Redacción Perico Noticias // La convocatoria a elecciones en Jujuy ya nace con sombras de impugnación. Errores jurídicos, omisiones y contradicciones en el decreto de convocatoria ponen en duda no solo la transparencia del proceso, sino la capacidad del oficialismo de organizar una contienda limpia. ¿Podrán votar los jóvenes de 16 años? Nadie lo sabe con certeza. ¿Se aplicará la ley nacional de boleta única? El decreto no lo menciona. ¿Se respetará la cantidad de concejales que deben elegirse en Perico? No hay respuesta. La incertidumbre electoral es el primer síntoma del desorden que se avecina en una provincia que llega a 2025 sin rumbo claro.
Pero la incertidumbre política es solo una de las múltiples crisis que enfrenta Jujuy. El Estado provincial sigue siendo el mayor empleador, síntoma de un aparato productivo débil que nunca logró expandirse. Las promesas de inversiones privadas y desarrollo industrial se han quedado en los discursos de campaña, mientras que el salario de los estatales sigue planchado, golpeado por una inflación desbocada que ni el gobierno nacional ni el provincial pueden frenar. Jujuy se ha convertido en un Estado para pocos, donde los privilegiados mantienen el control y el resto es descartable. La estabilidad del gobierno pende de un hilo fino, y esa cuerda es la paciencia de los empleados estatales.
Las sociedades del Estado son otra gran deuda del gobierno de Gerardo Morales y su sucesor Carlos Sadir. Diseñadas para generar riqueza y diversificar la economía, han resultado ser agujeros negros donde el dinero público se escurre sin control ni auditoría. La falta de transparencia es un hecho y los pocos datos disponibles provienen de funcionarios que reconocen que las empresas estatales se están transformando en privadas mediante artificios legales creados en una legislatura que solo responde al poder de turno. ¿A dónde fue a parar la rentabilidad prometida? La respuesta parece estar en una maraña de leyes hechas a medida de intereses privados.
Carlos Sadir, el gobernador actual, fue impulsado como el sucesor de Morales, un nuevo líder con la tarea de consolidar el poder de la UCR en la provincia. Pero, ¿qué ha hecho hasta ahora para demostrarlo? Nada. Sigue operando bajo la sombra de Morales, sin atisbos de autonomía política ni de liderazgo transformador. Y si no logra despegarse, será condenado junto con su antecesor en las urnas. ¿La sociedad jujeña castigará a ambos en 2025? Todo indica que sí.
Mientras tanto, la oposición no ha demostrado ser alternativa. Entre peronistas fragmentados, libertarios en crecimiento pero sin estructura real, la izquierda en pie de lucha pero sin capacidad de expansión, y emergentes que aún no logran articular un frente fuerte, Jujuy sigue estancado en la rosca política sin horizonte de renovación. La política provincial parece un círculo vicioso, donde las mismas figuras gastadas de siempre siguen rotando sin aportar soluciones estructurales.
El problema de fondo es que, en Jujuy, el oficialismo y la oposición juegan el mismo juego de la mediocridad. Ninguno parece tener la capacidad de presentar un proyecto serio de transformación económica y social. La política provincial no está a la altura de las circunstancias, y la ausencia de propuestas concretas para reactivar la economía, mejorar los salarios y generar empleo es alarmante.
Mientras en el resto del país la ola libertaria avanza con discursos antisistema, en Jujuy el escenario es más complejo. El progresismo tiene fuerte arraigo en materia de derechos sociales y culturales, algo que Milei y su movimiento rechazan. Pero, al mismo tiempo, el hartazgo contra la clase política tradicional es total. La batalla electoral en 2025 será una prueba ácida para todas las fuerzas: ni el oficialismo la tiene ganada, ni la oposición la tiene perdida.
La pregunta central es: ¿qué harán los gobernadores e intendentes ante esta crisis? Hasta ahora, solo han reclamado lo que se les recorta desde Nación, pero ninguno ha demostrado capacidad de construir una alternativa real. Jujuy necesita soluciones estructurales, no meros lamentos por fondos que ya no llegan.
La atomización opositora sigue siendo la mayor ventaja del oficialismo. Si los sectores contrarios a Morales y Sadir no logran unificar fuerzas en un Frente Amplio transversal, el 2025 podría ser otro escenario de victoria radical por inercia, no por mérito. La división sigue garantizando el poder a los de siempre. ¿Podrán superar los egos y construir una opción viable? La historia reciente sugiere que no, pero la crisis política podría generar el cisne negro que cambie el rumbo de la provincia.
Jujuy llega a las elecciones con un clima enrarecido. El oficialismo, debilitado pero aún con recursos, apostará a la fragmentación opositora. Los peronistas siguen sin dirección clara, ahogados en sus propias internas. Los libertarios tienen fuerza en el discurso antisistema, pero carecen de estructura para consolidarse como opción de gobierno. La izquierda sigue con su militancia en las calles, pero con dificultades para salir de su nicho tradicional.
El 2025 será un plebiscito sobre la gestión Morales-Sadir, pero también sobre la capacidad de la oposición para ofrecer algo distinto. La política jujeña no puede seguir girando en el mismo eje de promesas incumplidas y corrupción estructural. La sociedad necesita una propuesta que le devuelva la esperanza, porque, en este momento, ninguna fuerza política puede decir que tiene asegurada la victoria.