Huracán verde: la crisis cambiaria se profundiza y anticipa una nueva ola de aumentos

Huracán verde: la crisis cambiaria se profundiza y anticipa una nueva ola de aumentos

Mientras el gobierno intenta transmitir tranquilidad con discursos técnicos, la economía real ruge como una tormenta inminente. El dólar oficial acaba de anotar un nuevo récord al alcanzar los $1.380 para la venta, y lo hace en medio de una creciente desconfianza del mercado. La ficción de una macroeconomía “ordenada” se diluye entre intervenciones fallidas, tasas altísimas y señales contradictorias que no alcanzan a frenar una verdad incuestionable: los inversores —y los ciudadanos— corren hacia el dólar, no hacia los pesos.

El Banco Central agotó sus municiones: intervención en futuros, colocación de deuda en pesos a tasas del 65% anual y hasta discursos desprolijos del ministro Luis «Toto» Caputo que, lejos de calmar, atizan la incertidumbre. Aquel “no te la pierdas, campeón”, lanzado en tono canchero por el ministro, quedó grabado como una invitación masiva a la dolarización popular. Y en un país donde todos se creen campeones, la corrida era predecible.

Expectativa devaluatoria y traslado a precios

El temor ya no es si habrá una devaluación, sino cuándo y cuánto. Las expectativas están completamente desancladas, y eso se refleja en la presión sobre los contratos a futuro. Las paritarias se congelan, las cadenas de pago se rompen, y las góndolas comienzan a reflejar un nuevo reacomodamiento de precios. Es la antesala de un nuevo fogonazo inflacionario que podría arrasar con lo poco que quedó del “veranito” de Milei.

La inflación de los últimos dos meses —promedio 1,5%— pareció dar un respiro. Pero ese alivio fue efímero: “una calma que antecede al huracán”. Porque en agosto, los aumentos reprimidos empiezan a florecer: prepagas, tarifas, combustibles, insumos importados, todo empujado por un dólar oficial que dejó de ser ancla y empezó a actuar como motor de expectativas. El mercado ya no le cree al gobierno, y sin credibilidad, no hay ancla que resista.

Salarios planchados, consumo en caída

En un contexto donde el empleo formal se derrumba y los salarios reales siguen por debajo de los niveles de febrero, el consumo está pulverizado. Las empresas recortan aumentos salariales, ahora definidos cada vez más por rendimiento individual y no por paritarias. Es el regreso a los noventa, donde cada trabajador negocia por sí mismo, y el sindicalismo queda marginado.

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Al mismo tiempo, las pymes enfrentan una doble pinza: caída de ventas y corte del crédito. La suba de tasas para frenar el dólar dejó a miles de empresas sin financiamiento. Según ENAC, el 45% de las pymes reportó una caída severa en la facturación y problemas graves en la cadena de pagos. Los cheques rebotan, las deudas se acumulan, y las persianas se bajan. Desde diciembre, ya cerraron más de 15.000 pymes.

El país real: conflictividad sin huelga

A pesar de lo que informa la Secretaría de Trabajo —que destaca una baja en la conflictividad con paros—, los datos muestran una ola de conflictos latentes. Más de 117 protestas sin huelga se registraron solo en junio, un aumento del 48% interanual. La razón es sencilla: en muchas fábricas o comercios, parar significa perder el trabajo. Por eso, la lucha se transforma: cortes de rutas, asambleas, marchas artísticas como la del Garrahan, o protestas como la de Coca-Cola Andina en Córdoba, donde se denuncia persecución sindical en medio de despidos masivos por baja producción.

El «club de gobernadores» y el intento de romper la grieta

En este contexto convulso, cinco gobernadores —entre ellos Carlos Sadir de Jujuy— presentaron el nuevo frente Las Fuerzas del Centro. Alegan defender el federalismo, pero lo cierto es que se trata de una reacción frente al ajuste brutal que aplicó Nación sobre las provincias. La pérdida de transferencias, la paralización de la obra pública y la avanzada libertaria con candidatos propios en distritos ajenos, los llevó a blindarse en un frente común que intenta canalizar, al menos discursivamente, la bronca federal.

En Jujuy, el movimiento tiene una particularidad: Morales sigue jugando de fondo, usando a Sadir como alfil para sostener el poder y tejer la vuelta. Pero en un país donde la política nacional se plebiscita en cada elección, presentarse como “tercera vía” en un contexto de casta vs. anticasta puede ser un suicidio político. En Jujuy, donde Milei todavía mantiene una intención de voto del 44%, cualquier señal de “sistema” puede ser castigada.

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¿Hay control de algo?

Hoy, ni la macro ni la micro parecen estar bajo control. El dólar sube, la inflación se reaviva, el consumo se desploma, el empleo cae y la conflictividad aumenta. Mientras tanto, la narrativa oficial se basa en la defensa de un único logro: la desaceleración inflacionaria. Pero si el dólar sigue avanzando, esa conquista quedará sepultada bajo el alud de remarcaciones.

No hay ancla posible sin confianza. No hay orden económico sin justicia social. Y no hay gobernabilidad posible en un país que tiene hambre.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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