“La implosión de los hermanos Milei: cuando el poder se convierte en un suicidio político”

“La implosión de los hermanos Milei: cuando el poder se convierte en un suicidio político”

Argentina asiste a un espectáculo pocas veces visto en democracia: un país gobernado por dos hermanos encerrados en un delirio de poder, desangrando la esperanza de millones de argentinos que, ingenuamente, confiaron en que la motosierra traería orden. Lo que trajo fue hecatombe.

El 3% de Karina Milei, el delito internacional con Libra, la caja negra del poder administrada como botín familiar, son solo la punta del iceberg. El verdadero crimen fue más profundo: vapulear jubilados, condenar a discapacitados, censurar la educación pública y abrazar una política de descarte humano que solo podía terminar en terapia intensiva nacional.

Javier Milei, sostenido apenas por un respirador del FMI, cree que todavía tiene aire. No advierte que ese oxígeno prestado se corta el 26 de octubre, cuando la guillotina popular se active en las urnas. Ya no hay épica, ni motosierra, ni perros clonados que sirvan: lo que queda es el vacío absoluto de un poder reducido a caprichos de hermanos.

La implosión es total. Lo que debía ser el cambio se transformó en un suicidio político en cámara lenta. Nunca antes la tensión social había hervido tanto: el oficialismo perdió aliados, perdió crédito, perdió hasta a los propios. Lo único que no perdió fue la soberbia. Y la soberbia en política es el prólogo de la caída.

La mayoría de los argentinos hoy busca sensatez, orden y justicia social. La brújula apunta, inevitablemente, hacia Axel Kicillof, quien con un modelo productivo y proteccionista ofrece un horizonte frente a la devastación libertaria. No es un salto al vacío: es la opción de volver a un país que defienda el trabajo, la industria y la dignidad.

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En Jujuy, la historia se repite. La provincia, empobrecida por un modelo prebendario y loteado para unos pocos, también se aproxima al derrumbe. No hay pactos de Mayo que salven a Sadir ni a los que juraron equilibrio fiscal de cartón. El mismo 26 de octubre que sentencia a Milei, encenderá también la hoguera de los que creyeron gobernar a espaldas del pueblo.

Argentina está al borde, sí. Pero de ese borde puede emerger la resurrección peronista. El final de los Milei no será una transición: será una advertencia histórica. Los pueblos no se suicidan, los pueblos se rebelan. Y cuando lo hacen, la guillotina siempre cae.

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