La política jujeña avanza hacia un escenario decisivo el 26 de octubre de 2025, atravesada por un fenómeno nacional de polarización que ya está consolidado y que incluso podría definir un liderazgo anticipado si el gobierno nacional no logra recuperar el centro del ring. Milei, hoy grogui, arrastra consigo a sus aliados provinciales, dejando el tablero abierto para fuerzas que logren interpretar el hartazgo social.
En este marco, el peronismo jujeño tomó una decisión histórica: prescindir del sello del PJ, un partido vaciado y capturado por el centralismo porteño. A nivel nacional, Axel Kicillof ya abdujo al justicialismo como Milei a Mauricio Macri; en Jujuy, la novedad es un liderazgo surgido del sector productivo privado, que enarbola las banderas de trabajo y paz con el respaldo real de la economía local. No se trata de un slogan: es la traducción de la experiencia de quienes generan empleo, sostienen cadenas de valor y conocen el sacrificio diario de competir en un país de inflación eterna.
El oficialismo radical jujeño insiste en un discurso federalista que ya no emociona: suena hueco en los oídos de los ausentes, que son la mayoría en cada elección. La Libertad Avanza, reducida a la figura de Milei, padece el descrédito de un líder que decepcionó en tiempo récord. Y el kirchnerismo, encorsetado en la figura de Cristina Kirchner, se quedó sin banderas propias en Jujuy, incapaz de ofrecer un horizonte convincente a los ciudadanos.
La izquierda, atrapada en su dogmatismo discursivo, repite la crítica a la derecha argentina como si fuera un ritual, pero nunca logra dar pasos concretos hacia transformaciones posibles. Por eso tampoco logra conectar con un electorado juvenil que pide primer empleo, vivienda y herramientas para construir un futuro digno, no consignas vacías.
El peronismo más amplio y filoso, articulado en el Frente Primero Jujuy Avanza, emerge como la verdadera alternativa: no porque agite nostalgias, sino porque ofrece una propuesta práctica y moderna. Su candidato del sector productivo conecta con los jóvenes, promete empleo genuino y plantea la paz como valor esencial en los hogares jujeños. Ese es el tipo de mensaje que puede quebrar la apatía, convocar a los indignados y arrastrar a los ausentes hacia las urnas.
Lo que se juega en Jujuy este octubre no es solo una disputa local, sino la expresión de un cambio de ciclo político. Si Kicillof resignificó el peronismo a nivel nacional, Jujuy puede convertirse en su espejo norteño: un espacio amplio, renovado y dispuesto a integrar a todos. El desafío no está en custodiar sellos, sino en abrir las puertas al pueblo para construir un futuro de empleo, vivienda y dignidad.