La Justicia Social no se veta: la caída moral de Milei y el amanecer del peronismo

La Justicia Social no se veta: la caída moral de Milei y el amanecer del peronismo

Estamos siendo testigos, en vivo y en directo, de la descomposición de un gobierno. Lo advirtió el propio De Loredo en medio de la sesión: “si el gobierno sigue perdiendo votaciones, corre el riesgo de caerse”. No lo dijo un opositor encendido, lo dijo un aliado aterrado.

Hoy Milei es un boxeador exhausto, con los brazos pesados, que ya no puede cubrirse. Le entran todas las manos: en el Congreso, en la calle, en la economía. Se acabó el tiempo del verso libertario: el pueblo ya giró el volante y el Congreso confirmó el volantazo.

El veto fue más que un gesto administrativo: fue el espejo que devolvió la imagen de un modelo agotado. El gobierno no consiguió ni un cuarto de los votos para sostener sus caprichos contra universidades y hospitales. Lo que cayó no fue un presupuesto: cayó la careta de un modelo que desprecia la justicia social.

Y en ese vacío emerge una certeza: la justicia social no se veta. El Garrahan no se negocia. La universidad pública no se rifa. El futuro de los niños y de los trabajadores no se juega a la ruleta de la motosierra.

Las provincias se imponen, los gobernadores no pueden seguir cargando sobre sus espaldas el costo del ajuste. Los votos lo confirmaron: los mismos que antes acompañaban, hoy le soltaron la mano al Presidente. No porque el peronismo los arrastrara, sino porque los pueblos de esas provincias les marcaron el camino.

Mientras Milei insiste en su cruzada de soberbia, poderes extranjeros empiezan a enviar señales simpáticas al peronismo: saben leer los tiempos, saben cuándo un gobierno se cae y cuándo otro proyecto empieza a tomar cuerpo. Y ese proyecto ya asoma en el horizonte con nombre propio: el peronismo, con su doctrina de justicia social, vuelve a ser brújula en medio del derrumbe.

  “El veto es al modelo, es a Milei: las provincias se imponen, el pueblo ya dio el volantazo”

La realidad devora la fantasía anarco-capitalista. Estamos en los subsuelos de la economía, en la cornisa institucional, en el temblor político más grande de los últimos años. Y cuando la historia pide relevo, el pueblo lo da.

Que no se confunda Milei: no es el Congreso el que lo derrota, es la vida misma. Es la olla vacía, es el hospital sin insumos, es el estudiante sin beca. Son millones que ya dijeron basta.

El peronismo no grita venganza, grita esperanza. Porque mientras Milei se derrumba, el pueblo peronista despierta, toma cuerpo y alza su voz: la justicia social no se veta, la Argentina no se vende.

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