La Carne Viva del Ajuste: Cuando el Presupuesto Nacional es un Decreto de Muerte para las Provincias

La Carne Viva del Ajuste: Cuando el Presupuesto Nacional es un Decreto de Muerte para las Provincias

Por Jorge Lindon // Hoy, mientras el Congreso intenta debatir la Ley Madre –el Presupuesto 2026–, la ficción democrática se desmorona. Sabemos, por cruda experiencia y por las filtraciones a medios serios, que este gobierno opera con un manual bifronte: lo que no logre en el recinto lo impondrá por decreto. La pulseada legislativa es apenas un teatro para distraer de la cirugía mayor que ya está programada.

La consecuencia es una perversidad institucional de manual. Provincias y municipios, esos fantasmas olvidados del federalismo, hoy redactan presupuestos inútiles. Son papeles mojados ante la realidad restrictiva que bajará, cual guillotina, desde Nación. Su planeamiento es un ejercicio de adivinación bajo la espada de Damocles del recorte central.

Ante este vacío, varios intendentes y gobernadores, expertos en sobrevivencia política, ya movieron sus piezas. La única variable constante en su ecuación es el bolsillo popular: nuevos aumentos de tasas municipales, más gravámenes locales. El pueblo, una vez más, paga la fiesta que no disfruta y sufre el ajuste que no votó.

Estamos, sin ambages, en la era de la crueldad técnica. El ejecutivo ha dejado en claro que insistirá, vía decreto, en desmantelar pilares sociales. La ley de Financiamiento Universitario y la Ley de Discapacidad están en la mira. Es un doble golpe de cinismo: estrangulan el futuro estratégico del país y exhiben una inhumanidad a escala colosal.

Pero hay otra urgencia sórdida detrás del apuro presupuestario: la autorización para la emisión monetaria. Sí, la misma que este gobierno demonizó para llegar al poder. La hipocresía tiene pies de barro: no pueden colocar deuda en los mercados internacionales sin el aval de un presupuesto, y necesitan la maquinita de imprimir para cubrir los agujeros que ellos mismos ahondaron.

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Esta necesidad desesperada de emitir revela la trampa en la que se metieron: prometieron orden y terminaron en el laberinto de la deuda; juraron acabar con la inflación y ahora claman por la herramienta que más la alimenta. Es el círculo vicioso de un dogma económico que choca contra el muro de la realidad.

Las horas que corren son críticas, no solo en términos políticos, sino como un polvorín social de presión y decepción acumulada. La incertidumbre no es un fenómeno meteorológico; es el termómetro que mide la incapacidad de un gobierno para construir consensos y gobernar dentro de la ley.

El pulso entre el Congreso y la Rosada es, en el fondo, un forcejeo por el poder real. ¿Mandarán los representantes votados por el pueblo o primará la voluntad unilateral de un escritorio? Cada decreto que suplante la ley será un clavo más en el ataúd de la República.

Lo que se define esta semana es qué país quedará en pie después del ajuste. Uno donde las universidades y las personas con discapacidad son el costo a pagar, donde los municipios son meros administradores de la miseria, y donde la emisión sin control es la confesión última del fracaso.

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