El derrumbe electoral del oficialismo provincial no es un tropiezo: es cambio de era. Con la LLA triunfando de forma categórica y el peronismo consolidado como segunda fuerza (más allá de su bifurcación entre Fuerza Patria y FPJA), el gobierno de Jujuy Crece quedó políticamente encapsulado. Si se combinan oposiciones (LLA + peronismo + izquierda), el techo real de Carlos Sadir ronda el 19%; si se computa la abstención de ~180.000 jujeños, el apoyo efectivo se acerca al 14%. Es el ocaso de gestión, con olor a pato rengo desde ahora hasta 2027.
El intento de recomposición con anuncios de obra y relato de continuidad luce fuera de timing. El votante ya emitió su veredicto: “no queremos ver más a los mismos”. En este contexto, diferenciarse dentro del peronismo (Fuerza Patria vs. FPJA) es un error estratégico: la base peronista vota unidad cuando huele poder competitivo. Seguir discutiendo siglas mientras la locomotora violeta acelera es antieconómico en términos de poder.
El oficialismo apostará a desdoblar para evitar el choque frontal con la ola nacional en 2027. Puede ganar tiempo, no destino. Desde el 10 de diciembre de 2025 habrá concejales y diputados libertarios en todo el mapa, con irradiación desde el Congreso nacional. Ese federalismo opositor capilar irá licuando el poder periférico de Jujuy Crece, sesión tras sesión, presupuesto tras presupuesto.
Advertencia necesaria: la épica anticasta no resuelve caja, empleo ni bienestar. Aun con la “asistencia externa” que evitó un colapso tres semanas atrás —según dijeron en Washington—, la mecánica social es recesiva para 2026. Concejales y diputados LLA quedarán acorralados entre promesas maximalistas y restricciones fiscales, con poca capacidad de iniciativa real. La decepción libertaria puede llegar mucho antes de la elección.
En ese vacío, el peronismo tiene la obligación empresarial de hacer lo que el mercado político premia: simplificar la oferta y profesionalizar el producto. Unidad, sí; pero unidad con contrato de gestión:
- Plan antiinflación local (precios regulados inteligentes en canasta básica provincial + logística y compras públicas transparentes).
- Alivio impositivo local al empleo (baja de tasas y contribuciones municipales/provinciales para nuevas altas).
- Clusters con nombre y apellido (agro de valor, minería responsable, logística, software–servicios) con metas trimestrales.
- Escudo social no clientelar: primera infancia, nutrición y empleo joven con tutores y indicadores públicos.
A los dirigentes reputados como “casta” les toca abdicación ordenada: abrir paso, mentorear y blindar talento. Persistir en la guerra de sellos es suicida: el elector ya no compra. El peronismo competitivo será el que atraiga independientes, ordene listas por meritocracia y territorio, y audite su propio gasto antes de pedirle esfuerzo a la sociedad.
Para el gobierno provincial, el único camino racional es gestionar la salida:
- Presupuesto base cero y tablero de control mensual con datos abiertos.
- Repriorizar obra pública a logística y servicios esenciales; congelar lo que no tenga ROI social.
- Gobierno corporativo en empresas estatales y cronograma de desinversión donde no haya sustentabilidad.
- Pactar reglas con todas las bancadas para evitar parálisis y minimizar costo social.
Jujuy entró en modo transición. El oficialismo es pato rengo (y algunos cuadros, pato preso si insisten en viejas prácticas). La LLA será pesadilla táctica para el gobierno, pero no motor estratégico del desarrollo. La ventana es del peronismo que se unifique con plan, métricas y nueva cara. El resto es nostalgia.
