Giro discursivo de Cristina: menos foco en el ajuste económico de Macri, más en temas pro derechos humanos

 Giro discursivo de Cristina: menos foco en el ajuste económico de Macri, más en temas pro derechos humanos
La ex mandataria se muestra convencida de que todo lo que no se haya logrado en las PASO con el discurso centrado en la economía, no podrá lograrse en las legislativas. Menos aún, con estadísticas auspiciosas para el Gobierno. ¿Cuál es el perfil de votante al que ahora le apunta?.

Cristina Kirchner está dispuesta a dar un «volantazo» en su estrategia.

No sólo lo desea, sino que lo considera una cuestión de supervivencia política. Este viraje quedó reflejado en su demorado discurso de festejo por su ajustada victoria en las PASO.

Concretamente, sabe que el discurso que apunta exclusivamente al costo social del ajuste macrista ya dio todo lo que podía dar.

Si bien le alcanzó para ganarle por cinco décimas a Esteban Bullrich, ella sabe, mejor que nadie, que no será suficiente para imponerse en octubre.

Mucho menos para volver a generar una corriente política que pueda desafiar al macrismo.

Acaso Cristina haya recordado sus propias palabras cuando, en su rol de Presidenta, solía burlarse de quienes creen que la economía determina a la política y no al revés. 

«Es la política, pavotes«, había dicho en 2014, a modo de reformulación de la famosa frase que se había popularizado en la década de los ’90 en la campaña presidencial de Bill Clinton.

No por casualidad, en el acto de La Plata, antes de pronunciar su «buenas tardes a todos y a todas», quiso que su primer mensaje fuera no verbal: en silencio, parada en el centro del escenario, mostró a la concurrencia un cartel con el rostro de Santiago Maldonado.

Si el encuentro hubiese terminado en ese mismo momento, ya habría sido suficiente para entender cuál es su diagnóstico y el viraje que decidió: basta del bajo perfil y de centrar la alocución en «gente de carne y hueso» que cuenta cómo los ajustes tarifarios les complicó la vida.

En esa dirección, cree que llegó la hora de que sus discursos estén más enfocados en temas políticos, desempolvando para ello el viejo perfil «setentista» con eje en los derechos humanos.

La estrategia de Cristina -que apunta a no centrarse exclusivamente en la agenda económica- deja en claro además que el país transita un nuevo sendero, lo que justifica el cambio de tono para su nueva «campaña ciudadana».

Hacer foco en la caída del nivel de actividad, en el empleo y consumo le alcanzó para ganar en las PASO.

Pero ahora, con indicadores que comienzan a jugar a favor del Gobierno, machacar sobre estos temas no le garantiza la victoria en octubre.

Incluso le planteó a su militancia la advertencia sobre caer en exitismos. Es que las cinco décimas que la distanciaron de Esteban Bullrich están bien lejos de la diferencia de 10 puntos que le habían prometido los estrategas en su bunker de campaña.

La conclusión de CFK es clara: todo lo que no se haya logrado en las PASO con el discurso centrado en la economía, no podrá lograrse en las legislativas. Menos aún con estadísticas más auspiciosas para el Gobierno.

En simultáneo con sus alocuciones, se supo que la construcción ahora crece a un ritmo anualizado de 20% y que la castigada industria completó tres meses consecutivos de crecimiento, a una tasa en torno al 6%.

También las cifras de recaudación, consumo y empleo -tres de los ejes preferidos del discurso kirchnerista- comenzaron a mostrar resultados alentadores para el macrismo.

Del análisis de politólogos sobre lo ocurrido en provincia de Buenos Aires se desprende que Cambiemos obtuvo mejores resultados de lo esperado en zonas de bajo nivel socioeconómico, en las que se suponía que el peronismo era inexpugnable.

«Ahora se habla incluso de rebelión antipopulista, de una nueva competencia electoral en los barrios más pobres del Conurbano», afirma Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones políticas.

«Si Macri sigue defendiendo con buen tino la posición que conquistó en el centro político (hasta aquí su principal logro) y se impone la tesis de Vidal de que todos los votos están en disputa, esos cambios pueden avanzar», añade.

La gobernadora está convencida de que «no hay santuario ni núcleo duro que resistan las abundantes evidencias de que el peronismo, para los pobres, equivalió a resignación«.

En este sentido, los analistas empiezan a advertir un cambio de tendencia: en los bolsones de pobreza y marginación, no necesariamente el voto es peronista, sino que tiende a ser oficialista, sea quien fuere quien gobierne.

Es por eso que el macrismo cree que la clave para ganar en octubre pasa por convencer a quienes no votaron en las PASO, en su mayoría personas que les importa poco la política y se sienten marginadas de la sociedad.

El oficialismo entiende que haciendo foco en ese segmento puede hacerse de varios puntos de cara a octubre, ya que la concurrencia fue de un 73% del padrón en la provincia, mientras que hace dos años había sido del 80%.

La apelación a la «clase media republicana»
Este nuevo escenario encuentra a Macri acompañando a Vidal en sus recorridas por el conurbano profundo, y a Cristina volviendo a mirar a la clase media, la misma con la que estuvo enfrentada durante aquellos años de «cacerolazos», cepo y discursos agresivos.

Por lo pronto, la defensa de los derechos humanos es la veta que encontró para dar esta batalla electoral. 

Más aun luego de haber constatado que Macri, con el 35% de votos que logró a nivel nacional, tuvo la habilidad de perforar el techo histórico del 20% que siempre tuvo la «derecha liberal» en la Argentina.

Mediante su alianza con Elisa Carrió y la UCR, el Presidente demostró que pudo captar a un electorado que se ve a sí mismo como socialdemócrata, respetuoso de los derechos humanos y heredero de los postulados históricos de Raúl Alfonsín.

Es a esa gente a quien apela la campaña política de Cristina por Santiago Maldonado. Es decir, su mensaje no pretende una defensa de lo que fue la gestión kirchnerista sino a plantar una duda: si es compatible admirar a Alfonsín y, al mismo tiempo, votar a Macri.

No por casualidad, en estos días se habla tanto sobre la dictadura militar, no por casualidad el diario Página 12 tituló «30.001» al día siguiente en que la causa Maldonado fuera caratulada como «desaparición forzada».

La estrategia de comparaciones K es clara: si Santiago Maldonado es igual a los desaparecidos de la dictadura entonces, por «propiedad transitiva», Macri es igual a Videla.

De hecho, esa fue la comparación que hizo enojar Patricia Bullrich, quien se retiró de una reunión con dirigentes de organismos por los derechos humanos.

Por ahora, queda en el terreno de las incógnitas si la nueva estrategia será efectiva y si el electorado de Macri puede llegar a sufrir una erosión entre los votantes de centro.

En principio, no parece que sea la situación: dentro de la dinámica de polarización, las opciones de un «Cambiemos progre«, como el que lidera Martín Lousteau, no han logrado hacer pie.

Más bien, hasta ahora la confrontación respecto de la desaparición de Maldonado, de su uso proselitista y de todo el debate sobre los pueblos originarios parece solamente reforzar las posturas previas de las respectivas «minorías intensas».

No obstante, Cristina ha decidido profundizar esa línea en la esperanza de que -si no logra debilitar la base electoral macrista-, al menos pueda ser el centro gravitatorio del panperonismo que se muestra disperso.

En ese esfuerzo, hasta tuvo la extrañeza de dejar un velado elogio para Hugo Moyano, su enemigo de todas las horas durante su segundo mandato.

Macri festeja el nuevo escenario
El otro factor extraño en esta campaña electoral es que el macrismo parece haber tomado como una buena noticia el resultado de las PASO en la provincia de Buenos Aires.

Primero, naturalmente, por lo exiguo de la ventaja, que pone en duda la creencia de que la provincia es territorio inexpugnable del peronismo.

Pero, sobre todo, porque una Cristina Kirchner fuerte le resulta muy funcional: mientras ella represente un riesgo, mientras su vuelta sea algo posible, entonces sostendrá su principal activo político.

Si, por el contrario, la ex presidenta se diluye, deja de existir el miedo a que una «vía chavista» avance sobre el país. Y allí es donde puede surgir la fisura interna de Cambiemos.

Después de todo, el macrismo es también un espacio muy heterogéneo, en el que conviven ex votantes de la Alianza con público que, por ejemplo, escucha a Baby Etchecopar y reclama «mano dura».

A Macri lo apoyan economistas liberales que piden política de shock y también una amplia clase media que no quiere ver caer su estilo de vida.

¿Qué es lo que mantiene unido a todos estos votantes?: el terror al kirchnerismo.

Esto ya quedó demostrado en la marcha del 1 de abril de apoyo al Gobierno, que recién tomó fuerza cuando militantes exhibieron helicópteros de cartón durante los actos del 24 de marzo.

El tiempo dirá si la utilización proselitista del caso Maldonado tendrá un efecto parecido. Algún síntoma de indignación en la clase media ya se está viendo, a raíz del abordaje de CTERA con los alumnos de primaria.

Pero, en definitiva, todo dependerá de la resolución que tenga el caso y del grado de responsabilidad que se pruebe sobre el accionar de la Gendarmería.

Lo cierto es que, hoy por hoy, la situación luce paradójica: mientras Cristina Kirchner apela a la clase media y habla de valores republicanos, Macri apunta de lleno a la agenda social.

Prueba de esto último fue la expresiva frase que el Presidente pronunció en un acto reciente en Florencio Varela: «No estamos acá para lograr la supervivencia de los que están en la pobreza, sino para liberarlos de ella, para darles las herramientas para que puedan crecer, porque no son pobres sino que están pobres«.

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