En Monterrico, una postal distinta comienza a dibujarse cuando cae la noche. La histórica plaza Leach, corazón simbólico de los barrios periféricos como Los Lapachos, hoy brilla con una nueva luz. Literalmente. Gracias a la decisión política y el compromiso territorial del intendente Luciano Moreira, el municipio encaró una esperada obra de iluminación que no sólo transforma el paisaje, sino también el sentido de pertenencia y dignidad de una comunidad muchas veces postergada.
La instalación de luminarias modernas, dispuestas en guirnaldas que serpentean entre los árboles como si fueran estrellas colgadas a mano, no es un hecho aislado. Es un gesto con contenido. Porque en tiempos donde la política muchas veces se reduce a discursos vacíos, Moreira apostó por un lenguaje concreto: el de las obras que igualan. La periferia ya no es sombra, es presencia. Y esa luz, más allá de lo estético, ilumina un mensaje: todos los monterriqueños importan por igual, vivan donde vivan.

La plaza Leach no sólo gana en seguridad y belleza, sino que se convierte en el símbolo de una gestión que no se limita a embellecer el centro mientras olvida los márgenes. Se trata de un acto de justicia urbana, de redistribuir el derecho a disfrutar del espacio público, de apropiarse del barrio con orgullo. Las familias ya pasean con tranquilidad, los niños juegan hasta más tarde, y los vecinos vuelven a mirar con esperanza.
Detrás de cada poste instalado y cada bombilla encendida, hay planificación, hay voluntad política, y sobre todo, hay una lectura clara del presente: si el desarrollo no es para todos, no es desarrollo. En un contexto económico difícil, donde muchos gobiernos se repliegan o ajustan, la gestión de Moreira avanza. Y lo hace con señales visibles, palpables, que contagian entusiasmo y confianza.

Es hora de reconocer que lo que hoy pasa en Los Lapachos no es casualidad, sino consecuencia. Consecuencia de una gestión que entiende que gobernar también es iluminar caminos olvidados. Y en esa línea, los pasos de Moreira no sólo marcan huella, sino que encienden posibilidades.
Porque cuando una ciudad se enciende toda, también se despierta toda.