En el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, La Quiaca no fue la excepción. En una jornada cargada de emoción, recuerdos y compromiso democrático, se rindió homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado, entre ellas a Avelino Bazán, un hijo de esta ciudad que fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar que azotó Argentina entre 1976 y 1983. Su historia, todavía marcada por el silencio de los archivos cerrados y la ausencia de justicia plena, resuena como una advertencia vigente para las nuevas generaciones.
En el acto oficial, que reunió a vecinos, autoridades, docentes, estudiantes y organizaciones de derechos humanos, tomó la palabra una de las voces más conmovedoras del día: la sobrina de Avelino Bazán. Hija de Alberto Bazán, hermano de Avelino, recordó que su tío nació en La Quiaca un 17 de marzo y hoy tendría 95 años. “Durante décadas, mi padre compraba todos los días el diario con la esperanza de encontrar alguna noticia sobre su hermano. Jamás se supo nada. Nunca más volvió. Su desaparición fue una herida que nuestra familia no pudo cerrar”.
Avelino Bazán fue un ciudadano comprometido con su comunidad. Intelectual, promotor de proyectos educativos y de infraestructura como la creación de la Universidad Nacional de Jujuy o el asfaltado de rutas clave en el norte jujeño, su desaparición truncó no solo una vida sino también el progreso de una región entera. “Fue un hombre que luchó por el desarrollo y por la justicia social. Y por eso lo desaparecieron. Porque molestaba. Porque pensaba”, afirmó su sobrina ante los presentes.
Su captura, según relató, ocurrió cuando fue secuestrado por la Policía Federal en San Salvador de Jujuy, bajando de Ciudad de Nieva, donde residía. Desde ese día, nunca más se lo vio. La familia participó activamente en los juicios por delitos de lesa humanidad en Jujuy, escuchando relatos inhumanos sobre torturas, traslados clandestinos, desapariciones sistemáticas. “Nada puede preparar a una familia para escuchar de qué manera operaba la crueldad. Es inimaginable que el ser humano haya llegado a semejantes niveles de maldad”, declaró.
Pero el acto en La Quiaca no fue solo una jornada de duelo. Fue también un grito político, una pedagogía del presente. “Es necesario que las nuevas generaciones comprendan el valor de la democracia, la importancia de la participación, el respeto a los derechos del otro. No debemos permitir que se repitan estas atrocidades, ni con armas ni con discursos que promueven el odio o justifican el autoritarismo”, advirtió la sobrina de Avelino, mirando de frente a los jóvenes presentes.

A 48 años del golpe, el eco del “Nunca Más” sigue siendo una promesa por cumplir. La impunidad de muchos responsables, el negacionismo que resurge desde sectores de poder, y el vaciamiento de políticas de memoria impulsado por el actual gobierno nacional, hacen que este tipo de actos cobren más sentido que nunca.
“La democracia no se regala, se construye, se cuida, se defiende. Y se defiende recordando. Porque sin memoria no hay justicia. Y sin justicia, no hay paz verdadera”, concluyó la sobrina de Avelino Bazán.
Desde el norte profundo, La Quiaca reafirma que la historia no se archiva, que la memoria no se negocia, y que en cada desaparecido hay un compromiso vivo: construir una Argentina donde nunca más la violencia sea el lenguaje del poder.