La juventud como chivo expiatorio: el circo político de Perico

La juventud como chivo expiatorio: el circo político de Perico

Redacción Perico Noticias // En un movimiento que podría describirse como una maniobra de distracción digna de un guion de comedia política, desde el Concejo Deliberante de la ciudad de Perico propondrán implementar fuertes multas y modificar los horarios de los bailes dominicales como solución a los problemas de la localidad tabacalera. Una medida que, si bien busca aparentar seriedad, carece de profundidad y, lo que es peor, señala a la juventud como la raíz de los problemas de inseguridad y descontrol social.

Pero seamos claros: el problema no son los bailes, el problema es la dirigencia política que ha fallado una y otra vez en construir un futuro digno para nuestros jóvenes.


Prohibir no es solucionar

Cambiar horarios o imponer restricciones a los bailes no evitará que los jóvenes busquen alternativas para socializar, ni mucho menos solucionará los problemas estructurales de la ciudad. ¿Se terminará el exilio de jóvenes desocupados porque no podrán bailar los domingos? Difícilmente. En una ciudad donde las oportunidades laborales son nulas y la educación no es prioridad, la juventud queda condenada al ocio sin opciones constructivas.

Es importante recordar que las políticas punitivistas siempre tienen un efecto: criminalizar a quienes ya están en una situación de vulnerabilidad. Si realmente se quiere cuidar a los jóvenes, ¿dónde están los programas de empleo juvenil, las capacitaciones, los centros culturales, deportivos y recreativos? No se cuida a la juventud con multas y prohibiciones, se la cuida con oportunidades y esperanza.


Hipocresía política: el que ahora acusa, fue el que permitió

Es particularmente insultante que quienes estuvieron al mando del municipio y permitieron este «descontrol» por años ahora se posicionen como salvadores. ¿Acaso los concejales y otros funcionarios no son responsables del estado actual de Perico? Señalar a los jóvenes y a los bailes como el problema es no solo injusto, sino también una muestra de la desconexión entre los políticos y la realidad que vive su comunidad.

Si los bailes dominicales son ahora el enemigo público número uno, habría que preguntar: ¿quién permitió esta situación y quién se benefició políticamente del voto de esos mismos jóvenes?. Resulta una paradoja que los mismos que ahora pretenden castigar sean quienes durante años capitalizaron políticamente la permisividad.


Los verdaderos problemas: dietazos y abandono estructural

El costo de vida en Argentina es insostenible. En Perico, la canasta básica supera el millón de pesos, pero los funcionarios locales no parecen afectados: sus dietas son un insulto a la ciudadanía. Mientras los concejales y el ejecutivo municipal disfrutan de ingresos que rozan los cinco millones de pesos, los jóvenes se enfrentan a una realidad desesperante de precariedad laboral y falta de oportunidades.

¿Qué dice este contraste sobre nuestras prioridades como sociedad? Mientras los políticos se aferran a sus prebendas y privilegios, la juventud queda relegada al olvido, condenada a sobrevivir en un sistema que no les ofrece más que indiferencia y abandono.


El problema no son los bailes, es la falta de visión

No podemos permitir que los bailes dominicales sean el chivo expiatorio de una dirigencia que ha fallado en su responsabilidad de construir una ciudad inclusiva y con oportunidades. La inseguridad, el desempleo y la falta de desarrollo no se solucionan con medidas cosméticas, sino con un plan integral que ataque las raíces del problema.

¿Qué estamos haciendo por nuestra juventud? Prohibir bailes no genera empleo. Multar a los organizadores no educa ni da herramientas a los jóvenes para tener un futuro mejor. Cambiar horarios no soluciona la desconexión entre los políticos y su comunidad.


El juicio final: la juventud debe ser el presente, no el problema

En un contexto donde la política parece más preocupada por salvar las apariencias que por construir soluciones reales, es vital que como sociedad nos preguntemos: ¿qué estamos haciendo para que nuestros jóvenes sean el motor del cambio y no las víctimas de un sistema decadente?

El problema no son los bailes dominicales. El problema es una dirigencia que, en lugar de liderar con empatía y creatividad, elige imponer restricciones y criminalizar a la juventud. La solución no es el silencio de los domingos, sino el ruido de una juventud empoderada y con oportunidades.

La juventud no es el futuro: es el presente. Y si no cuidamos el presente, no habrá futuro para nadie.

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