Argentina atraviesa una de las etapas más intensas y polarizadas desde el retorno de la democracia. El gobierno de Javier Milei, con su avanzada ultraliberal y su lógica de crueldad estatal planificada, ha desatado una tormenta política y social que ha reactivado las fibras más profundas del movimiento peronista. El choque de trenes ya no es una metáfora: es una realidad palpable entre el desmantelamiento del Estado y la resistencia popular.
Con un ajuste fiscal que se presenta como «inevitable», pero que solo castiga a los jubilados, científicos, personas con discapacidad y trabajadores esenciales, el gobierno libertario ha decidido transferir riqueza del conjunto de la población hacia el 1% más rico, eliminando impuestos como Bienes Personales que apenas representaban el 0,4% del PBI. Al mismo tiempo, se niega un aumento mínimo a jubilaciones, que cuesta exactamente lo mismo. La decisión es política, no contable: Milei eligió a los ricos.
Pero la sociedad empezó a responder. La última manifestación frente al Congreso marcó un hito: el gobierno no pudo reprimir, el protocolo Bullrich quedó en pausa, y la oposición logró aprobar en Diputados una serie de medidas clave como la prórroga de moratorias, la declaración de emergencia en discapacidad y una mejora en los bonos jubilatorios. El peronismo mostró que aún puede construir mayoría en las cámaras, articular fuerzas y, sobre todo, encender nuevamente la llama de la justicia social.
En paralelo, la prensa es perseguida, judicializada y empobrecida. La denuncia penal que Javier Milei impulsó contra un periodista fue desestimada por el juez Rafecas por «inexistencia de delito», ratificando que la crítica política forma parte esencial de la libertad de expresión. Más de 600 comunicadores firmaron la misma nota que originó la denuncia, desafiando al poder con una convicción coral. La libertad no se negocia, y tampoco se reprime con miedo.
El Estado, en manos de Milei, se convierte en una maquinaria de ensañamiento con todo lo público que funciona: hospitales, universidades, investigación, cultura. El Hospital Garrahan, ejemplo mundial de medicina pediátrica, fue vaciado presupuestariamente, y sus residentes fueron obligados a retornar al trabajo con amenazas. El gobierno celebra su “triunfo” mientras los médicos cobran 3.000 pesos por hora para salvar vidas.
Lilia Lemoine, diputada libertaria y portavoz no oficial del presidente, sintetizó la lógica brutal: “Si estudias medicina, sabé que vas a cobrar una mierda. Hubieras estudiado otra cosa.” La doctrina Milei no es sólo antiperonista. Es antisolidaria, antiigualitaria, antihumana. Y es allí donde renace el peronismo: en la necesidad de un país que abrace, contenga y garantice derechos.
El choque es inevitable, porque las ideas no se matan con slogans. Se enfrentan con movilización, organización y proyecto. La plaza del Congreso lo demuestra. El pueblo peronista —con sus errores y derrotas a cuestas— ha despertado. Y ante la amenaza de una Argentina privatizada y desigual, vuelve a gritar: la patria no se vende.