Estados Unidos estornuda, el mundo tiembla… y Argentina se cae al abismo

Estados Unidos estornuda, el mundo tiembla… y Argentina se cae al abismo


La economía mundial arde y Argentina se encuentra en la primera línea del incendio sin manguera, sin casco, sin agua, y sin bomberos. La crisis financiera global se intensifica al ritmo de una tormenta perfecta desatada por Estados Unidos, con epicentro en la desestabilización del sistema monetario internacional y una cumbre del FMI atravesada por el caos interno del trumpismo recargado.

Mientras tanto, en Buenos Aires, la Casa Rosada espera el desembolso del FMI como un enfermo terminal que aguarda un trasplante de última hora, sin anestesia y con el quirófano colapsado. El escándalo cripto, la fuga de capitales, la falta de reservas y la pérdida de confianza total en el rumbo económico argentino colocan al país al borde de un colapso sin precedentes.

Trump incendia el FMI y Argentina desaparece de la agenda global

Donald Trump, que huele sangre en el agua electoral de su país, ha decidido dinamitar el orden multilateral, paralizando decisiones clave en organismos como el FMI y el Banco Mundial. Con la silla de Estados Unidos en el Fondo aún vacía, Argentina quedó huérfana de su principal padrino geopolítico. No hay voz que abogue por Buenos Aires, no hay interlocutor, no hay garantía, no hay plata.

Según reveló La Política Online, la negociación argentina con el FMI quedó relegada, desdibujada y trabada por completo. Las prioridades del Fondo ya no son nuestras. El riesgo país lo dice todo: se dispara como un termómetro en un paciente febril, sin antibióticos ni cuidados intensivos.

El experimento Milei-Caputo naufraga entre la fe ciega y el caos

El gobierno argentino apostó todo a una sola carta: dólares del FMI a cambio de un ajuste brutal, sin anestesia social ni compensación productiva. La motosierra prometía limpieza. Lo que dejó fue desolación. El superávit fiscal, vendido como trofeo libertario, se construyó sobre despidos, hambre, parálisis estatal y colapso del consumo. Y todo eso sin que el FMI haya girado un solo centavo más.

La lógica fue perversa: “primero ajustamos, después nos premian”. Pero ni premio ni reconocimiento, porque ahora ni siquiera hay Fondo. El escenario que se abre es de máxima inestabilidad cambiaria, presión sobre el tipo de cambio, default encubierto y, si no hay un volantazo, hiperinflación en cámara lenta.

El sistema político argentino: cómplice, cobarde y ausente

En este contexto terminal, la política argentina —toda— ha decidido mirar hacia otro lado. No hay un solo partido con capacidad de plantear un plan B, ni de exigir una renegociación soberana. Todos hablan del FMI, pero nadie se atreve a decir lo obvio: esa deuda es impagable, ilegítima y condicionante. Fue el FMI quien violó sus estatutos para prestarle a Macri 44 mil millones de dólares. Y es este mismo organismo el que hoy nos mantiene en coma financiero.

La responsabilidad es transversal. El Congreso ratificó el acuerdo con el Fondo como si fuera un trámite más, sin exigir auditoría, sin plantear límites, sin defensa del interés nacional. Y mientras tanto, las provincias revientan, los hospitales colapsan, las pymes cierran, los jubilados no llegan al medicamento, y los chicos dejan la escuela para ir al comedor.

¿Qué hacer cuando todo se cae? Volver a pensar el país

Este modelo ya fracasó. El ajuste no trae dólares. El Fondo no aparece. Y los mercados están empezando a apostar contra Argentina como lo hicieron en 2001. Hay que decirlo claro: estamos al borde de otro estallido. Y esta vez, no habrá nadie para socorrernos.

Frente a este panorama desolador, la única salida es política y geopolítica. Hay que reconstruir soberanía. Buscar acuerdos con los BRICS, volver al MERCOSUR como espacio real de integración, reabrir negociaciones con China, con el Sur Global. Estados Unidos ya demostró que solo le interesa usar a Argentina como peón de su guerra fría financiera contra Beijing. No somos prioridad, somos descarte.

Y si no hay voluntad internacional de asistencia, entonces que hable el pueblo argentino. Porque una nación que no puede decidir sobre su moneda, su economía y su futuro, no es una nación: es una colonia sin bandera.

O despertamos, o desaparecemos

El país se cae, y la dirigencia política elige el silencio. Las clases medias siguen creyendo que la solución vendrá “de afuera”, como si el FMI fuera una ONG. Los ricos fugan, los pobres resisten, y el Estado se esfuma entre Excel, bots y slogans de Instagram.

Pero todavía hay una chispa. La misma que encendió rebeliones históricas, planes de desarrollo, economías regionales, cooperativas, ciencia nacional, soberanía energética. Solo falta decisión. Y un liderazgo que no le tema al conflicto, porque lo que está en juego no es un ciclo económico: es la existencia misma del país.



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