El Gobierno ya no tiene margen para nuevas “equivocaciones”

 El Gobierno ya no tiene margen para nuevas “equivocaciones”
Por José Angel Di Mauro. Los “errores no forzados” fueron una característica del gobierno este verano. En la conferencia de prensa el Presidente se confesó “falible” al anunciar dos rectificaciones, la última ante una medida de características insólitas.
Deseosos de mostrarse todo el tiempo distintos de sus antecesores, en el gobierno son muy cuidadosos en respetar los horarios. Por eso fue una señal de que algo no estaba bien el módico retraso en el inicio de la conferencia de prensa con la que el macrismo intentó dar una vuelta de página en el momento de tal vez mayor complicación política de su gestión. La decisión se había tomado la noche anterior, cuando lo que el propio Mauricio Macri definió como “tecnicismos” relacionados con el aumento a los jubilados generó una crisis dentro y fuera del espacio Cambiemos.

Ya venía muy cascoteada esta administración luego de la polémica por el acuerdo con el Correo, y no necesitaba la sesión del miércoles en la Cámara de Diputados para certificarlo. Pero igual allí se lo hizo notar largamente la oposición en una sesión donde más tiempo llevaron las cuestiones de privilegio contra el gobierno en general y el Presidente en particular, que el debate sobre la reforma de la ley de ART. Fue una cantidad récord de cuestiones de privilegio -43-, la mayoría dirigidas a Macri, al que responsabilizaron de condonarle una deuda al padre. Fue un retorno al pasado que el macrismo creía haber logrado superar cuando ganó las elecciones, y en esa interminable retahíla de discursos condenatorios no fueron pocos los opositores que se dedicaron a contarle las costillas al Grupo Macri, como Alcira Argumedo, que le adjudicó “turbios antecedentes”, y lo tildó como “un ejemplo de lo que Argentina no debe aceptar: esos enriquecimientos y fortunas manchadas de muerte y lodo, como llamaría Marx”.

“Protagonistas del saqueo y causantes principales de la decadencia argentina en los últimos 40 años”, le disparó la socia de “Pino” Solanas. Tanto trabajo para quitarse el sayo de Franco Macri, tirado por la borda en una semana…

Otra diputada, como la dasnevista Nelly Lagoria, deslizó un lacónico “son más de lo mismo y tal vez peor”, para agregar luego un más duro “no se, no quiero hablar de mala disposición, tal vez sea ineptitud para el cargo”. Nótese que no hemos citado discursos del kirchnerismo, que los tuvo y más fuertes, pero vale para verificar la manera como el gobierno se las ingenia para encolumnar al resto de la oposición en su contra.

Ni que decir del massismo, que se despachó impiadosamente durante esa parte de la sesión. No lo hizo su líder, Sergio Massa, que no suele hablar en el recinto -solo dos veces lo hizo el año pasado y tres en total desde que es diputado-, pero sí se hizo escuchar por su tropa cuando al cabo de la sesión llamó a tuitear, con el hashtag #noalarebajadejubilaciones, “Macri recorta igual que De la Rúa”. Un dolor de cabeza para el tigrense que se haya filtrado el fin de semana ese audio, pero una muestra de lo que el “tecnicismo” de Cambiemos no alcanzó a prever cuando se cambió la metodología.

Porque por poco no hizo caer la sesión de Diputados. Indignados por la modificación de la aplicación de la ley de movilidad jubilatoria, los bloques de Massa y de Diego Bossio anunciaron que se abstendrían en la votación del proyecto de ART, mientras que el Frente para la Victoria se levantó de sus bancas. Si en lugar de hacer eso, el kirchnerismo hubiese votado en contra, hubieran superado a los 88 votos oficialistas que consiguieron aprobar la ley; y si el Frente Unidos por una Nueva Argentina y el bloque Justicialista se hubieran levantado, como les reclamaba el FpV, se hubiera quedado sin quórum la sesión. En ambos casos -sobre todo en el primero- la crisis para el oficialismo hubiese sido mayúscula; pero la sangre no llegó al río, más como señal a la CGT, que estaba de acuerdo con la ley, que como concesión al gobierno.

Lo que pudo haber sido entonces una victoria legislativa de un gobierno que trabajó mucho para modificar esa ley y que con esta movida logró evitar las consecuencias imprevisibles de un freno al DNU, terminó pasando a segundo plano por la gran polémica que se armó. No es la primera vez que le sucede algo así, pues recientemente la onerosa Emergencia Social también pasó desapercibida al ser aprobada en la misma sesión en la que la oposición le impuso su proyecto sobre Ganancias.

Pero también quedaron como telón de fondo las situaciones vividas en el seno del oficialismo cuando la sesión amenazaba con desmadrarse. Fiel a su estilo, la implacable Elisa Carrió fue bien clara al plantear una cuestión de privilegio contra su propio gobierno “por haber modificado la ley” de actualización de haberes jubilatorios. Pero fuera de cámara, tuvo un áspero diálogo telefónico en pleno recinto y ante testigos ajenos al oficialismo con el propio Presidente, y tras la aprobación pírrica de la ley, con los ánimos todavía encendidos, la temperamental Lilita se fue por los pasillos advirtiendo a los gritos que si no daban de baja la resolución le pediría la renuncia “a Emilio Basavilbaso, o a quien sea”, para bramar luego: “¡Que aprendan las reglas de la ética, la puta que los parió!”.

“No nos pueden correr por un error de 20 pesos”, reaccionó el vicejefe de Gabinete Mario Quintana, a quien Carrió le dirigió un ácido tuit: “Para un rico 20 pesos no es nada. Para un jubilado es mucho. Gracias Sr Presidente x rectificar la medida”. Lo cierto es que se estima que el “tecnicismo” le hubiera permitido “ahorrar” al Estado 3.000 millones de pesos este año.

El Presidente, que se había comprometido esa misma noche con sus diputados a revisar la resolución, se preparó toda la mañana en Olivos para la conferencia de prensa. Con el ejercicio que le dieron los debates televisivos en diversas campañas, Macri se ejercitó con colaboradores que le plantearon diversas preguntas a las que podría enfrentarse por la tarde. Con todo, costó que diera el brazo a torcer con el tema del acuerdo por el Correo. Como con su primo Angelo Calcaterra o su “hermano de la vida” Nicolás Caputo, a los que refuta sus deseos de apartarse de sus negocios por su relación con el Presidente, Macri insistió hasta el final en que no había por qué aceptar poner en tela de juicio lo acordado por el hecho de que del otro lado del mostrador estuviera su familia. Sigue costándole al gobierno entender razones que la política impone.

Las encuestas podrían abrirle un poco los ojos. Una de Analogías conocida esta última semana, muestra que el acuerdo entre el gobierno nacional y el Grupo Macri por la deuda del Correo tuvo entre la población un alto nivel de conocimiento (63,5%), y un categórico nivel de rechazo: el 79,9% se expresó en desacuerdo, contra apenas un 13,9 que se mostró “de acuerdo” o “muy de acuerdo”. Tal es la regularidad en todos los segmentos de la muestra, que entre quienes se consideran “muy oficialistas” u “oficialistas”, el desacuerdo es del 61%. Y lo que es más duro aún para Cambiemos, un 62% considera que se trató de un acto de corrupción, aunque ahí solo un 31% de la franja oficialista lo consideró de esa manera.

Si bien no quedó claro cómo hará el Estado para retrotraer el acuerdo en la instancia en la que ahora se encuentra, lo más probable es que el mismo no pueda avanzar en la justicia. Allí es donde se le estaban complicando más las cosas al gobierno, con la imputación que le hizo el fiscal Juan Pedro Zoni al Presidente, al ministro Oscar Aguad, y al director de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Comunicaciones, Juan Mocoroa. Se trata de un fiscal de Justicia Legítima, y previendo estas cosas fue que Macri reclamó insistentemente el año pasado que encontraran la vuelta para deshacerse de la procuradora Alejandra Gils Carbó. No lo lograron.

Por el hecho mismo de habilitar las preguntas en una conferencia de prensa, el gobierno de Cambiemos mostró el contraste con la administración que lo precedió, y la disposición a aceptar errores hizo otro tanto. Pero cierta insistencia presidencial en mostrarse “falible” termina mostrándolo débil, cuando esa falibilidad se hace reiterativa. Sobre todo viniendo de un gobierno cuya capacidad de ejecución parecía ser su activo más valioso.

El Presidente espera haber hecho el jueves un “borrón y cuenta nueva” que le sirva de punto de inflexión a su administración, al cabo de un verano que no presumía tan complicado. Debe quedarle claro que no tiene mayor margen de equivocaciones, y sobre todo que si algo así le sucediera cerca de las elecciones, no habría tiempo de recuperación.

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