“El trueno que viene: refundar la democracia o ver morir la Nación”

“El trueno que viene: refundar la democracia o ver morir la Nación”

Por Jorge A. Lindon // En este exacto instante, mientras usted lee estas líneas, Argentina no solo transita una crisis económica, social y política, sino una encrucijada histórica de proporciones bíblicas. El griterío de los gobernadores retumba en las cúpulas del Congreso; desde las provincias reclaman lo que entienden justo: coparticipación automática de los ATN, respeto por los impuestos que recauda el interior profundo, y garantías de que la motosierra no se convierta en una guillotina sobre el federalismo. Desde la Nación, Javier Milei responde que cumple: que la plata se distribuye según lo estipulado, que lo que hay es lo que hay (Fuente: Argentina.gob.ar).

Pero mientras los burócratas se lanzan carpetazos en los pasillos de la política, abajo cruje un pueblo entero.


La guerra silenciosa: Nación vs Provincias

El proyecto de ley que impulsa la coparticipación “automática” de los ATN, acompañado por un frente heterogéneo de gobernadores (peronistas, radicales y aliados), revela el núcleo ardiente de esta disputa: la Nación concentra, pero no devuelve. Como bien lo expresó la diputada Carolina Moisés, “la plata es de las provincias”, y los impuestos los pagan los jujeños, catamarqueños, salteños y cientos de pueblos que ya no soportan ser los convidados de piedra del ajuste.

Pero desde el otro extremo, afines a Milei sostienen: «La inversión necesita reglas claras, no liderazgos eternos.» Y apunta contra provincias como Formosa —con 167 empleados públicos cada 100 privados— como ejemplo de atraso estructural, donde el Estado asfixia al emprendedor (Fuente: Damián Di Pace).

La confrontación es real. Pero el dilema no se resuelve por decreto ni con épica federalista. Se requiere algo más profundo: una reconstrucción integral del contrato democrático.


¿Y si el camino fuera otro?

Lo que ni Nación ni Provincias se atreven a admitir es que el sistema político argentino se encuentra obsoleto. La grieta ha fagocitado la verdad. Mileistas y antimileistas se lanzan acusaciones mutuas, pero la mayoría de los argentinos —ya sin banderas— están en crisis. Con un 70% de la población endeudada, sin salarios que cubran alquileres, sin retorno al mérito ni al esfuerzo, el modelo entero es un avión que vuela sin motor.

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Es hora de decirlo con todas las letras: el problema ya no es solo económico. Es de diseño. La democracia que heredamos del siglo XX no sirve para gobernar un país en el siglo XXI. Las decisiones llegan tarde. Las leyes se cocinan a fuego muerto. El Poder Judicial tiene velocidad de tortuga. Y el Ejecutivo, enloquecido por la urgencia, gobierna a golpe de hacha.

Mientras tanto, los científicos huyen, los docentes abandonan, los jóvenes se van, los empresarios se funden y los pobres se multiplican. En esta falsa discusión entre centralismo y federalismo, entre motosierra o subsidio, nos olvidamos de preguntarnos si no hay otra manera de hacer política.


La democracia de cuarta generación

Necesitamos un nuevo pacto. Una democracia 4.0, que no dependa de caudillos ni de salvadores, sino de tecnología, participación directa, deliberación digital, control ciudadano en tiempo real y eficiencia absoluta en la gestión pública. Una democracia que distribuya recursos con algoritmos transparentes, que escuche a todos los territorios sin necesidad de llantos ni lobbies, que ponga el bienestar por encima de la rosca y la estrategia electoral.

Porque lo que estamos viendo no es solo una crisis fiscal. Es el preludio de una disolución. Si no reaccionamos ahora, la grieta se convertirá en abismo. Y cuando ya no queden ni provincias ni Nación con capacidad de gobernar, ¿quién nos sacará del naufragio?


Hoy no gana nadie. No ganan los gobernadores que pelean por recursos mientras sostienen estructuras burocráticas sin rumbo. No gana Milei, que avanza con lógica de shock pero carece de tejido social que lo sostenga. No gana la oposición, perdida entre la nostalgia y la improvisación.

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Gana el que se anime a pensar otra Argentina. Gana el que plantee una nueva democracia. Gana el que mire al pueblo y diga: esto ya no va más, y tenga el coraje de inventar otra cosa.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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