Habló Asseff por primera vez desde la ruptura con Espert: “En política no hay traición; hay decisión”

 Habló Asseff por primera vez desde la ruptura con Espert: “En política no hay traición; hay decisión”
El dirigente bonaerense rompió el silencio tras el anuncio de su incorporación a la lista de diputados de Juntos por el Cambio. Acusó al economista de ser “funcional al kirchnerismo” y advirtió que las condiciones en que pretendía presentarse eran “inaceptables”. Además, dio su visión de la política económica del Gobierno, el acuerdo con el FMI y con la Unión Europea.
Por Carolina Ramos

Alberto Asseff ocupó todos los titulares la noche previa al cierre de listas, cuando se lo vio en una foto junto a Miguel Pichetto y Cristian Ritondo. Era el anuncio de su incorporación a Juntos por el Cambio, una jugada con la que el oficialismo intentó, sin éxito, bajar de la candidatura presidencial a José Luis Espert, quien era sostenido por el partido UNIR. A un mes de aquel pase, el dirigente bonaerense rompió el silencio y acusó al economista de ser “funcional al kirchnerismo”.

En diálogo con parlamentario.com, Asseff explicó los pormenores de la ruptura y dijo que las condiciones en que Espert pretendía presentarse eran “inaceptables”. “Recorrieron prácticamente media Argentina y no pudieron armar un frente electoral sólido”, se quejó, y agregó: “Nos usaban como un remedio que era difícil de digerir pero necesario”. Sin embargo, negó que el entuerto haya terminado por levantar la figura de su exsocio, y pronosticó que hará “una elección muy menguada, muy limitada, de muy corto alcance”.

Además, Asseff -quien tiene la elección asegurada y se incorporará al bloque Pro cuando asuma su banca- marcó sus diferencias con la política económica del Gobierno y advirtió que “encaró los problemas con una actitud facilista”, aunque destacó que “la apertura que está haciendo el presidente apunta a que el segundo mandato sea muchísimo mejor que el primero”.

Por otra parte, mencionó varios temas que propondrá en el Congreso, como la rebaja de impuestos laborales, cambios en la ANSES y la eliminación de la cuota sindical obligatoria. También buscó desdramatizar el acuerdo con el FMI y consideró “una oportunidad” el convenio entre el Mercosur y la Unión Europea. Por último, como integrante del Parlasur, se mostró en contra de la decisión del Gobierno de suprimir la elección para esta categoría.

-¿Cómo fueron las conversaciones para su incorporación a Juntos por el Cambio?

-Nosotros hace muchos años que venimos conversando con la gente del Pro. Sin ir más lejos, en 2013 estuvimos a punto de incorporarnos al Pro, o por lo menos de asociarnos con ellos políticamente, y fue una decisión partidaria la que determinó que optáramos por (Sergio) Massa. Pero yo a partir de ahí mantuve una estrecha relación con todos los dirigentes del Pro y también, en alguna medida, con el propio (Mauricio) Macri. En el balotaje de 2015, como diputado del Frente Renovador pedí públicamente el voto por Macri, y además dije que interpretaba que la mayoría de los votantes del Frente Renovador estaba en esa misma dirección, es decir, que querían en cambio y no la continuidad del kirchnerismo. Después durante todo el proceso de gobierno hemos conversado permanentemente con dirigentes del Ministerio del Interior y con parlamentarios del Mercosur que son de Cambiemos y con quienes conformamos un bloque. Hacía ya varios días que veníamos conversando sobre la perspectiva de que teníamos que avanzar con el cambio y no discontinuarlo, hasta que se produjo la apertura -inesperada para algunos- con el llamado al senador (Miguel Ángel) Pichetto para que integrara la fórmula presidencial. Ahí fue cuando nos llamaron a nosotros para decirnos que nuestro lugar estaba con ellos.

-¿Quién lo llamó?

-Al principio me llamaron del Ministerio del Interior y después nos llamaron desde la Casa de Gobierno, asesores del presidente, y por supuesto Pichetto. A todos les dijimos que nosotros teníamos un compromiso público de que se dieran ciertas condiciones: que el partido tuviera participación orgánica en la constitución de este nuevo alineamiento. Hicimos algunas conversaciones internas donde la mayoría estuvo de acuerdo, y quedamos en anunciarlo sobre el filo del cierre de listas, porque consideramos que el anuncio iba a tener un mayor impacto sobre el cierre que si lo anunciábamos junto con el caso de Pichetto. Adoptamos una decisión orgánica y fue difícil, porque la línea de Espert se molestó.

-Él habló de “traición”…

-En política no hay traición; hay decisión. Y la decisión que nosotros adoptamos tiene que ver con que nosotros siempre dijimos que las ideas de la libertad hay que asociarlas a conceptos y valores intangibles, como el sentido nacional, los intereses nacionales que hay que defender, cuestiones como Malvinas… y de parte de ellos siempre hubo más bien un desdén para todo eso. Cuando decíamos que esto sería una buena síntesis entre libertad y Nación, ellos lo tomaban como un slogan, y nosotros lo tomábamos como un concepto fundamental. Después aparecieron campañas de algunos grupos llamados ‘libertarios’, que más bien planteaban una suerte de ‘anarco-liberalismo’ y no un liberalismo que signifique un progreso para la Nación, pero a partir del propio sistema republicano. Parecía que estaban en una línea donde eran parientes del liberalismo de izquierda, con un tinte liberal que era inaceptable para nosotros. Por otro lado, hablaban de cortar la boleta, el voto iba a ser solo a Espert, y eso conspiraba contra una convivencia, contra una certidumbre, contra la seguridad que nosotros debíamos tener de participar en un proyecto serio donde nosotros tuviéramos nuestro lugar. Daba la impresión de que nos usaban como un remedio que era difícil de digerir pero necesario, porque sino no podían participar electoralmente. Esas condiciones para nosotros eran inaceptables.

-¿No hubo un intento de proscripción, como Espert denunció?

-No. Él tuvo a disposición un equipo de trabajo con posibilidades de movilizarse por todo el país, y tuvieron tiempo desde principios de año. Recorrieron prácticamente media Argentina y no pudieron armar un frente electoral sólido. Esa fue la realidad que nosotros palpamos: cuando llegó el momento decisivo, nos encontramos con que el único partido que estaba dándole estructura para poder presentarse éramos nosotros, y nosotros aspirábamos a algo mucho mayor, que se incorporaran provincias y regiones. Si no lo pudieron armar, no fue por culpa nuestra. Al contrario: nosotros facilitamos ese armado. Siempre planteamos que había que ampliar el frente. Dijimos que había que hacer una interna amplia con otros sectores, que no había que desaprovechar las PASO. Dijimos que había que dejar participar a los grupos pro-vida, que se habían movilizado ampliamente y que tenían interés en ser partícipes de una interna. También había excombatientes de Malvinas que querían participar. Pero ellos no querían, estaban muy cerrados. Veíamos una cerrazón que no tenía ninguna explicación racional. Y finalmente, lo que descubrimos fue que había una complicidad objetiva. No sé si era algo deliberado, pero objetivamente estaban siendo funcionales al kirchnerismo. Pareciera que sabían que los votos que se podían obtener eran votos que iban destinados a Macri, y que dispersarlos hacia este frente podía significar la diferencia en una elección apretada. Eso a ellos no les molestaba; parecía que había un resentimiento contra el presidente. Desconozco si Espert tiene cuestiones personales con el presidente, pero nosotros no estábamos para hacer ese juego.

-Finalmente la Justicia habilitó a Espert a participar. Con todo este entuerto, ¿no le terminaron subiendo el precio?

-Lo habilitaron para participar pero con muchas limitaciones. Él se quedó en la provincia de Buenos Aires únicamente con la boleta presidencial. Se quedó sin diputados nacionales, sin gobernador, sin concejales, sin intendentes, sin diputados provinciales… es decir, sin el soporte territorial de esa candidatura. Lo mismo pasa en el resto del país: salvo la provincia de Santa Fe, va a ir con boleta corta en prácticamente toda la Argentina. Será una elección muy menguada, muy limitada, de muy corto alcance. No creo que haya ganado popularidad ni nombradía por haber mostrado irritación por la situación que tuvo con nosotros. Lo que sí es cierto es que yo no le he contestado. Lo que he dicho es que nosotros tomamos una decisión política inherente a nuestra posición, que es la de no volver al pasado, porque el pasado para nosotros significa una situación sombría, un retroceso enorme, y puede desencadenar en una crisis social y política profundísima. La apertura que está haciendo el presidente y todo lo que significa la presencia de Pichetto como candidato a vicepresidente apunta a que el segundo mandato sea muchísimo mejor que el primero, y que no sea una mera continuidad, sino una etapa mucho más productiva y más proficua en sus resultados, y que pueda superarse la grieta, que es lo que tiene paralizado el país.

-¿Comparte la política económica del Gobierno?

-En materia de política económica ha habido -y esto lo reconocen ellos mismos- menguados resultados, y en algunos casos, frustraciones. Por ejemplo, que el Gobierno no haya podido reducir el déficit fiscal y equilibrar macroeconómicamente a la Argentina es un notorio resultado negativo. Pero eso no lo vamos a resolver mágicamente, tiene que resolverse con un esfuerzo. La inflación es un potro indomable y además está muy inculcada en la cultura argentina, en esto de aumentar los precios ‘por si acaso’ aunque se venda poco. Ese es un hecho anómalo en el planeta. En general, cuando se vende menos, se bajan los precios, no se los aumenta. Y acá, a pesar de la baja del consumo, sigue habiendo incrementos por distintas vías. En general la recesión tiende a morigerar la inflación, y acá, en cambio, tenemos los dos elementos en simultáneo: recesión con inflación, que es el escenario más siniestro que puede haber. Eso tiene que ver con la cultura, más que con la propia economía. Por supuesto hay factores económicos: tenemos baja productividad, una alta presión impositiva, una baja tasa de inversión y un sistema bi-monetario que en los hechos es muy difícil de conducir. Todos estos problemas el Gobierno los encaró con una actitud facilista, entendiendo que como había un abundante crédito internacional, ese crédito permitía seguir tirando. Pero llegó un momento en que el crédito se cortó, y ahí vino la crisis cambiaria, que conmovió el frágil equilibrio que se había logrado, y volvió a generar una situación e inestabilidad e incertidumbre. Eso se pudo controlar con dos elementos. El elemento económico fue el auxilio del Fondo Monetario, que en última instancia, en una situación como la de Argentina, es el organismo al que hay que recurrir. Así lo han hecho todos los países del mundo que han tenido problemas, porque para eso fue creado el Fondo. No es un organismo monstruoso que esté para asustar a medio mundo, sino que es el organismo destinado a generar estabilidad monetaria y financiera. El otro elemento es el político: la apertura que hizo el Gobierno para estas elecciones promete que va a haber una gobernabilidad más sustentada. Esos dos elementos abren un panorama de mayor certidumbre, que se refleja en expectativas de que nos va a ir mejor.

-¿Qué agenda va a impulsar en el Congreso?

-Hay que hacer una reforma política con cirugía mayor. La boleta en papel y la boleta sábana se tienen que terminar. Hay que ir hacia un sistema como el de Santa Fe, a lo sumo como el de Córdoba. Hay que terminar con el sistema arcaico de los telegramas manuales y los escrutinios manuales -el Gobierno está intentando hacerlo, pero con mucha resistencia-. Por otra parte, vamos a ver cómo viene el Código Penal, porque queremos impulsar todos los institutos que tienen que ver con la corrupción y la impunidad. Hay que ratificar por ley la extinción de dominio y hacerla mucho más efectiva. También hay que acotar la parte recursiva de los procesos judiciales: no puede ser que haya recurso tras recurso y los procesos duren una década o década y media. Tiene que haber límites temporales para los procesos penales y la recuperación de los bienes malhabidos tiene que ser inmediata. Además hay que mejorar el sistema del arrepentido, para dar garantías absolutas de que el arrepentido va a ser resguardado y que no haya un mínimo resquicio para que el arrepentido sea producto de alguna presión. También hay que poner un límite a la reelección de sindicalistas y tiene que haber un control muy eficaz por parte de la Justicia de los fondos que administran los sindicatos. A mi juicio, no tiene que haber una cuota sindical obligatoria, ni mucho menos descontada por planilla: tiene que haber un sistema de aporte voluntario. Por otra parte, creo que la ANSES debe trabajar solo con los jubilados aportantes; los jubilados no aportantes deberían ser asistidos por el Ministerio de Desarrollo Social, no por la ANSES. De esa manera se separarían las cuentas y se daría jerarquía a quienes verdaderamente han aportado. También hay que ser muy duros con los agentes de retención que no hacen los aportes previsionales, y hay que combatir el trabajo informal, y para eso se deben bajar los impuestos laborales.

-Como diputado del Parlasur, ¿está de acuerdo con que el Gobierno haya eliminado la elección para esa categoría?

-Fue una decisión que no tiene mucho fundamento, ni es conveniente. Un organismo político-parlamentario en el proceso de integración es un instrumento interesante. El Gobierno entiende que es un organismo inútil, pero el organismo va a subsistir, porque está sancionado por un protocolo que firmó Argentina en 2005, y Argentina no se va a retirar de ese protocolo. Por lo tanto, era mejor que los integrantes fueran elegidos por el pueblo. Creo que en este tema se fue para atrás, pero no hay mayor explicación, porque si el problema eran los costos, no hay ningún ahorro en que los parlamentarios sean directa o indirectamente elegidos. El diputado o senador que se convirtiera en ‘parlasureño’ a partir de diciembre de 2019 iba a viajar con pasaje oficial y tendría viáticos igual que ahora. Y como ahora no cobramos dieta, no hay ningún ahorro. Lo que hay es una disminución del rol político, porque no es lo mismo ir con una representación del pueblo que ir a cumplir indirectamente una misión. Además, si uno tiene una representación del pueblo y una dedicación exclusiva a eso, se supone que el trabajo será más productivo que si la tarea fuera simultánea con la de legislador nacional. Es un tema a discutir, como así también si se le dan más competencias a los ‘parlasureños’ para que puedan legislar y no que el mandato sea solamente de recomendación. De todas maneras, hay muchas propuestas surgidas del Parlasur que después se traducen en decisiones del Consejo del Mercosur, como la unificación del roaming, la convalidación de títulos universitarios y protocolos para combatir epidemias transfronterizas, como el dengue.

-¿Qué opina del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea?

-Es una oportunidad. No es ni una tragedia ni una fiesta que haya que celebrar. Simplemente es una oportunidad para ser más competitivos y avanzar en la certificación de origen de los productos, algo que nos va a abrir al comercio mundial. Y todo lo que signifique levantar barreras para el comercio mundial es positivo, a partir de la idea de que es una oportunidad y no de que las importaciones van a arrasar con todo lo que nosotros producimos. Si lo vemos como una amenaza, nos abroquelamos, nos atrincheramos y nos quedamos donde estamos aunque no la pasemos bien. Pero si lo vemos como una oportunidad de que se abren mercados, busquemos nuestros nichos y con esos nichos salgamos al mercado. Hay algunas pymes que podrían verse afectadas, pero hay formas de reconvertir el trabajo. Si hay una fábrica de sombreros y hoy ya nadie usa sombreros, deja de hacer sombreros y hace gorras. Eso no es la muerte de la pyme, sino la reconversión. El acuerdo de ninguna manera va a generar un desastre, sino que va a favorecer las relaciones económicas de Argentina, y por lo tanto, va a generar resultados positivos en materia de trabajo e ingresos.

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