La deuda como verdugo: dos frentes, un solo final

La deuda como verdugo: dos frentes, un solo final

Perico Noticias // La Argentina vuelve a arrodillarse. Esta vez no sólo frente al Fondo Monetario Internacional, sino también ante el Tesoro de Estados Unidos, en un doble frente que desnuda la fragilidad de un país sin reservas, sin margen y con una economía en recesión que sangra por todos lados.

La noticia del supuesto préstamo de 30.000 millones de dólares del Tesoro estadounidense, presentado como un “rescate” para cubrir vencimientos y fortalecer reservas, no es más que un nuevo grillete. No existe dinero gratis. Menos aún cuando proviene del corazón financiero de Washington.

Aceptar esa “ayuda” significa expulsar a China del tablero argentino: el principal comprador de minerales y motor de economías provinciales quedaría desplazado en nombre de un alineamiento geopolítico que poco entiende de realidades locales. El interior productivo, que depende de esa relación, sufriría una caída brutal, una recesión aún más dolorosa que la actual.

Las provincias son las primeras en quedar bajo la guillotina. Sin China como comprador de minerales y sin inversiones en infraestructura, la Puna, la Patagonia y el NOA entran en zona terminal: regalías evaporadas, exportaciones frenadas y presupuestos que ya no alcanzan ni para pagar sueldos básicos. El préstamo del Tesoro no traerá alivio al interior, traerá asfixia, porque Nación seguirá derivando recursos al pago de deuda mientras las provincias verán cómo se recortan transferencias y se congelan obras esenciales.

El ajuste no terminará aquí: se profundizará. Con una recaudación estancada y gobernadores atados de manos, la única “salida” que les dejará el modelo será más deuda local y más presión impositiva sobre economías que ya no soportan otro golpe. El llamado carry trade —capitales golondrina que entran y salen especulando con tasas y dólar— seguirá drenando riqueza sin generar un solo empleo real. El resultado: provincias en estado de terapia intensiva, condenadas a mirar cómo sus recursos se fugan mientras la Nación sólo se concentra en sostener el relato de la estabilidad ficticia.

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Pero el problema es más profundo: los dólares del Tesoro no vendrán a reactivar la economía ni a generar empleo. Están destinados a pagar deudas, a sostener un dólar que ya alcanzó los 1.500 pesos y a prolongar artificialmente una agonía que el propio pueblo sabe que no puede durar.

Se abre así una doble tenaza: por un lado, el FMI; por el otro, Washington. Dos frentes, dos acreedores, un solo destino: la entrega. En el medio, un gobierno que insiste en ajustar, en recortar, en asfixiar, sin ofrecer un horizonte de recuperación. Milei no cambiará su rumbo, no retrocederá un milímetro. Al contrario: profundizará el malestar, y octubre amenaza con ser la caja de resonancia de esa bronca acumulada.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Trump pierde sus apuestas simbólicas con Zelenski, Netanyahu y hasta con el propio Milei. El pueblo norteamericano se cansa de financiar guerras, dictaduras disfrazadas de “liberalismo” y aventuras geopolíticas sin retorno. Y aquí, en esta tierra golpeada, se intenta instalar la ilusión de un rescate que en realidad se parece demasiado a un fusilamiento financiero.

No hay épica en tomar deuda para pagar deuda. No hay salvación en hipotecar soberanía para comprar tiempo. Sólo hay un veredicto: la deuda como verdugo, y un país atrapado entre dos frentes que conducen al mismo final.

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