Kicillof rompe el techo kirchnerista y sale a disputar 2027: nace el peronismo “siglo XXI”

Kicillof rompe el techo kirchnerista y sale a disputar 2027: nace el peronismo “siglo XXI”

Axel Kicillof tomó una decisión política mayor: dejar de orbitar la interna eterna y ponerse al frente de una construcción que ya no se conforma con “resistir”, sino que busca competir de verdad contra Javier Milei en 2027. El mensaje fue explícito: “hay que construir una alternativa nacional” y hacerlo sin sectarismos, ampliando la base más allá del perímetro bonaerense y, sobre todo, más allá del peronismo que se habla a sí mismo.

El dato político no es menor: esa frase funciona como parteaguas. En la práctica, Kicillof está diciendo que el ciclo de conducción “de apellido” —Cristina y Máximo como centro gravitacional— ya no alcanza para ordenar, entusiasmar y ganar. Y lo hace con un movimiento propio (Movimiento Derecho al Futuro / MDF), que empieza a buscar volumen federal y proyección nacional, en medio de una interna abierta por el control del PJ bonaerense.

Ahí aparece lo más incómodo para el kirchnerismo tradicional: la renovación dejó de ser una consigna y pasó a ser un operativo real. Kicillof no está fundando “otro peronismo” por capricho; está intentando rearmar el contrato político con una sociedad que —tras años de frustración— percibe a la dirigencia como un sistema que discute cargos mientras la vida cotidiana se encarece. Y en ese terreno, Milei sigue capitalizando algo potente: la idea de que “la vieja política” no sirve, incluso cuando su modelo enfría la economía y tensiona el consumo. El desafío del gobernador bonaerense es desactivar esa narrativa sin caer en el museo: no alcanza con indignarse; hay que ofrecer futuro.

El punto ciego: juventud sin horizonte, alternativa sin músculo

Si Kicillof pretende ser “el peronismo del siglo XXI”, tiene una obligación estratégica: propuesta con densidad para las juventudes. No marketing. Densidad.

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Porque las nuevas generaciones no demandan solamente “derechos”: demandan trayectoria. Trabajo real, movilidad social, acceso a vivienda, formación técnica, crédito productivo, y un Estado que funcione como plataforma —no como laberinto— para emprender, estudiar, exportar talento y vivir con previsibilidad. Si esa ecuación no aparece, la alternativa nacional corre el riesgo de convertirse en un rejunte defensivo: útil para la foto, débil para ganar.

Kicillof, además, está en una frontera política delicada: necesita diferenciarse del pasado sin dinamitar la identidad peronista. Por eso insiste en “actualizar banderas” y en hablarle a “todos los argentinos”, no sólo al núcleo duro. Ese giro es, justamente, lo que marca distancia del kirchnerismo como lenguaje cerrado y, a la vez, lo que puede darle escala nacional.

Lo que se juega en 2027

En términos de poder, Kicillof está intentando algo que el peronismo post-2015 no logró consolidar: una conducción competitiva con lógica de gestión y armado federal, sin quedar rehén de una interna que le regala tiempo al oficialismo.

La pregunta de fondo no es si el kirchnerismo “terminó” (las identidades no se apagan de un día para otro). La pregunta real es otra: ¿quién puede construir mayoría social nueva? Si la respuesta no incluye a los jóvenes, a las clases medias rotas, al laburante informal, al interior productivo y al emprendedor que hoy siente que nada cierra, entonces Milei llega a 2027 con ventaja cultural, aun con economía fría.

Kicillof eligió el campo de batalla: alternativa nacional, ampliación, futuro. Ahora tiene que cumplir la segunda parte: contenido, ejecución, credibilidad. Porque sin eso, no hay épica que aguante.

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