Europa tendrá que aprender a vivir con el peligro de atentados terroristas.

 Europa tendrá que aprender a vivir con el peligro de atentados terroristas.

Víctimas inocentes, soldados en trajes de combate, tanques y pánico. Bruselas, golpeada por el terrorismo; Europa, conmocionada. Puede ser que, en vista de la violencia de estas imágenes tengamos la sensación de estar en medio de una “guerra”, ya que se nos esfuma la sensación de seguridad y cada vez más civiles son víctimas de estos ataques.

Después de los horrores inenarrables de la II Guerra Mundial, Alemania y Europa vivieron un tiempo de paz casi único. ¿Ha llegado a su fin? ¿Nos estamos acostumbrando imperceptiblemente a las noticias urgentes, al terrorismo y la muerte? Esta vez fue en Bruselas…

Los terroristas de París, Bruselas, Bamako, Ankara y donde quiera que fuese son y serán terroristas. Apuntan contra las seguridades personales y sociales, los valores y la tolerancia, y también la libertad. La libertad de toda religión y la libertad de profesar una religión, distintas religiones. Todo eso es lo que caracteriza en el mejor sentido a Occidente. Y justamente por eso, el terrorismo es también un desafío para Occidente, una prueba de fuego. Esto somete a prueba nuestros valores, y también nuestro concepto de una sociedad libre, cuya libertad incluye la seguridad, pero que a la que no le basta solo con ella.

Entre el desenfado y la negligencia

En medio de este panorama van mutando algunas certezas. Los conflictos actuales ya no corresponden al orden conocido de siglos anteriores. Hay guerras inexplicables, asimétricas e híbridas. Y los criminales de la organización terrorista Estado Islámico se bautizaron a sí mismos con ese nombre para desafiar y atacar como Estado a otros Estados o comunidades de Estados. Pero yo no les declaré la guerra. Y mi país tampoco.

Además, tengo derecho a esperar que mi país y otros países tomen medidas para combatirlos en el marco del orden político establecido. Sí, seguramente habrá muchos aspectos de seguridad interna que serán cuestionados por eso. Y el debate político debe servir para enfrentar con honestidad esos planteos. Solo un ejemplo: en vuelo interno dentro de Alemania no se me pide ni en el mostrador ni al subir al avión un solo documento de identidad. Esto sucedió hace pocos meses. Antes, algo así nos parecía desenfadado; hoy quizás parezca negligente.

Lo que queda: nuestra actitud

Esto es lo que me dijo un amigo de Bruselas, que luego del ataque en el metro tuvo que prestar primeros auxilios, con espantoso dolor: «Esto nos deja sin habla e impotentes». Nunca nos acostumbraremos a esas imágenes. El camino hacia el lugar de trabajo de todas las mañanas no es el camino hacia el frente de guerra. Y la lucha decidida contra el terrorismo no se convertirá en una guerra. Los atentados cambiarán nuestras vidas y también pondrán en cuestión nuestros sobreentendidos. Pero no debemos permitir que destruyan nuestra postura fundamental ni que nos impidan defender la libertad, ese bien excelso y frágil.

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Christoph Strack, de DW.
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