Explosión en cámara lenta: el dólar se dispara, la economía implosiona y octubre ya huele a default político

Explosión en cámara lenta: el dólar se dispara, la economía implosiona y octubre ya huele a default político

El dólar volvió a volar, pero esta vez no fue por casualidad. Ni por “culpa de Villarruel”, ni por las delirantes teorías de complot que esgrimen desde la Casa Rosada, culpando a Stiglitz, al Banco Galicia o a la CIA. Esta vez, el desborde del tipo de cambio es la señal más clara de que el plan Milei entró en fase terminal. No explotó en una sola vez: implosionó de a poco, en cuotas, como la Argentina de a pie que se funde en silencio.

Desde que salió del cepo, el dólar pasó de $1.090 a $1.380. Una devaluación encubierta del 27% en apenas semanas, disfrazada de mercado libre, pero sostenida artificialmente con tasas de interés demenciales y operaciones de dólar futuro que drenaron las arcas públicas para beneficio de pocos –entre ellos, el propio Caputo. El ministro que vino a salvarnos de la casta terminó comprando el país a precio de remate, con el aval del FMI.

El miércoles el Congreso vota leyes clave: presupuesto, Garrahan, CONICET, universidades, subsidios. Milei exige que se corten. Que se niegue la comida, la investigación y la salud en nombre del “déficit cero” mientras gasta seis billones por mes en intereses. Los legisladores deberán decidir si acompañan hasta la puerta del cementerio… o si entran con él. Si lo hacen, pueden perder su reelección en octubre. Y lo saben.

La economía real ya no aguanta. Las empresas bajan persianas, los comercios suspenden entregas porque no hay precio de referencia. El consumo se desploma y los gastronómicos del interior —como los de Jujuy, Salta, La Rioja— reportan el peor invierno en décadas. Las vacaciones no levantaron ni una copa. Ni turismo, ni reservas, ni clientes. Solo angustia. Solo soledad. Solo un Estado que dejó de estar.

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Y mientras tanto, el dólar sube. Porque el plan se cayó. Porque la política le dio la espalda. Porque ya nadie cree en el libreto de Milei. El relato de la motosierra se quedó sin filo y sin combustible. Ya no hay épica ni temor. Solo desesperación.

La profecía autocumplida: ajuste, caída y más ajuste

El mercado no es tonto. Ve venir una derrota electoral, y se cubre. Esa cobertura alimenta la suba del dólar. Y la suba del dólar, a su vez, se traslada a los precios. La inflación vuelve a acelerarse. Los autos ya subieron 9%, los alimentos otro tanto. El aceite, dolarizado, corrige al instante. El círculo vicioso ya está en marcha: dólar, precios, encuestas, derrota, dólar.

En el fondo, Milei sabe que perdió el control. Por eso llora en cadena nacional. Por eso improvisa excusas. Por eso echa culpas al aire. Pero lo que no puede tapar es que la única variable que sostenía su credibilidad —la inflación— se quebró. Su estrategia era simple: congelar el dólar, aniquilar el consumo y resistir hasta octubre. Pero se quedó sin tiempo, sin plata y sin aliados.

Hoy la pregunta no es si el modelo fracasa. Ya fracasó. La verdadera duda es: ¿quién recoge los escombros? ¿Qué sistema político se levanta de las ruinas? ¿Qué parte del peronismo, del radicalismo o de las nuevas coaliciones puede construir algo después del incendio?

El riesgo ahora no es la izquierda ni el kirchnerismo. El verdadero riesgo es que la derecha que vino a barrer con todo, termine dejando una sociedad quebrada, sin moneda, sin industria y sin esperanza. El escenario está listo: caída de reservas, suba de tarifas o subsidios, presión del Fondo, espionaje interno, hambre y malestar.

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Todo eso a menos de 60 días de las elecciones.

Argentina está entrando en una zona de derrumbe lento pero irreversible. Ya no se trata de crisis: se trata de colapso. El dólar habla y lo que grita es que este experimento libertario se terminó.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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