Redacción Perico Noticias // Europa ha pasado del orgullo imperial a la sumisión estratégica, del colonialismo a la dependencia, de la Guerra Fría al letargo geopolítico. Hoy, la Vieja Señora se encuentra atrapada entre su propia decadencia y la brutal reconfiguración del tablero mundial, donde Estados Unidos, con Donald Trump nuevamente en la Casa Blanca, no oculta su intención de subordinar al continente europeo a sus intereses estratégicos y económicos.
Las recientes declaraciones de analistas y expertos europeos evidencian una realidad que Bruselas ha tratado de disimular por años: Europa ha sido reducida a un apéndice de Washington, un continente carente de autonomía real, donde incluso el proyecto de la Unión Europea podría estar en riesgo si no redefine su papel en la geopolítica global. La narrativa de una Europa fuerte y unida se desmorona ante la presión de EE.UU., que utiliza la OTAN, el comercio y hasta el territorio europeo como piezas de su gran juego hegemónico.
Trump pisa fuerte y Europa tambalea
La sombra de Trump sobre Europa ya no es una amenaza, es una realidad. Su discurso frontal y sin filtros deja claro que el Viejo Continente debe alinearse con los intereses de Washington o enfrentarse a una erosión total de su soberanía.
Eduardo Irastorza, profesor de la OBS Business School, advierte que «Trump está pisoteando a Europa. Tenemos que proteger nuestra soberanía». Y no es para menos: la administración estadounidense ha demostrado que no le interesa la fragilidad política de Bruselas, ni la identidad estratégica europea. Lo único que importa es fortalecer el poderío norteamericano, incluso si eso significa relegar a Europa a un papel secundario en la geopolítica global.
La amenaza estadounidense ya no es solo económica, sino territorial. Trump ha insinuado su interés en Groenlandia, lo que, para analistas como Emiliano García Coso, deja en evidencia que Europa debe moverse rápido hacia la consolidación de un ejército propio, sin depender de Washington. Si la Unión Europea quiere evitar convertirse en una marioneta geopolítica, debe construir su propia capacidad defensiva y asumir un rol más independiente en los conflictos internacionales.
Armando Jiménez va más allá: «Trump está amenazando a sus aliados con quedarse con parte de su territorio». Esto ya no es solo una discusión sobre soberanía económica, sino sobre el futuro territorial del continente. Washington, bajo la doctrina Trump, no ve aliados, ve recursos, bases estratégicas y zonas de influencia, lo que obliga a Europa a redefinir su posición antes de quedar completamente subordinada a la lógica expansionista de EE.UU.
Mercosur y América Latina: ¿Europa podrá sostener su compromiso?
Mientras Europa intenta protegerse del avance estadounidense, América Latina observa con incertidumbre el futuro de su relación con la UE, especialmente después del reciente acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea. Este pacto, que en teoría debería fortalecer los lazos comerciales entre ambos bloques, corre el riesgo de quedar en el aire si Bruselas sigue atrapada en su crisis existencial y en su lucha interna por liberarse del dominio de Washington.
Los términos del acuerdo Mercosur-UE fueron negociados bajo una Europa con mayores grados de autonomía estratégica. Sin embargo, si el Viejo Continente sucumbe aún más a la tutela estadounidense, es probable que las prioridades comerciales de la UE se reconfiguren para alinearse con los intereses de la Casa Blanca. Esto podría debilitar el pacto con Sudamérica, limitar las inversiones en la región y favorecer una agenda dictada por EE.UU., donde América Latina vuelva a ser vista como un patio trasero de recursos sin influencia en la toma de decisiones globales.
Para América Latina, esto es un llamado de alerta. Si la Unión Europea pierde su capacidad de maniobra frente a Washington, los acuerdos comerciales con el Mercosur podrían volverse más frágiles, más condicionados y menos favorables para la región. En otras palabras, lo que parecía una oportunidad de integración económica podría convertirse en una relación desequilibrada, donde las exigencias de EE.UU. pesen más que los intereses reales de los países sudamericanos.
El dilema europeo: ser un actor global o un simple satélite de EE.UU.
El mundo está entrando en una nueva era de polarización, donde las grandes potencias buscan redefinir su influencia en el tablero geopolítico. China avanza con su estrategia de expansión económica, Rusia mantiene su pulso en el conflicto ucraniano, y Estados Unidos refuerza su control sobre sus “aliados” más vulnerables.
En este contexto, Europa enfrenta su prueba de fuego: o asume un rol protagónico en la política mundial con soberanía real, o se resigna a ser una extensión de Washington, sin voz propia ni capacidad de decisión.
El discurso europeo de autonomía estratégica ha sido poco más que retórica vacía. Si realmente quiere evitar el colapso de su influencia global, Bruselas debe actuar con determinación, crear su propio sistema de defensa, proteger sus intereses económicos y garantizar que su agenda no sea dictada por Washington.
Si Europa sigue dependiendo de EE.UU. para su seguridad, su comercio y su política exterior, su destino será claro: será una entidad política desnutrida, una Vieja Señora sin fuerzas para sostener su propia independencia.
El tiempo corre. Y Europa debe decidir si quiere ser protagonista o solo una pieza más en el ajedrez geopolítico de Estados Unidos.