Mientras el país se desangra en una crisis económica que roza lo insoportable y los parches y salvatajes se acumulan en la frontera de un nuevo default, lo verdaderamente escandaloso no es el deterioro económico, sino la inacción absoluta de la clase política que se autodenomina «antimileísta». Lo que estamos presenciando no es sólo un desbarranco económico, sino una parálisis cognitiva profunda de una dirigencia sin voluntad de poder, sin coraje ni imaginación. El fenómeno Milei, lejos de ser una anomalía pasajera, es hoy una consecuencia lógica de ese vacío: lidera, simplemente, porque no tiene adversarios.
El techo de cristal ya fue: Milei y la previsible victoria libertaria
Según el último informe de AtlasIntel y Bloomberg de mayo de 2025, Milei mantiene la mejor imagen positiva del país con un 50% contra 45% negativa, mientras el resto de los dirigentes tradicionales están hundidos en la ciénaga del descrédito. La LLA, aún sin ganar en octubre, contará con más de un tercio en ambas cámaras del Congreso, asegurando que la oposición institucional no podrá reunir los dos tercios necesarios para bloquear su agenda.
El 65% de los argentinos cree que la situación económica es mala, y sin embargo, crece la aprobación al presidente. Es una contradicción tan brutal como reveladora: el pueblo no le cree a la política tradicional. Está cansado del clientelismo, de los acuerdos de espaldas, de las mismas caras con promesas recicladas. No hay narrativa alternativa. No hay músculo opositor. Hay omilías domingueras desde el púlpito partidario, no hay épica ni esperanza.
Sadir y los barones de papel: la ficción del poder provincial
En Jujuy, el gobernador Carlos Sadir se enfrenta a su propio «techo de cristal»: ganó la elección, pero a costa de perder los principales municipios. Hoy su gobierno no tiene mayorías sólidas ni siquiera entre sus propios socios. La Legislatura tiene fisuras: la izquierda con 5 bancas y la LLA con 7 ya rompen el escudo de dos tercios y desestabilizan el blindaje institucional. Las principales intendencias no controlan sus concejos deliberantes. Es decir, no gobiernan. Y lo que antes se resolvía en la calle San Martín, ahora se negocia en CABA.
Sadir está atrapado: si quiere un presupuesto operativo deberá negociar con Nación. El «neofederalismo libertario» convierte a las provincias en provincias obedientes. El radicalismo jujeño, sin retórica, sin liderazgo visible, sin guion, sólo espera un milagro electoral. Pero los milagros, en política, son para los muertos.
El cadáver exquisito del sistema político
La política tradicional parece no comprender que está en fase terminal. Ni el peronismo ni el radicalismo tienen un discurso contemporáneo, una figura con potencia de masa o un proyecto de país. Se consumen en internas patéticas, melancolía de gestas pasadas y nostalgia de comandantes caídos. ¿Qué ofrecen hoy, en este momento de zozobra social? Nada. Ni un plan. Ni un gesto.
Los líderes sociales, atrapados en la telaraña de la prebenda y el clientelismo, son funcionales al statu quo. No representan al pueblo, representan a su caja. Y la Iglesia, otrora refugio y brújula moral, se ha vuelto un eco burocrático que predica la moderación en un país incendiado.
¿Quién encarna la esperanza?
Hoy el desafío no está en los partidos, ni en los gremios, ni en las instituciones que alguna vez fueron. El único actor con capacidad transformadora es el ciudadano de a pie, el vecino, la mujer trabajadora, el joven precarizado. Son ellos quienes están a la intemperie y siguen con vida. La elite política, en cambio, ya fue devorada por su propia falta de reflejos.
Milei capitaliza esa orfandad emocional. Porque su liderazgo es más emocional que racional: grita lo que otros callan, propone lo que otros temen y, aunque su modelo se deshace en contradicciones, su narrativa es clara. Antiestablishment. Plebiscitaria. Binaria.
El tobogán hacia la nada
Si las elecciones de octubre se transforman en un referéndum Milei vs. el sistema, ya sabemos el resultado. El sistema está podrido y el pueblo lo sabe. La oposición política y moral —cuando más se necesita— está de vacaciones, jubilada del conflicto, muda ante el sufrimiento.
La Argentina no necesita una nueva figura. Necesita una nueva lógica. Una voluntad real de transformar. De dejar de gestionar ruinas y empezar a construir futuro.
Y por ahora, el único que parece dispuesto a hacerlo —con todas sus fallas, peligros y delirios— es Milei.