En el Día del Periodista, hay nombres que merecen más que un saludo formal. Nombres que, lejos de los sets iluminados, de las redacciones con café tibio y aire acondicionado, resisten el frío de la Puna y las inclemencias de la desidia con una radio en la mano y una convicción en el pecho.
Uno de esos nombres es Alejandro Cardozo.
Periodista con todas las letras, trabajador infatigable de la información en La Quiaca, una ciudad donde cada jornada es un desafío y donde la noticia no llega por gacetilla, sino por andar las calles, escuchar los silencios y dar voz a los olvidados. Allí, donde las madrugadas hielan y el viento corta, Alejandro calienta con palabras, con relatos, con preguntas incómodas y coberturas comprometidas.
Alejandro no sólo informa. Teje ciudadanía. Amplifica lo invisible. Milita la verdad. Con una cintura admirable, como debe tener quien transita territorios donde alguna vez el poder se ejerció con impunidad y las diferencias no siempre eran toleradas. No ha sido fácil su recorrido, pero su andar constante, su mirada honesta, su espíritu abierto, hicieron de él un referente insoslayable de la comunicación quiaqueña.
Su trabajo no es solo periodístico, es social y profundamente humano. Porque en Alejandro muchos encontraron un micrófono abierto cuando nadie más los escuchaba. Y los que tienen representatividad, también hallaron en él una extensión de sus voces. Él ha sabido construir puentes en una tierra de fronteras.
Una Quiaca informada, conectada, viva, es posible gracias a periodistas como Alejandro, que no transan, que no se cansan, que creen que la palabra puede más que el olvido.
Hoy, desde este humilde rincón, me pongo de pie y aplaudo su coraje, su entrega y su dignidad. Porque el periodismo necesita faros. Y Alejandro Cardozo, en el frío norte jujeño, es uno de ellos.
¡Feliz día, colega! Y gracias por militar la verdad donde más se necesita.
Por Redacción de Perico Noticias