«La farsa libertaria: Argentina despierta del experimento Milei entre estafas, pobreza y una nueva decepción nacional»

«La farsa libertaria: Argentina despierta del experimento Milei entre estafas, pobreza y una nueva decepción nacional»

¿Qué es lo que más te preocupa hoy en Jujuy?

Por Redacción Perico Noticias // Argentina está despertando. Y lo que ve, duele. El “fenómeno libertario” que irrumpió como una tormenta emocional en medio del hartazgo político, se desinfla con la velocidad de un globo pinchado. Los números no mienten: según un reciente informe de La Política Online, el rechazo a la gestión de Javier Milei ya roza el 60%. El pueblo que, con razón, creyó encontrar en el outsider la venganza contra una casta devoradora, empieza a vislumbrar que lo que votó no fue una revolución moral, sino un experimento brutal con forma de reality show presidencial.

El “cripto-gate” lo expuso: detrás del personaje caricaturesco, había un hombre común, envuelto en negociados digitales, cruce de favores, triangulaciones dudosas y delirios místicos que hoy resultan ofensivos frente a la crudeza del hambre. Un estafador de pasillo financiero, convertido en mesías de TikTok, que vendía salvación mientras recitaba mantras de autoayuda monetarista.

Pero más allá del escándalo puntual, lo que se desnuda es un modelo. Uno que prometía libertad y entrega soberanía al FMI; que juraba independencia económica y se arrodilla para pedir dólares caros; que decía “sacamos a 10 millones de argentinos de la pobreza”, mientras la inseguridad explota en cada barrio y los comedores cierran por falta de recursos. La gente sabe lo que ve. Y lo que ve no es crecimiento: es hambre, miedo, desesperación.

Hoy se ve claro: la “libertad” fue apenas un nombre de campaña para encubrir el ajuste más salvaje de los últimos 40 años. Se ve en las calles desiertas del interior profundo, en los hospitales sin insumos, en los docentes que cobran menos que un alquiler, en los jubilados que eligen entre el pan o los remedios. El rebote inflacionario pulverizó los salarios y los precios mayoristas suben casi un 50% en un solo mes. No hay magia. No hay plan. Hay mercado crudo y un presidente jugando al algoritmo.

A esto se suma la percepción creciente de que la corrupción —esa que tanto se combatía en el discurso— sigue viva, solo que ahora disfrazada de tecnocracia, de especulación con criptomonedas, de negocios en la sombra sin control parlamentario. La pureza prometida se esfumó entre bitcoins y operaciones offshore. El hartazgo que gestó al libertario, lo está enterrando.

Y en este contexto, muchos de los votantes de Milei comienzan a dudar, a cuestionar, a reclamar. No por traición, sino por necesidad. Porque el hambre no tiene ideología. Porque el dolor no se tuitea. Porque la decepción, cuando es doble, duele más: los gobiernos anteriores se hundieron en su propia ceguera, pero este gobierno se está derrumbando por la insensibilidad de su diseño.

No se trata de celebrar una caída. Se trata de mirar de frente el fracaso. Y sobre todo, de abrir un nuevo horizonte: uno donde la política recupere el sentido de lo humano, donde el Estado no sea sinónimo de enemigo, y donde las decisiones públicas se tomen con empatía, sin algoritmos ni resentimiento.

El país está a tiempo. Tal vez esta decepción, tan brutal como necesaria, sea el paso previo para reconstruir lo que nunca debimos perder: un proyecto colectivo con justicia social, memoria activa y soberanía real. Porque del cielo no llegó nadie. Pero desde abajo, desde las heridas, todavía podemos parir otro futuro.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *