La Argentina que expulsa a sus hijos

La Argentina que expulsa a sus hijos

Por Jorge A. Lindon // Hay una palabra que aún no se animan a pronunciar en voz alta. Pero ya se escucha en los pasillos de las universidades, en los grupos de WhatsApp de jóvenes profesionales, en las familias que ven a sus hijos empacar lo poco que tienen: éxodo. Lo que para Venezuela fue el desenlace trágico de una implosión social, en Argentina comienza a perfilarse como una consecuencia inevitable de un modelo que no solo no incluye, sino que descarta activamente a millones.

La motosierra encendida por el gobierno de Javier Milei no corta privilegios, como prometía, sino que cercena esperanzas. Hoy hay al menos 15 millones de argentinos que este programa económico considera prescindibles. No lo dice de forma explícita, pero lo ejecuta cada día en forma de despidos, tarifas impagables, universidades famélicas, jubilaciones miserables y alquileres imposibles. Una Argentina donde ya no hay lugar para los jóvenes, para los científicos, para los docentes, para los trabajadores ni para los emprendedores.

Una juventud sin retorno

Según datos recientes, los jóvenes argentinos destinan más de la mitad de su sueldo solo para alquilar un monoambiente. La mitad de su vida, hipotecada en un rincón sin futuro. El resultado es un fenómeno silencioso pero devastador: millones de jóvenes condenados a regresar a la casa de sus padres, o a nunca poder salir de ella. No por falta de mérito, ni por pereza, sino porque el modelo económico les niega sistemáticamente el retorno mínimo a su esfuerzo. Innovar, trabajar, estudiar… nada alcanza cuando los mercados inmobiliarios, laborales y financieros están diseñados para devorar al más débil.

El 70% de la sociedad está endeudada. Sí: siete de cada diez argentinos le deben dinero al banco, a la tarjeta o a un familiar. Y mientras la inflación parece estabilizarse en los números del INDEC, los intereses que cobran los bancos siguen altísimos. ¿Por qué? Porque no le creen al gobierno, ni a su plan, porque ven en esta arquitectura un esquema insustentable que juega a tensar el sistema hasta el colapso.

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El país que expulsa saberes

El éxodo ya comenzó por arriba: científicos, investigadores, docentes de excelencia, profesionales calificados están dejando sus cargos —o el país— empujados por el ajuste brutal a las universidades y la paralización de la ciencia. Las estructuras públicas y privadas pierden capital humano a una velocidad alarmante. Lo que Milei considera “gasto improductivo”, es, en verdad, el último bastión de una nación con futuro.

Y luego vendrán los demás. Porque si ya no hay industria (la motosierra la cortó en seco), si no hay obra pública, si no hay inversión real (el RIGI aún no aterriza en provincias como Jujuy), si no hay protección, ni redistribución, ni movilidad social ascendente… ¿qué queda para el pueblo argentino sino huir?

No hablamos solo de migrar por gusto o por oportunidades, sino de un exilio forzado, donde miles —millones— se irán a buscar un trabajo en cualquier parte del mundo, desde Ushuaia hasta Barcelona, desde Tilcara hasta Santiago de Chile, desde Córdoba hasta Montevideo. Y ya no será solo “la fuga de cerebros”. Será la fuga del trabajador, del docente, del comerciante, del albañil. Una migración por supervivencia.

El modelo sin consumo es un sin sentido

El liberalismo puede ser atractivo en un paper, pero sin poder adquisitivo, sin salarios, sin derechos, sin consumo, es una entelequia ideológica que se desploma al contacto con la realidad. No hay capitalismo sin consumidores. No hay libertad en la miseria. No hay país sin su gente. Lo que Milei parece ignorar es que una Argentina achicada hasta el absurdo no es eficiente: es inviable.

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La motosierra no está podando un árbol para que crezca más fuerte. La está talando. Y bajo esa lógica, pronto no quedará sombra para nadie.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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