La economía del tabaco en Jujuy —y por extensión en todo el NOA— atraviesa un momento de extrema fragilidad. Lo que alguna vez fue un símbolo de organización, productividad y modelo replicable, hoy tambalea al borde de una crisis sistémica. Y no por falta de lucha, ni por carencia de dirección, sino por la tormenta perfecta que combina inflación, atraso en los pagos, evasión fiscal, competencia desigual, caída de precios y un contexto global adverso que pulveriza cualquier previsibilidad.
“El sector está viviendo un escenario complicado, se juntó todo”, reconoció con crudeza Pedro Pascuttini, presidente de la Cámara del Tabaco de Jujuy. Y no exagera. Tarifas imposibles, mano de obra escasa y costosa y un ecosistema normativo que exige reingeniería urgente. La situación es tan grave que muchos productores —como advirtió el salteño Chicho Mazone— ya no plantan. “El productor que vive solo del tabaco hoy no tiene horizonte. Así no se puede seguir”, lanzó sin rodeos.
Un modelo que resiste… pero a costa de su alma
Jujuy aún conserva una red institucional única: lucha antigranizo, sistema de seguros, convenio de corresponsabilidad gremial, mecanismos de asociativismo. “Pocas regiones tienen esta estructura. Pero todo esto cuesta, y si no hay ingresos para sostenerlo, la estructura se vuelve jaula”, explica Pascuttini. Aun así, la Cámara del Tabaco se planta: sigue buscando consensos, impulsando encuentros con productores y gestionando ante Nación y Provincia el cumplimiento de los compromisos asumidos. Porque como advierte el dirigente: “Nadie se salva solo. Necesitamos al Estado y también necesitamos unidad interna”.
Ese pedido no es una fórmula. Es una advertencia. El FET, columna vertebral del sector, ha sufrido un proceso de compresión alarmante: por la evasión, por el accionar especulativo de firmas como Tabacalera Sarandí, por el aumento abrupto de participación de otras provincias como Misiones, que superó los 37 millones de kilogramos y desplazó a Jujuy en el reparto. En este contexto, celebramos que ARCA y la justicia comiencen a actuar, pero los tiempos legales no son los tiempos del campo. Y como dijo Pascuttini: “Esto debe resolverse ya, o tendrá consecuencias jurídicas y económicas”.
La industria no puede mirar al costado
No basta con que Nación haya enviado las transferencias, las empresas acopiadoras deben liquidar los fondos con urgencia, deben ser responsables y garantizar que el productor reciba lo que le corresponde. Cualquier demora genera más deuda, más desesperanza, más abandono. Y, sobre todo, rompe el frágil equilibrio de una actividad que sostiene a miles de familias con empleo genuino.
Como bien señaló Mazone, en el tabaco se juega mucho más que la cosecha: se juega la sobrevivencia de un sistema regional de mano de obra intensiva, que aún hoy da pelea en zonas donde la caña, la fruta o la verdura han claudicado ante la falta de competitividad. Que una economía regional que da trabajo, paga impuestos y se tecnifica, sea sacrificada por desidia administrativa o mezquindades políticas, sería un crimen económico y social.