El último golpe del Estado patrón: salarios congelados y economía agonizante en Jujuy

El último golpe del Estado patrón: salarios congelados y economía agonizante en Jujuy

En Jujuy, donde el superávit fiscal se alza como bandera oficialista, la otra cara de la moneda es un drama social que se agudiza. Según el informe de inversión presentado por el economista y diputado del PTS-FITU Gastón Remy, la provincia tuvo un superávit de $216.440 millones durante el ejercicio 2024, producto de un agresivo ajuste del gasto público, en particular sobre los salarios estatales y la obra pública. Mientras el gobierno se jacta de su “orden fiscal”, la realidad golpea con crudeza a los trabajadores y al conjunto de la economía regional.

Superávit a costa del ajuste

El informe revela que el gobierno ejecutó apenas el 89,2% de los fondos disponibles, reteniendo más de $171.000 millones. En salarios, se gastaron $735.656 millones de los $795.149 millones presupuestados. El aumento salarial fue del 46,3%, lejos del 54% de incremento de los ingresos provinciales frente a la inflación, y muy por debajo de la pérdida acumulada del 63,1% en 2023. Hoy, un salario mínimo estatal ronda los $550.000, cuando, según cálculos de Remy, podría alcanzar los $750.000 si se utilizaran los fondos acumulados.

Un Estado sin derrame

Jujuy es una economía de servicios que depende del gasto público. Al congelarse los salarios, no solo se afecta a los trabajadores estatales, sino a toda la cadena de consumo que dinamiza el circuito comercial, gastronómico y profesional. La motosierra aplicada desde la Casa de Gobierno no tiene el sello libertario, sino la necesidad de cubrir obligaciones como los bonos verdes emitidos en moneda extranjera, que implican una carga creciente en caso de una nueva devaluación. Se salvan las cuentas, pero se asfixia el presente de miles de familias.

La política del bolsillo cerrado

La paradoja más flagrante es que, mientras la provincia guarda más de $18.000 millones en efectivo y $397.000 millones en inversiones financieras, ofrece aumentos del 2% en paritarias, como la última propuesta al sector público. Esto desnuda un modelo de supervivencia política, donde la casta burocrática y sus redes de privilegio familiar —propias de un Estado palaciego— protegen su pellejo fiscal y político sacrificando al resto.

El fin del Estado cárcel

Frente a este modelo agotado, la figura de Javier Milei emerge con fuerza incluso en una provincia periférica como Jujuy. Su prédica de libertad sin Estado cala en sectores hartos del feudo radical, donde el “Estado presente” solo existe para cobrar impuestos, asignar cargos a parientes y sostener estructuras obsoletas. El Mileísmo, con todos sus excesos, ofrece una salida, un relato alternativo que seduce con la promesa de romper la telaraña de complicidades institucionales.

El desafío por venir

No hay aún una alternativa con peso territorial que canalice el descontento, pero la fractura está abierta. El Estado patrón, domesticador y de élites, se tambalea. Y aunque el mileísmo no parezca preparado para ocupar con solidez ese vacío en lo local, el deterioro del poder tradicional allana el camino para nuevas configuraciones políticas, sociales y culturales.

Jujuy asiste, acaso sin saberlo del todo, al ocaso de su vieja arquitectura estatal, en un clima social donde la promesa de libertad crece en proporción al hartazgo popular. Una transición está en marcha. El interrogante es si el relevo será democratizante o simplemente otro decorado para el mismo teatro de jerarquías.

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