En un contexto internacional cada vez más volátil y fragmentado, la reciente escalada de tensiones entre India y Pakistán vuelve a encender alarmas geopolíticas. Esta vez, el epicentro del conflicto no es solo el histórico territorio de Cachemira, sino la narrativa creciente de “respuesta firme” por parte de Nueva Delhi ante cualquier posible ataque militar. Así lo expresó el propio ministro de Asuntos Exteriores de India, en lo que ya se interpreta como un nuevo episodio de confrontación directa entre dos potencias nucleares del sur de Asia.
Pakistán, por su parte, no se quedó atrás. Reiteró que responderá “con seguridad” a cualquier provocación desde el lado indio, en lo que conforma una peligrosa dinámica de amenaza y contraamenaza que recuerda los momentos más tensos del siglo XXI entre ambos países. Si bien no hay movilizaciones militares confirmadas de gran escala, el tono del lenguaje diplomático ya representa un cambio de etapa. La región, y el mundo, deberían tomar nota.
¿Una guerra lejana o una tensión con ecos globales?
Para algunos analistas superficiales, lo que ocurre entre India y Pakistán parecería una disputa regional más, sin efectos colaterales. Pero eso es un error. En un sistema internacional profundamente interconectado por cadenas de suministro, mercados energéticos, alianzas estratégicas y corredores comerciales, una chispa en Asia puede incendiar mercados en Europa, generar volatilidad en Wall Street o alterar precios en América Latina.
La India es hoy una potencia tecnológica y nuclear, un socio clave para Occidente en el Indo-Pacífico y una pieza fundamental del ajedrez global anti-China. Pakistán, por su parte, sigue siendo un eje estratégico para Pekín y parte del corredor comercial de la “nueva Ruta de la Seda” china. Es decir, no hablamos de actores menores, ni de un conflicto aislado: hablamos de un posible punto de quiebre entre alianzas internacionales que involucrarían directa o indirectamente a Estados Unidos, China y Rusia.
¿Y América Latina? ¿Y el NOA argentino?
La pregunta que muchos se hacen desde el sur del continente es: ¿cómo nos afecta esto? ¿No es acaso una guerra lejana, en otra latitud, entre potencias con otros problemas? No del todo.
Aunque América Latina, y el Noroeste Argentino (NOA) en particular, no participan directamente en los alineamientos geoestratégicos de Asia, sí podrían sentir impactos indirectos si el conflicto escala. Por ejemplo:
- Precios de la energía: una escalada en Asia suele impulsar el precio del petróleo y el gas. Argentina, dependiente de importaciones de GNL en ciertos períodos, vería afectada su balanza comercial y sus tarifas internas.
- Mercado de minerales estratégicos: el litio, que tiene al NOA argentino como una de las principales zonas de explotación mundial, podría verse sujeto a reconfiguraciones de demanda y alianzas internacionales. India, recordemos, busca asegurarse fuentes estables de litio y ha tenido gestos diplomáticos hacia Bolivia y Argentina.
- Rutas comerciales y logísticas: un conflicto en Asia afectaría el comercio marítimo global, lo que podría traducirse en demoras o encarecimiento de productos importados, tecnología y maquinaria clave para el desarrollo productivo en la región.
- Tensión global, efecto dominó: si las potencias se alinean por bloques, como ya ha comenzado a suceder, Argentina tendrá que redefinir sus alianzas exteriores, lo cual repercutirá en acuerdos comerciales, inversiones extranjeras y políticas industriales.
La necesidad de leer el mundo con más profundidad
Lo que se juega entre India y Pakistán no es solo un conflicto histórico por territorio o hegemonía regional. Es una muestra de cómo el viejo orden geopolítico sigue descomponiéndose, mientras nuevos liderazgos intentan surgir con reglas propias. América Latina no puede darse el lujo de mirar hacia otro lado.
Desde el NOA, desde Perico, La Quiaca o Salta, puede parecer que la amenaza está lejos. Pero en un mundo globalizado, los rugidos lejanos se sienten como terremotos económicos en la periferia. La política exterior argentina deberá incorporar esta tensión a su tablero estratégico, y los gobiernos locales deberán estar atentos al reacomodamiento global. Porque incluso las guerras lejanas se reflejan en el precio del gas, en el valor del dólar, en el litio que exportamos y en el futuro que proyectamos.