El cambio de ministro de Seguridad en Jujuy no es un simple enroque de nombres. La llegada de Juan Manuel Pulleiro, un militar retirado con historial represivo en Salta, se da justo cuando el Congreso blindó el acuerdo con el FMI y el ajuste comienza a golpear con más fuerza en las provincias. ¿Casualidad o estrategia?
Pulleiro no es un desconocido en la gestión pública: fue el hombre fuerte de la seguridad en Salta durante el primer tramo del gobierno de Gustavo Sáenz, pero su salida en 2021 estuvo marcada por críticas a su dureza y estilo militarizado. Ahora, desembarca en Jujuy en medio de un clima de tensión social, con una provincia que, pese a su supuesto superávit, se prepara para un ajuste que dejará a su suerte a los trabajadores y asalariados.
La designación de Pulleiro ya generó rechazo dentro de las propias fuerzas de seguridad. La Federación Argentina de Sindicatos Policiales y Penitenciarios (FASIPP) manifestó su disconformidad, mientras que sectores de la policía y el servicio penitenciario ven con recelo a un funcionario foráneo impuesto por el gobernador Carlos Sadir. La pregunta es: ¿su misión será reforzar la seguridad o sofocar la protesta social antes de que crezca?
El contexto es innegable. En Buenos Aires se sellaba el acuerdo con el FMI, donde con astucia Bullrich desarticuló una manifestación con tácticas profesionales propias del sector militar. Nada de represión explícita, pero sí un operativo quirúrgico que impidió la concentración y diluyó el impacto visual del reclamo. Un triunfo estratégico para Patricia Bullrich, que impone su doctrina en las calles sin necesidad de balas ni gases. Para la oposición, en cambio, es un problema: la protesta fragmentada pierde peso y los reclamos quedan invisibilizados.

Jujuy, además, enfrenta otro dilema. Con la economía nacional en caída y un Estado provincial obligado a sostenerse con su propia recaudación, los servicios esenciales podrían verse afectados justo antes de las paritarias. La llegada de Pulleiro sugiere que el gobierno de Sadir no solo anticipa conflictos salariales, sino que está dispuesto a apagarlos antes de que enciendan la mecha.
El rumbo está marcado: ajuste sin anestesia y seguridad reforzada para contener el malestar social. Habrá una relativa estabilización económica, pero sin freno a la inflación ni mejoras en la calidad de vida. Lo único seguro es que en Jujuy, la mano dura ya tiene un nuevo comandante.