En Jujuy hoy el poder formal y el poder real dejaron de coincidir. Las decisiones no parecen emanar del despacho del gobernador sino de un circuito paralelo que administra influencias, veta cambios y condiciona cada gesto de la Casa de Gobierno. La institucionalidad se volvió una cáscara: las formas se cumplen, los actos se firman, pero la autoridad política está vaciada. Es la acta de defunción de un modelo que perdió legitimidad y apenas se sostiene por la inercia administrativa y los acuerdos de cúpula. La ambición desmedida de Gerardo Morales hundió a todos y podría su modelo también contaminar a los libertarios.
La realidad es brutal: un ex gobernador que sigue ocupando el centro de la escena y un gobernador que parece un invitado incómodo en su propia casa. La crítica tardía pero certera: “La institucionalidad en Jujuy está degradada y el poder real no lo ejerce el gobernador”. No es una metáfora: es el acta de defunción política de un modelo que perdió legitimidad y que apenas sobrevive por inercia.
Un gobierno sin alma ni autoridad
En Jujuy el problema ya no es sólo de gestión: es de autoridad vaciada. La legalidad permanece –hay elecciones, hay cargos, hay firmas– pero la legitimidad se evaporó.
La ciudadanía no ve a un conductor; ve a un esquema que se autoprotege, que administra sus propios privilegios y que hace equilibrio entre internas, negocios y silencios. El poder se volvió opaco, delegativo, tercerizado. Y cuando el poder real no lo ejerce quien firma los decretos, el Estado se transforma en una fachada.
LLA entra a las Cámaras: oportunidad o certificado de casta
A partir del 10 de diciembre, los legisladores de La Libertad Avanza tomarán asiento en cada cuerpo legislativo, incluida la Legislatura jujeña. No llegan a un escenario neutro: entran a una democracia erosionada, a instituciones que la sociedad mira con desconfianza y a un clima social donde la palabra “político” suena casi a insulto.
Tienen, por lo tanto, una sola bala:
o se convierten en puente entre el pueblo y las instituciones,
o quedarán pegados al mismo barro que denuncian.
Si repiten el libreto del gobierno nacional –ausente en la microeconomía, desconectado del día a día de millones, refugiado en la pantalla y el slogan– no habrá perdón posible. Serán percibidos como lo que juraron combatir: casta, débiles, paralizados cognitivos, buenos para los discursos y nulos para transformar la vida concreta de la gente.
El peronismo jujeño: cúpulas que marchan al patíbulo
El peronismo de cúpulas en Jujuy ya camina hacia el cadalso junto con el oficialismo “Jujuy Crece”. Perdió el pulso del territorio, se enamoró de sus internas, de sus egos y de su capacidad de negociar migajas con el poder de turno.
No ofrece horizonte, no formula un proyecto de Provincia, no construye liderazgo renovado. Es una maquinaria que sobrevive administrando cargos y sellos, mientras la sociedad jujeña mira a otro lado y busca alternativas. Cuando la política se reduce a un consorcio de intereses, el pueblo deja de verla como herramienta de cambio y la percibe como un club cerrado.
Un gobierno nacional no interpelado… todavía
Paradójicamente, a pesar de la recesión brutal, la inflación persistente y el abandono absoluto de la microeconomía, el gobierno nacional todavía no fue interpelado en serio desde Jujuy. Pero el desencanto avanza.
La narrativa de “ordenar la macro” ya no alcanza cuando las persianas bajan, las pymes cierran y las changas desaparecen. Sin embargo, el nivel de decepción que crece sobre la Casa Rosada aún es menor que la frustración acumulada contra el peronismo y el oficialismo provincial, incapaces de mostrar una salida.
En esta era de cambios vertiginosos, la ventana de gracia es corta: el humor social muta en semanas, no en años. Y quien no lea ese movimiento queda fuera de juego.
La izquierda y el riesgo de la inconsecuencia
La izquierda tendrá voz en la Legislatura jujeña. Eso, en términos democráticos, es saludable. Pero también allí se juega una prueba decisiva:
o rompe el paradigma de la denuncia estéril y se convierte en fuerza que articula demandas reales con iniciativas concretas,
o quedará atrapada en la inconsecuencia del discurso perfecto sin impacto real.
Quizás una epifanía la saque de la zona de confort y la obligue a traducir consignas en políticas posibles. Si no, será un actor más en la coreografía de un sistema que dice cuestionar, pero al que termina consolidando.
2027: el año del veredicto
El ciclo que se agota en Jujuy arrastra a todos: oficialismo, peronismo, libertarios y izquierda.
Quien no demuestre capacidad de escuchar, gestionar y rendir cuentas se hundirá en la misma ciénaga de desconfianza.
- Si La Libertad Avanza replica el desapego del gobierno nacional, será casta, no alternativa.
- Si el peronismo insiste en mirarse el ombligo, se disolverá como opción real.
- Si la izquierda elige la comodidad de la consigna en lugar de la eficacia, será apenas ruido de fondo.
La frase que hoy circula sobre la degradación institucional en Jujuy no es solo un diagnóstico: es una advertencia histórica.
O la dirigencia entiende que la legitimidad se reconstruye cara a cara con la gente, o 2027 no será una elección más: será el veredicto final sobre una generación completa de políticos.
La política jujeña está frente a un espejo. Lo que elija hacer con esa imagen –cambiarla o maquillarla– definirá si inaugura un nuevo ciclo o se hunde definitivamente en su propia irrelevancia.
