El domingo 18 de mayo de 2025 no solo marcó la entronización de un nuevo pontífice, sino también el inicio de un ciclo de profundas implicancias geopolíticas globales. La llegada de León XIV al trono de Pedro en medio de una crisis civilizatoria plantea un reacomodamiento de las fuerzas blandas en el tablero internacional. Desde el corazón del Vaticano, el primer Papa latinoamericano-estadounidense se convierte no solo en jefe espiritual de 1.300 millones de católicos, sino también en un actor relevante dentro del nuevo orden multipolar en gestación.
Una figura bisagra entre continentes
Nacido en Perú y nacionalizado estadounidense, León XIV representa simbólicamente una síntesis de mundos: el Sur global y el poder imperial, la fe de los pueblos y la maquinaria institucional del catolicismo romano. Este origen dual permite a León XIV operar como mediador entre los márgenes y el centro, tendiendo puentes en tiempos de polarización, guerras tecnológicas, devastación ambiental y profundización de las desigualdades globales.
El pontífice llega a Roma con un perfil conciliador pero con fuerte impronta progresista, heredero de las encíclicas sociales de Francisco y del reformismo latinoamericano, pero también consciente de la necesidad de hablarle a una Europa agnóstica, a una Asia pujante y a un África desplazada. Su primer mensaje desde la Plaza San Pedro no solo fue religioso: fue político, fue estratégico, fue geopolítico. León XIV propuso la unidad ante la fragmentación, el diálogo ante el odio, la reconciliación ante el dogma.
La Santa Sede, actor clave en un mundo inestable
En plena reorganización del orden mundial, el Vaticano emerge una vez más como un actor clave del poder blando. Desde la diplomacia vaticana, que se mueve con siglos de experiencia entre cancillerías y conflictos, hasta la influencia territorial de la Iglesia en América Latina, África y el sudeste asiático, la Santa Sede ejerce una gravitación única. No se trata de poder económico o militar: se trata de poder simbólico, ético, cultural.
El ascenso de León XIV coincide con un mundo fracturado: el ascenso de la inteligencia artificial como herramienta de manipulación política, la fragmentación de Occidente frente a Rusia y China, y un nuevo ciclo migratorio producto de guerras climáticas. En ese marco, el mensaje de un Papa nacido en el Sur global, que habla de los márgenes, de la dignidad de los pueblos, de la ética del cuidado y la defensa de la paz, tensiona las narrativas de los centros imperiales.
EE.UU. y China observan atentos
No es casualidad que la entronización de León XIV haya reunido a emisarios de casi todas las grandes potencias. Estados Unidos, representado por el vicepresidente J.D. Vance, saludó la llegada de un Papa que puede ayudar a reordenar los lazos espirituales de una América Latina cada vez más inestable. China, en tanto, observa con cuidado la capacidad de movilización del Vaticano en regiones donde el cristianismo crece por fuera del control estatal.
En la disputa por la hegemonía global, la Iglesia católica conserva un activo inestimable: la fe organizada y el poder de convocatoria espiritual. El papado de León XIV, con su impronta austera, mestiza y combativa, podría convertirse en un vector de influencia política indirecta, como ya lo fuera Juan Pablo II frente al comunismo, o Francisco frente al capitalismo desalmado.
¿Un nuevo Vaticano para un nuevo mundo?
El propio uso del nuevo “papamóvil eléctrico” Trax en su primera misa, las referencias a la tecnología, a la ecología y a la ética del algoritmo en sus primeras declaraciones, demuestran que este pontífice no viene solo a hablar de fe, sino a intervenir en los desafíos del siglo XXI. En un mundo donde las democracias tiemblan y los populismos avanzan, León XIV parece querer reencantar la política desde un lugar que no compite por votos, pero sí por corazones.
Su elección representa también un mensaje para los pueblos empobrecidos del mundo: que la espiritualidad sigue siendo una trinchera de resistencia y un espacio de construcción de sentido frente al cinismo global.
Argentina, ¿escucha el llamado?
Para América Latina y, en particular, para Argentina, el nuevo pontífice representa también una interpelación. En tiempos de ajuste, fragmentación institucional y deshumanización de las políticas públicas, León XIV nos recuerda que la dignidad humana no es una variable de ajuste, y que desde las periferias también se puede alumbrar un nuevo mundo.
El Papa del Sur ya camina por Roma. Y el mundo lo mira.