Perico Noticias // Hay una línea que separa la demanda legítima de una parodia institucional. Y los industriales del NOA, una vez más, la han cruzado. En un nuevo comunicado público —tan previsible como estéril— reclamaron “políticas activas que reduzcan las asimetrías regionales”, repitiendo una letanía que ya lleva más de una década. Reconocen, como si fuera una revelación, que “nueve de cada diez provincias del NOA sufren las mayores asimetrías estructurales del país”.
¿Y cuál es la novedad? ¿Cuál es el punto de inflexión? Ninguno.
No hay autocrítica, no hay estrategia, no hay ruptura. Solo una foto corporativa, un diagnóstico cansado y el deseo de que el Estado, mágicamente, haga lo que ellos no se atreven a provocar.
Asimetrías: la palabra más usada y menos combatida del norte argentino
No hay palabra más prostituida en el lenguaje político-empresarial del NOA que “asimetrías”. Se ha dicho todo con ella. Se la ha subrayado en cientos de congresos, documentos, notas periodísticas y foros multilaterales. Pero nada cambia. Ni la logística, ni el crédito, ni el acceso a energía, ni los costos de transporte.
Entonces la pregunta es simple:
¿por qué, si el diagnóstico está tan claro, no hay ni una sola conquista industrial estructural en los últimos años?
La respuesta tiene dos caminos posibles, y ambos duelen:
- O los industriales del NOA no tienen la valentía de plantarse con firmeza frente a un modelo que los condena,
- o se han acostumbrado tanto a mendigar subsidios y excepciones que ya no creen en la posibilidad de cambiar nada por su propia fuerza.
Cuando acompañar en silencio es validar el fracaso
En este momento, Javier Milei lleva adelante el ajuste más brutal de las últimas décadas, sin una sola política industrial activa, sin un plan de infraestructura productiva para el interior, y sin siquiera garantizar un modelo de desarrollo con inclusión territorial. ¿Y qué hacen los industriales del norte? ¿Le escriben una carta? ¿Lo critican con firmeza? ¿Se paran colectivamente en defensa de sus economías regionales?
No. Se limitan a emitir un nuevo “reclamo” que ni siquiera menciona el desguace de lo poco que quedaba del Belgrano Cargas, ni la parálisis de los programas federales de desarrollo, ni el hecho de que el RIGI —el régimen de grandes inversiones— no aterrizó en Jujuy, apenas rozó Salta y Catamarca.
Si acompañan el modelo, que lo hagan con inversiones, innovación y coraje.
Si lo cuestionan, que lo digan con claridad, que se planten, que hagan política de verdad.
Pero esta tibieza a la que los acusa el propio presidente es real, y no lleva a ningún lugar.
Entre el lobby impotente y el silencio estratégico
Es hora de decirlo sin eufemismos: el empresariado industrial del NOA se ha convertido en una clase sin voz política. Sin programa productivo propio. Sin un horizonte de integración regional que no dependa de Buenos Aires. Repiten hasta el hartazgo los reclamos, pero no producen estrategias disruptivas, no desafían el status quo, no levantan un plan de inversión colectiva que construya infraestructura, financiamiento o mercados locales.
O los industriales del NOA se reconvierten en actores transformadores, o pasarán a la historia como el coro resignado que supo diagnosticar todo… pero no cambió nada.
¿Dónde están las nuevas epopeyas del norte?
Hace más de diez años nos prometieron una reparación histórica. Nos vendieron el proyecto Belgrano Cargas como la obra redentora del siglo. Hablaron del Plan Belgrano, del Norte Grande Unido, de la transformación energética, de la integración regional. ¿Qué quedó de todo eso? Fotos, papeles y silencio.
Ya no se necesitan más reclamos. Se necesita acción. Se necesita riesgo. Se necesita coraje.
El norte argentino ya no puede esperar que alguien lo salve. Debe empezar a salvarse solo.