En tiempos de humillación diplomática y subordinación ideológica, algunos gobernadores han decidido no arrodillarse. Axel Kicillof, desde Buenos Aires, y Ricardo Quintela, desde La Rioja, han rechazado públicamente reunirse con el embajador norteamericano Marc Stanley, quien recorre el país exigiendo obediencia geopolítica y presionando para que Argentina rompa sus vínculos estratégicos con la República Popular China.
Lo que está en juego no es una visita protocolar ni una reunión diplomática cualquiera. Lo que se dirime es si los gobernadores de nuestro país están dispuestos a entregar soberanía productiva, tecnológica y comercial, a cambio de una sonrisa cómplice de la embajada. Y Kicillof y Quintela han dicho que no. Con dignidad, con memoria, y con visión histórica.
Pero no están solos. En silencio o en declaraciones cautas, al menos seis mandatarios provinciales han comenzado a construir una red de resistencia frente a la presión norteamericana, defendiendo los acuerdos bilaterales y multilaterales con China en materia de infraestructura, minería, litio, energía y financiamiento. Gobernadores del Norte Grande y de la Patagonia, conscientes de que su desarrollo no puede depender de los vaivenes ideológicos de Washington, empiezan a delinear una política exterior federal desde las provincias.
El Norte mira al Este: ¿y la Nación?
Mientras la Canciller Mondino desarma el vínculo con China por encargo del Departamento de Estado, mientras Milei delira con cerrar relaciones con el segundo socio comercial de Argentina, las provincias sostienen en la práctica la diplomacia de los pueblos y la cooperación sur-sur. No por ideología, sino por necesidad. Porque las inversiones chinas en trenes, paneles solares, caminos, tecnología y hospitales han llegado donde el capital occidental nunca quiso ni podrá llegar.
En Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja, los parques solares, las rutas mineras y los proyectos de litio con socios chinos ya no son anuncios: son realidades. Cortar esos lazos sería dinamitar la única alternativa seria de desarrollo autónomo que queda en pie en muchas regiones.
Un embajador demasiado cómodo
Marc Stanley no es un diplomático clásico. Actúa como virrey itinerante, interviene en la política doméstica con total impunidad, opina sobre leyes argentinas, emite juicios sobre jueces y ministros, y presiona a legisladores como si fuera jefe de bloque. Pero esta vez encontró un límite. No todos los gobernadores están dispuestos a ser parte del juego de Washington contra China.
La negativa de Kicillof y Quintela es un gesto valiente y profundamente democrático. No se trata de alinearse con nadie, sino de defender la soberanía de decidir con quién comerciamos, qué infraestructura necesitamos y qué modelo de desarrollo queremos.
La hora de los gobernadores
Mientras Milei se lanza a la utopía libertaria dictada desde Miami, las provincias empiezan a construir su propio modelo de relaciones internacionales, priorizando lo concreto sobre lo ideológico, la producción sobre la especulación, la cooperación sobre la subordinación.
Es tiempo de que más gobernadores se sumen a este frente federal por la soberanía internacional, que no niega a nadie, pero tampoco se entrega a nadie. Ni al embajador norteamericano ni a sus planes de bloqueo geopolítico.
Argentina necesita relaciones abiertas, múltiples y beneficiosas. La nueva multipolaridad no se negocia en embajadas, se construye desde abajo, con gobernadores que se plantan, con pueblos que recuerdan, y con dirigentes que no se venden.