Se viene el juicio oral y el silencio ya no alcanza: el expediente P-140750/2016 amenaza con enterrar el viejo feudo del PJ en Monterrico
En la ciudad de Monterrico, donde durante años se impuso el mandato vertical del poder peronista sin rendición de cuentas ni controles ciudadanos, comienza a cerrarse un capítulo que huele a cala y a ocaso. El ex intendente Nilson Ortega, viejo caudillo y rostro del PJ local, está a un paso de enfrentar un juicio oral y público por causas que lo comprometen penal y políticamente. El expediente N° P-140750/2016 —uno de los varios que lo acorralan— ha sido elevado, y las campanas judiciales ya doblan por él.
La justicia avanza y la política abandona. Nilson Ortega, que alguna vez creyó tener asegurada la cuarta banca legislativa para continuar usufructuando impunidad desde la Legislatura de la Provincia, ha sido ignorado por su propio partido: el PJ de Jujuy, con más de 100.000 afiliados, le dio la espalda. No solo no llegó a ser diputado, sino que quedó en “pampa y la vía”, con una megacausa encima, sin fueros, sin respaldo, sin poder real.
La falta de rendición de cuentas durante su gestión, las denuncias por desvíos de fondos, y los indicios de corrupción estructural han sido sistemáticamente documentados. Ahora, el cerco judicial se cierra. A sus 62 años, Ortega enfrenta una posible condena con cumplimiento efectivo, y una posible orden de restituir millones de pesos al Estado. Los tiempos en que sus llamadas eran respondidas con reverencias han terminado: varios teléfonos ya no suenan, y muchos otros dejaron de atenderse.
El PJ de Monterrico, atado históricamente a su figura, se enfrenta a una extinción simbólica y operativa. El mandato de su hijo en la legislatura finaliza pronto, y el control del Concejo Deliberante se disuelve en manos de otros actores políticos que ya no le deben nada al viejo cacique. Su figura ya no moviliza, ni representa, ni convoca. Es un nombre incómodo en tiempos donde la política exige transparencia y renovación.
La condena social, sin esperar veredicto judicial, ya ha sido dictada en las urnas. La derrota electoral del PJ en Jujuy no fue casual: fue consecuencia de años de soberbia, impunidad y clientelismo. Ortega, con su obstinada ceguera, encarna ese modelo agotado. Su caída es también la caída de un estilo: el del patrón que todo lo decide, del que cree que el poder es hereditario y que la justicia es negociable.
Hoy Monterrico observa cómo se derrumba uno de sus íconos del pasado reciente. Y la sociedad, ya despierta, exige que este proceso sea ejemplar. Porque no se trata solo de Ortega: se trata de que nunca más el poder se construya a costa de la verdad, la transparencia y el bien común.