“Groggy y Cómplice: El Peronismo Calla Mientras la Libertad Avanza Aplasta Derechos, Dignidad y Dólares”

“Groggy y Cómplice: El Peronismo Calla Mientras la Libertad Avanza Aplasta Derechos, Dignidad y Dólares”


Un silencio que grita complicidad

El peronismo, que alguna vez fue sinónimo de resistencia popular y escudo de los humildes, hoy parece una sombra desvaída, atrapada en un letargo vergonzoso. Mientras Javier Milei convierte la Casa Rosada en una base de experimentación ultraliberal, los otrora combativos dirigentes peronistas apenas emiten un susurro. Ni una sola declaración contundente sobre la brutal represión a jubilados, trabajadores y periodistas. Nadie alzó la voz cuando se cercenó de facto el derecho a huelga, ni cuando los gases y bastonazos se convirtieron en rutina sobre las veredas del Congreso. La reacción: nula. El peronismo está groggy. Tocado. Y el país lo paga.


Jubilados golpeados, trabajadores humillados

Mientras abuelos con pañuelos de Madres de Plaza de Mayo en la cabeza son arrastrados y gaseados, la dirigencia opositora tuitea obviedades o negocia sillones en la Auditoría General. La postal del presente: una trabajadora de prensa ensangrentada, un fotoperiodista con la rodilla de un gendarme en el cuello, un jubilado con la cara partida y la CGT lanzando comunicados por Twitter. Todo mientras un gobierno minoritario, que apenas retuvo la Ciudad de Buenos Aires con un 30%, avanza como si tuviera el 70%.


Se reprime para intimidar y se calla para permitir

El relato oficial convirtió la represión en «enfrentamientos». El show mediático se burla de los fotógrafos baleados y disfraza de caos lo que no es más que protesta pacífica. Todo esto bajo la complicidad activa del PRO, el radicalismo y Carrió, pero con la pasividad dolosa del peronismo. No hay estrategia, no hay narrativa, no hay presencia. Ni siquiera hay bronca visible. Es el vaciamiento simbólico de una oposición que renunció a ser alternativa para convertirse en espectadora de su propio naufragio.


Una economía para el narco y el evasor

Caputo y Adorni acaban de anunciar que cualquier dólar —venga del trabajo o del narcotráfico— podrá ser ingresado al sistema sin declarar su origen. Un jubileo fiscal disfrazado de incentivo económico que dinamita décadas de lucha contra el lavado. Es una legalización de facto de la evasión. El control cruzado entre ARCA, el Banco Central y la UIF fue eliminado. Una medida que en cualquier país serio implicaría sanciones del GAFI. Aquí, se lo presenta como modernización financiera. El Estado no solo se vuelve cómplice, sino que implora los dólares del delito mientras los del esfuerzo nacional no alcanzan para llenar la olla.


Milei: la motosierra también contra la democracia

El gobierno no reprime por error, reprime para construir poder. La violencia policial no es colateral: es mensaje. Se filman detenciones ilegales, se tapan rostros con capuchas puestas a la fuerza, se atacan medios de comunicación de todos los signos. La represión es parte del guión. El dispositivo de miedo está en marcha. La militarización de edificios públicos como el Instituto Juan Domingo Perón no es una anécdota, es símbolo. Y mientras tanto, el peronismo no dice una palabra. Está ausente no por prudencia, sino por parálisis o cálculo. Ambas, igual de criminales.


La política domesticada por el miedo y la inercia

Los barrios más pobres, otrora bastión del justicialismo, hoy son desiertos electorales. No por ideología sino por desilusión. La participación se desploma, la indiferencia avanza. Las internas eternas del peronismo lo absorben todo, incluso la voluntad de resistir. Se discuten cargos, no causas. La dirigencia debate quién irá a la Auditoría mientras en Tierra del Fuego, obreros desesperados enfrentan la liquidación de su futuro. Un Estado desguazado por decreto, una república agónica, y una oposición que sigue contando costillas en lugar de levantar el puño.


Un futuro sin voz es un presente sin derechos

Esta no es una disputa entre modelos de país. Es una demolición del pacto democrático y del contrato social. Quedarse callado hoy es ser cómplice. El silencio del peronismo no es sólo una táctica errada; es una traición. Porque cuando a un jubilado lo empujan, a un periodista lo patean, y a un obrero lo condenan a la indigencia, no hay neutralidad posible. La palabra que no se dice es un ladrillo en el muro de la represión. Y en este ring en llamas, el peronismo eligió no pelear. El país, mientras tanto, sangra.

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