Editorial política – Perico Noticias
El estado republicano utópico que nunca fue
En Jujuy, hablar de división de poderes es como invocar una fábula. Las instituciones hace años que operan como piezas de una maquinaria oxidada donde la Justicia responde a los mandatos del Ejecutivo, y el Legislativo se limita a firmar lo que le ordenan. Los gobernadores, sean del PJ o la UCR, han alternado en el poder con la misma lógica de un patrón de estancia: distribuir castigos, favores y contratos.
El estado republicano de Jujuy es una utopía. Lo que existe es un feudo aristocrático, donde los poderosos rotan, pero jamás se renuevan. Y donde cada nuevo actor que promete romper con la “casta”, como los libertarios de La Libertad Avanza (LLA), no representan una alternativa, sino una fractura del mismo espejo sucio. Una casta quebrada, enfrentada consigo misma, en una lucha salvaje por conservar privilegios. Sin propuestas, sin equipos, sin visión.
Ni infraestructura ni esperanza: la trampa estructural de Jujuy
Jujuy vive de espaldas al siglo XXI. No hay conectividad vial moderna, ni red ferroviaria, ni política integral de agua potable o energía sustentable más allá de discursos exportables para convenios con China. Los pueblos del interior profundo siguen aislados. El aparato estatal es un elefante herido que sostiene a miles de familias empobrecidas. Y la empresa privada no existe con volumen suficiente como para soportar la motosierra nacional que ya mutila presupuestos.
Decir que Jujuy se «desanda en semanas» no es una metáfora, es un diagnóstico. Si el Estado provincial se apaga, no hay red que sostenga la economía. Porque el 70% de la actividad depende directa o indirectamente del Estado. Las finanzas son débiles, la producción está fragmentada y los jóvenes emigran en silencio.
El regreso del señor feudal
En este contexto desolador, el rumor que retumba como un tambor de guerra es el de Gerardo Morales preparando su regreso. El mismo Morales que tuvo su momento de lucidez cuando definió a Javier Milei como un “desquiciado”. Un juicio certero, pero que se le volvió en contra: Milei, hoy presidente, lo trata de “zurdo” y lo asocia al kirchnerismo como insulto. Irónicamente, esa condena libertaria podría ser el punto de partida de su resurrección política.
Porque en política, ser el enemigo declarado de Milei puede otorgar sentido a lo que no lo tenía. Morales, que ostenta récords de imagen negativa y múltiples frentes judiciales, ahora podría invocar el fantasma del anti-mileísmo para reunir bajo su ala a radicales desnutridos, peronistas en terapia intensiva, y aliados desgastados. No por ideología, sino por necesidad.
Pero que nadie se engañe: no lo mueve la patria, lo mueven los fueros. Sus ambiciones personales se entrelazan con una mega causa judicial que lo acecha. Y para blindarse, necesita sumar adhesiones a toda costa. Por eso, la elevación a juicio oral de ex intendentes no busca justicia, sino disciplinamiento. Es el látigo que agita sobre los punteros, para que nadie olvide quién reparte el castigo y el indulto.
El nuevo campo de batalla: octubre
Las elecciones de octubre son un plebiscito del modelo Milei. El libertarismo parte como favorito, amparado en el voto bronca, el desencanto total con la política tradicional y el marketing del odio. Enfrente, un archipiélago de partidos maltrechos intenta articular una alquimia de último momento, con Morales como improbable alquimista.
El radicalismo está golpeado, sin narrativa ni mística. El peronismo jujeño, aún más extraviado, lleva años sin conectar con su base social. La izquierda, única fuerza antimileísta por convicción y no por cálculo, podría capitalizar el vacío si logra dejar de hablar solo para sí misma.
Todo está en movimiento, pero nada cambia el fondo del drama jujeño: una sociedad abandonada a la suerte de feudos políticos que se disputan la ruina.
¿Qué Jujuy asoma? ¿El del caudillo eterno o el del pueblo despierto?
Lo que se plebiscita en octubre no es solo el ajuste libertario, sino la continuidad de un modelo aristocrático de poder. Morales quiere regresar no para transformar, sino para sobrevivir. Milei quiere arrasar con todo, pero no entiende el frágil equilibrio de provincias como Jujuy. Y los libertarios locales solo desean ocupar cargos, no ejercer transformaciones.
En el medio, la gente elige entre el látigo de ayer y la motosierra de hoy.
Pero tal vez, solo tal vez, emerja una tercera opción: la reacción ética del pueblo, una ciudadanía que deje de legitimar por inercia, que vote con memoria y no con rabia, que exija representación real y no pactos reciclados. Esa sería la verdadera revolución. No de nombres, sino de conciencia.