El riesgo país, uno de los indicadores más vigilados por los inversores internacionales y el gobierno argentino, acaba de romper una barrera clave al perforar los 1.200 puntos básicos, situándose en 1.188. Esta cifra marca un mínimo en cuatro años y ha generado un optimismo moderado en los mercados. Desde los 1.600 puntos que registró a principios de agosto, el descenso del indicador es visto como un respiro financiero que podría habilitar a la Argentina a acceder nuevamente al mercado voluntario de deuda.
El índice, elaborado por JP Morgan, es crucial para medir la confianza de los inversores en la capacidad de un país para cumplir con sus compromisos de deuda. El buen desempeño de los títulos públicos ha sido el principal impulsor de esta baja, además de la estabilización de algunas variables macroeconómicas. Sin embargo, este descenso no debe tomarse como un indicativo de que los problemas de fondo del país estén resueltos. Los mercados aún observan con cautela las políticas fiscales y monetarias del gobierno de Javier Milei y los desafíos estructurales que enfrenta la economía.
Para los analistas, la clave está en mantener esta tendencia y no revertirla con medidas populistas o falta de reformas profundas. En un país que depende tanto de la confianza externa, bajar el riesgo país significa no solo una mejora en las expectativas, sino también un menor costo de financiamiento para el gobierno y las empresas. Sin embargo, algunos expertos advierten que, si bien la caída es un paso positivo, la incertidumbre política y las tensiones con sectores opositores podrían frenar este avance si no se logra un consenso estable en el corto plazo.
Es claro que el Gobierno está capitalizando esta baja como un logro en su estrategia económica, aunque muchos señalan que queda un largo camino para asegurar la recuperación financiera del país. ¿Será suficiente este descenso para que Argentina recupere su credibilidad y vuelva a los mercados internacionales?