Desde mi mirada como analista internacional, especializada en economía global y desarrollo estratégico, se hace imposible ignorar el contraste brutal entre dos modelos que se dirimen frente a frente en América Latina.
Brasil: el resurgir industrial con Lula
Brasil, bajo el liderazgo de Lula da Silva, rompió recientes récords en producción de petróleo y gas natural. En julio de este año, la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) reportó 5,16 millones de barriles equivalentes por día, un crecimiento del 5,3 % respecto al mes anterior y del 23 % frente a julio del año pasado.
Este logro es la culminación de una política energética resuelta, que apalanca inversión pública y privada, fortalece a Petrobras, y apuesta por la soberanía energética. Lula no reniega del petróleo ni desconoce la dimensión climática: asume una política híbrida, donde los ingresos petroleros financian la transición energética y la justicia social.
Brasil exhibe así un modelo productivo, capaz de crecer en el corto plazo mientras se compromete con los desafíos del cambio climático y la COP30. Es una política pragmática, audaz, ejecutada con realismo y mirada estratégica.
Argentina: el experimento Milei contra la industria y el consumo
En marcado contraste, la administración de Javier Milei ha hundido los indicadores de consumo y actividad económica. Los números hablan claro:
- Las ventas minoristas PYME cayeron un 10,5 % en agosto interanual, acumulando un -16,2 % en los primeros ocho meses del año.
- El consumo en mayoristas descendió un 22 %, mientras que los supermercados minoristas acumulan una baja de 8 %.
Esto ocurre mientras el gobierno insiste con el libre mercado extremo, recortes y desmontes institucionales: eliminó publicidad oficial, redujo ministerios, liberalizó importaciones y eliminó herramientas como la Ley de Góndolas, la Ley de Compre Nacional y la promoción industrial. (Wikipedia)
Dos modelos, dos geografías: soberanía versus inducción neoliberal
Brasil apuesta por su industria, por su energía, por una economía con base real. Argentina apuesta por la teoría: “menos Estado, más libertad”, y acaba produciendo recesión, desempleo y hambre. El modelo de Lula es sostenible, con inversión estratégica, liderazgo nacional y resultados visibles; el de Milei es un modelo de emergencia eterna, donde la promesa de mercado se queda sin mercado real.
¿Es viable una democracia sin consumo?
Una interrogante fundamental: la democracia depende del consumo, no solo como motor económico, sino como sustento simbólico del pacto social. Cuando se desmorona el ingreso del pueblo —como está ocurriendo en Argentina bajo Milei—, se resquebraja la legitimidad política. El gobierno apuesta a la desregulación mientras se apagan horneadas, se cierran comercios y se frena el trabajo. Esa ecuación no es sostenible; más temprano que tarde, la ciudadanía exige no solo libertad, sino también pan y dignidad.
Brasil muestra el camino: Argentina perdió el rumbo
Brasil no renuncia al petróleo; Argentina renuncia a su industria. Brasil no divide entre economía y ecología; Argentina ha dividido su producción del bienestar del pueblo.
Lula revitaliza el Estado como palanca de desarrollo. Milei debilitó el Estado sin fortalecer el individuo. El primer camino produce réditos; el segundo, derrota social.
Es hora de reflexionar con mirada estratégica: si Argentina quiere resurgir, debe abrazar un modelo productivo y soberano, como el que Guzmán, Lula y Petro han implementado con éxito. Porque sin industria, sin consumo y sin visión estratégica, ningún país resiste. La hora de decidir es hoy.