Gregoria Jiménez de Jorge, “Pocha” (1938–2025) Una vida que fue luz, palabra y coraje en la historia de Perico

Gregoria Jiménez de Jorge, “Pocha” (1938–2025) Una vida que fue luz, palabra y coraje en la historia de Perico

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Hay mujeres que no mueren: se transfiguran en memoria colectiva. Hay nombres que el tiempo no desgasta, porque no están escritos en lápidas ni monumentos, sino en el gesto cotidiano de una comunidad agradecida. Gregoria Jiménez de Jorge —nacida un 19 de febrero de 1938 en Comandante Fontana, Formosa— es una de ellas. La historia la reconocerá siempre como “Pocha”, pero quienes la conocieron, la amaron o simplemente la escucharon alguna vez hablar con esa pasión insobornable por la justicia, sabrán que fue mucho más que un nombre propio: fue una causa, un estilo, una lección de dignidad.

Desde la provincia de Formosa, cuando aún el país transitaba los vaivenes de una Argentina convaleciente y contradictoria, Pocha llegó a la entonces Estación Perico para unirse en matrimonio con Salomón Jorge, como parte de esa “primera generación dorada” que fundó no sólo hogares, sino también sueños. La ciudad, en aquel entonces apenas un rumor de futuro, halló en ella una semilla poderosa: se integró sin titubeos a las tareas externas, a los compromisos de la vida civil, al latido profundo de la sociedad en formación. Como si siempre hubiese sabido que donde falta Estado debe aparecer la comunidad, donde falta rumbo, debe asomar la conciencia.

Su trabajo en la Sociedad Sirio Libanesa no fue accesorio: fue testimonio, precursora del protagonismo de la mujer en la vida pública. Su entrega a las acciones católicas no fue devoción pasiva: fue praxis. A la par, tejía una familia sólida y afectuosa, como quien construye una patria íntima, mientras imaginaba —y ejecutaba— una patria pública donde nadie quedara atrás. Fue en ese cruce entre lo cotidiano y lo histórico, entre la ternura del hogar y la lucha ideológica, donde Pocha halló su vocación política, su “llamado”, a “esa forma del destino que es el compromiso con los otros”.

Marcada por el peronismo como se marcan a fuego las ideas que no se negocian, Pocha supo que la política no es un escenario para vanidades, sino una trinchera de entrega. Desde su banca de concejal, y más tarde como directora de cultura de la municipalidad de Perico, enfrentó con valentía férreas oposiciones, defendió principios, se convirtió en voz cuando el silencio era cómodo y en refugio cuando la intemperie asolaba a los jóvenes que buscaban guía. Promovió talentos, visibilizó artesanías, impulsó expresiones populares. Dio palabras cuando otros callaban. Dio abrigo cuando el sistema empujaba hacia la indiferencia. Dio ejemplo cuando hacía falta recordar que se puede ser firme sin perder la ternura, decidida sin dejar de ser generosa.

En ella, el poder no encontró a una burócrata sino a una mujer de consulta, a una figura cuya elegancia, aplomo y profundidad hacían que su opinión pesara más que cualquier decreto. Fue una mujer de mirada aguda, de verbo encantador, de presencia transformadora. Pocha fue política sin impostura, madre sin medida, anfitriona sin reservas. Porque en su casa siempre había un plato más, una palabra justa, una sonrisa a tiempo. Y también un consejo con el tono exacto que no admite réplica porque nace del amor y la experiencia.

Ella alentó a los jóvenes a participar, los convocó al desafío de atreverse, de no mirar la historia desde la tribuna sino desde la arena. Enseñó que participar transforma la vida propia, pero también la de los pueblos. Y ese es su legado: una ciudad que creció no sólo en cemento sino en conciencia; que se transformó porque hubo mujeres como ella que no esperaron el permiso de nadie para levantar la voz.

Este sábado 22 de marzo, Pocha se ha ido en cuerpo, pero no en presencia. A partir de hoy, Perico tendrá una estrella más en su cielo y una lucecita encendida en cada acto de bondad, en cada gesto de compromiso, en cada joven que se atreva a decir: “Sí, quiero ser parte”. Porque a veces la eternidad no se conquista por lo que se acumula, sino por lo que se entrega. Y Pocha lo entregó todo: su tiempo, su fe, su pensamiento, su lucha, su ternura.

Descansa, Pocha. Te recordaremos con el corazón en alto.
Porque fuiste palabra, fuiste ejemplo, fuiste hogar.

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