La reciente instalación de la empresa china Tsingshan Mining Development S.A. en el Parque Industrial de Perico, Jujuy, ha sido presentada por el gobierno provincial como una oportunidad de desarrollo económico. Sin embargo, un análisis detallado revela que esta planta química podría desencadenar una crisis ambiental y económica sin precedentes en la región.
Consumo desmesurado de agua: una sentencia de muerte para la agricultura local
La producción de soda cáustica y cloruro de hidrógeno, productos que Tsingshan planea manufacturar, es conocida por su elevado consumo de agua. Aunque no se han proporcionado cifras exactas para esta planta en particular, se pueden hacer estimaciones basadas en proyectos similares. Por ejemplo, una planta de hidrógeno verde en España planea consumir aproximadamente 350 millones de litros de agua al año, superando el consumo anual de toda la localidad. Si extrapolamos estos datos al caso jujeño, es razonable inferir que la planta de Tsingshan requerirá volúmenes equivalentes o mayores, drenando los recursos hídricos que hoy sostienen a la producción agrícola del Valle de Perico.
Este nivel de consumo representa una amenaza directa para la agricultura regional. La competencia por el agua podría llevar al colapso de cultivos clave y provocar una migración forzada de productores que ya enfrentan márgenes ajustados por inflación, falta de infraestructura y presión tributaria.
No es un parque industrial: es una planta química encubierta
Lo que en los papeles se presenta como un «parque industrial», en la práctica se ha convertido en una planta química a gran escala disfrazada, cuyo objetivo real no es industrializar la producción local, sino abastecer a los complejos mineros de litio del norte. Este disfraz institucional le permite a Tsingshan evitar controles ambientales más exigentes, omitir auditorías de impacto y eludir cuestionamientos legales y sociales. Ya no se trata de un espacio para el desarrollo de la economía regional, sino de un enclave químico peligroso, camuflado en una figura jurídica funcional al extractivismo.
Contaminación ambiental: el precio oculto del progreso
La producción de estos insumos industriales no sólo consume agua en cantidades exorbitantes, sino que genera residuos tóxicos. En un entorno sin redes de tratamiento de efluentes, ni protocolos de gestión de residuos químicos, los riesgos se multiplican. Aguas subterráneas contaminadas, suelos estériles y aire degradado podrían ser el legado irreversible de esta “inversión”.
Inversión millonaria, beneficios cuestionables
El gobierno jujeño ha desembolsado más de 1.200 millones de pesos para ampliar este “parque industrial”, sumando 14 hectáreas. La expectativa de apenas 1.000 empleos directos pone en entredicho la eficiencia del gasto público. A la fecha, solo 260 empleos fueron generados, la mayoría precarizados y sin valor agregado para las economías regionales.
Y mientras se priorizan empresas foráneas, el desarrollo de infraestructura para empacado, transferencia o industrialización agrícola autóctona sigue ausente. Sin playas de carga, sin conectividad férrea adecuada, sin acceso eléctrico garantizado, el proyecto carece de bases estructurales y vocación productiva local.
¿Desarrollo o devastación?
El desembarco de Tsingshan en Perico no representa desarrollo, sino sometimiento a una lógica extractivista que hipotecará el futuro de las comunidades locales. Es urgente que las autoridades provinciales dejen de rendir pleitesía a capitales que no respetan el ambiente ni a los pueblos y que la ciudadanía tome conciencia de que se está entregando agua, tierra y salud a cambio de un puñado de empleos y muchas promesas vacías.
Los jujeños, especialmente los periqueños, no necesitan un enclave tóxico que sirva a la minería y condene al agro. Necesitan políticas que agreguen valor a lo que sabemos hacer: producir alimentos, trabajar la tierra, sostener familias. Hoy, el Parque Industrial de Perico no es más que una gran planta química encubierta, y eso debe denunciarse con firmeza.