los comunicadores. El gesto desesperado terminó en lágrimas transmitidas en directo, un recurso emotivo que no pudo tapar la evidencia escrita.
Este episodio expone la hipocresía y la desfachatez mediática de una ministra que pretende presentarse como garante de la República mientras activa herramientas de censura contra el periodismo. Con la misma liviandad con la que habla de complots internacionales, Bullrich intenta instalar la idea de que ciertos comunicadores “no son periodistas”, despojándolos de derechos básicos y justificando así el atropello judicial. Es un libreto peligroso: primero se descalifica, luego se criminaliza, finalmente se amordaza. Y todo bajo la fachada de lágrimas forzadas y frases vacías sobre la honestidad personal.
La gravedad es institucional. En lugar de esclarecer las denuncias de corrupción que involucran al propio oficialismo, se persigue a quienes difunden los audios y revelaciones incómodas. En vez de fortalecer la transparencia, se recurre al viejo método de matar al mensajero. Y lo más alarmante: se intenta naturalizar que la libertad de prensa es un privilegio que el poder concede o retira según su conveniencia.
La escena televisiva de Bullrich no es un lapsus: es un síntoma. Un gobierno que se dice libertario, pero que se derrumba entre escándalos de coimas, planes económicos inviables y ahora intentos de censura, muestra que el problema no son los periodistas, sino la verdad que los periodistas revelan. Las lágrimas hipócritas no borran las palabras firmadas en la denuncia: Patricia Bullrich pidió allanar a la prensa. Y en democracia, eso es inaceptable.