Kicillof: la honradez como motor del nuevo peronismo y la lápida del mileísmo

Kicillof: la honradez como motor del nuevo peronismo y la lápida del mileísmo

Axel Kicillof emerge tras las elecciones como el conductor natural de una nueva etapa política en Argentina. Su triunfo no solo reflejó adhesión social, sino la certeza de que la ciudadanía busca un liderazgo honesto, con gestión y sin estridencias. Parado sobre su propia honradez, logró algo impensado: dejar atrás al camporismo como centro gravitacional, pero sin romper con él, generando una unidad indispensable en el peronismo. Supo dialogar con los sectores duros, pero vetó los extremos y radicalizados, apostando a la gestión concreta y visible como bandera.

En contraste, Javier Milei quedó expuesto frente al mundo. Incluso medios económicos internacionales lo calificaron de manera humillante, subrayando que su plan de ajuste y motosierra ya no paga ni dentro ni fuera del país. Mientras tanto, los gobernadores de las provincias aplaudieron el triunfo de Kicillof, que interpretaron como una bocanada de oxígeno frente al asfixiante centralismo libertario. La reacción inmediata fue el compromiso del gobierno nacional con el diálogo, pero la señal es inequívoca: el tablero político cambió y la brújula apunta hacia La Plata.

Kicillof, sin gritos ni marketing vacío, mostró que se puede construir adhesión social desde la cercanía y la coherencia. Su gobierno, opuesto en todo al mileísmo, pone al centro la vida cotidiana de las familias: empleo, producción, salud, educación y dignidad. Ese modelo, alejado de dogmatismos y experimentos financieros, se proyecta con fuerza hacia octubre, con altas probabilidades de convertirse en la llave para derrotar definitivamente al experimento libertario.

La política argentina entra así en una nueva fase. La derrota de Milei no fue solo electoral, fue también cultural y simbólica: la sociedad argentina dijo basta al ajuste interminable y al desprecio por los más vulnerables. El mensaje fue claro: el futuro no está en la motosierra, sino en la construcción de consensos, en la unidad nacional y en liderazgos que, como el de Kicillof, entienden que gobernar es servir, no destruir.

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