“Lula toma las riendas del Mercosur: transición verde, derechos sociales y democracia tecnológica frente al desdén de Milei”

“Lula toma las riendas del Mercosur: transición verde, derechos sociales y democracia tecnológica frente al desdén de Milei”

Mientras Milei amenaza con abandonar el bloque regional, Lula asume la presidencia pro tempore del Mercosur con un programa opuesto al del mandatario argentino: justicia climática, desarrollo tecnológico inclusivo y protagonismo ciudadano. El futuro del sur se juega entre la integración solidaria y el aislacionismo ultraliberal.

Lula toma el Mercosur: integración solidaria frente al aislacionismo ultraliberal

Mientras Javier Milei insiste en despotricar contra el Mercosur y amenaza con abandonar el bloque regional que desde 1991 articula las economías de América del Sur, Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia pro tempore con un mensaje claro, estratégico y profundamente humanista. En su discurso, el mandatario brasileño delineó un programa que representa todo lo que el presidente argentino desprecia: justicia climática, transición energética, democratización tecnológica, derechos sociales y participación ciudadana. Más que un simple recambio institucional, la presidencia de Lula marca un giro sustantivo hacia la reconstrucción de un Mercosur con vocación integradora y soberana.

Desde el inicio, Lula fue contundente: “No queremos que las herramientas tecnológicas del futuro queden en manos de unas pocas corporaciones globales”. Esa frase, que parece inocente, encierra una crítica directa al modelo de concentración que las derechas globales —como la que representa Milei— defienden. El presidente brasileño propone, en cambio, avanzar hacia un desarrollo digital con justicia social, donde los saberes, la conectividad y la inteligencia artificial sean utilizados para ampliar derechos, no para precarizar o controlar. Esta visión choca de frente con la que guía al actual gobierno argentino, obsesionado con reducir el Estado a cenizas y entregar sus funciones al mercado.

Pero Lula fue más allá. Propuso cumbres sociales y sindicales para dar voz a los pueblos del bloque, algo impensado para el oficialismo argentino, que considera a los movimientos sociales como “enemigos internos”. A contramano de ese discurso de odio, el presidente brasileño plantea un Mercosur donde las políticas de integración no sólo beneficien a las élites empresariales, sino que lleguen al ciudadano común, a los trabajadores, a las comunidades indígenas, a los jóvenes excluidos del sistema digital. En definitiva, propone volver a dotar de alma a la integración regional.

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Uno de los ejes más fuertes fue el de la transición energética. Lula entiende que no hay futuro económico sin sustentabilidad. Propone avanzar hacia un Mercosur verde, donde las energías limpias sean una palanca para el desarrollo productivo y la inclusión social. Mientras tanto, en la Argentina, el gobierno habilita el avance de extractivismos sin control, reduce el presupuesto ambiental y destruye normativas claves que protegían los recursos naturales. La motosierra de Milei no solo poda derechos sociales; también tala el futuro ecológico.

En este escenario, el contrapunto no puede ser más elocuente. De un lado, un Brasil que se reconfigura como faro de liderazgo regional, consciente del lugar estratégico que puede ocupar en el nuevo mundo multipolar. Del otro, una Argentina que se repliega sobre sí misma, cerrando embajadas, hostigando socios comerciales y vociferando consignas anarcocapitalistas que no resisten el menor análisis técnico ni ético. Milei no entiende —o no quiere entender— que sin Mercosur no hay inserción internacional viable. Que sin integración regional, los países pequeños y medianos quedan a merced de los grandes jugadores globales.

Lula, en cambio, propone una geopolítica desde el sur. Una voz que interpela el dominio financiero, que exige un lugar en la mesa de decisiones globales, pero con una perspectiva de equidad, sustentabilidad y justicia. En este marco, el Mercosur puede ser mucho más que un acuerdo comercial: puede ser una herramienta de protección colectiva frente a la inestabilidad internacional, una plataforma para el desarrollo soberano, una defensa común de los intereses populares.

La pregunta clave es: ¿qué Mercosur queremos? ¿Uno que funcione como escudo de los pueblos, o uno que se diluya frente a las ambiciones de líderes que juegan al “sálvese quien pueda”? El bloque regional enfrenta una encrucijada, y la presidencia de Lula puede ser el comienzo de una nueva etapa, siempre que los pueblos lo empujen con decisión. Frente al desprecio de Milei, es tiempo de reafirmar que la integración no es una carga: es la única estrategia inteligente para construir futuro en un mundo cada vez más incierto.

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