Este 9 de julio, mientras muchos funcionarios del país repiten discursos acartonados o se esconden en silencios vergonzosos frente al ajuste que desangra a los pueblos, el intendente de La Quiaca, Dante Velázquez, pronunció uno de los discursos más conmovedores, valientes y reveladores de esta fecha patria. Desde la altura simbólica e histórica de la ciudad más septentrional del país, le habló al país real, al que sufre, al que lucha, al que no resigna la esperanza.

Velázquez no se limitó a los laureles del pasado, trajo el legado emancipador del 9 de julio de 1816 al tiempo presente, donde la independencia no se declara, se defiende. Con una claridad que muchos prefieren eludir, expresó:
“¿Cómo seguir cimentando la independencia en tiempos tan crueles, tan difíciles como los que vivimos?”
En una época donde se recortan derechos con bisturí de tecnócrata ciego, donde la educación pública es tratada como un gasto y la salud como un privilegio, Velázquez elevó su voz en defensa de los trabajadores, los docentes, los pueblos originarios, los nadies que, como en 1816, siguen poniendo el cuerpo para sostener la dignidad de la patria.
Una historia que interpela al presente
Rememorando el proceso emancipador, el intendente recordó que la independencia no fue una concesión, sino el resultado de una lucha tensa, compleja y profundamente territorial.
“La patria nace pobre, nace en la cocina de una mujer que sabía hacer empanadas. Como Jesús, que no tenía dónde nacer. Así también nació la Argentina.”
Esa metáfora no es sólo bella: es profundamente política. Porque hoy, como entonces, la soberanía nace desde abajo, desde las márgenes, desde las periferias como La Quiaca, que pese a su olvido histórico, sigue siendo testigo y protagonista de la verdadera argentinidad.
Un llamado a la justicia federal: basta de mutilaciones
En uno de los momentos más intensos del discurso, Velázquez se plantó sin medias tintas contra el centralismo excluyente y la injusticia de la coparticipación provincial:
“La ley de coparticipación no puede ser sólo para pagar sueldos. Debe incluir infraestructura, educación, salud, desarrollo local. Los pueblos lejanos no pueden seguir siendo castigados por estar lejos del centro.”
Ningún otro intendente del norte argentino se animó a tanto. Mientras otros titubean, Velázquez exige un debate profundo sobre el federalismo fiscal, exigiendo lo que a La Quiaca le corresponde por derecho, no por limosna.
“Los pueblos no mueren por pobreza, sino por indiferencia”
Su homenaje a los docentes, los enfermos, los vecinos que luchan por un club, una biblioteca, una calle asfaltada, fue un canto a la dignidad colectiva.
“No podemos hablar de democracia si no garantizamos responsabilidades ciudadanas, si no nos hacemos cargo de cimentar la libertad cada día.”
Velázquez no pidió ajuste. No pidió paciencia. No pidió resignación. Pidió justicia. Pidió equidad. Pidió coraje.
San Martín y Belgrano, presentes en La Quiaca
Al cerrar su intervención, evocó a José de San Martín con una cita que se volvió bandera:
“Algún día la patria contará que fue construida por pobres, por los hijos de los pobres, por nuestros indios y nuestros negros, que nunca más volverán a ser esclavos.”
En tiempos donde se intenta invisibilizar la memoria, Velázquez recordó que la independencia no está terminada, que cada día debe ser construida con participación, solidaridad, diálogo y lucha. Frente al despojo y la entrega, propuso comunidad. Frente al ajuste inútil, propuso organización. Frente al miedo, propuso esperanza.
Desde el borde norte, un centro moral para toda la Argentina
En este aniversario 208°, La Quiaca fue faro. Porque como dijo el propio Velázquez, “tenemos que abrazarnos para que nuestro pueblo sea más libre, más justo y más soberano.” Y porque cuando el país se enmudece, el norte tiene el deber de gritar.
Que viva la independencia, sí.
Pero que viva con contenido.
Que viva con justicia.
Y que viva también con un Intendente comprometido, que desde la altura olvidada, nos recordó que el 9 de julio no es pasado: es mandato.