Macri: «Acá somos un equipo, no puede ser que unos corran más que otros»

 Macri: «Acá somos un equipo, no puede ser que unos corran más que otros»

NUEVA YORK.- Podrá cambiar el escenario, el rol que ocupa y hasta su estado de ánimo, pero la metáfora futbolera siempre está ahí, en su forma de pensar la política. «Acá somos un equipo, no puede ser que unos corran más que otros», comentaba el presidente Mauricio Macri en sus reuniones del noveno piso del Hotel Park, frente al Central Park de Manhattan.

Un renovado escalofrío corre, desde hace unos días, por las espaldas de los ministros, que saben -y no sólo por la trascendencia de esta frase- que el jefe está más decidido que nunca a acelerar «la ola de reformas». Y que nadie, pero nadie, está definitivamente a salvo de que el jefe, entonado y enchufado como casi nunca, pueda pensar que uno de sus colaboradores «no imprime la velocidad que hace falta o cumplió un ciclo» en su sillón. Y si no, que lo diga Luis Juez, que resistió como pudo los embates del gobierno ecuatoriano, furioso por sus exabruptos verbales, hasta que el Presidente, cuentan en Cancillería, le bajó el pulgar para «reubicarlo» fuera de la embajada en ese país.

Las intensas 63 horas que pasó en el centro financiero mundial, las primeras fuera del país después de ganar las elecciones de medio término, le sirvieron al Presidente para corroborar que los inversores están ahí, con los «ojos puestos» en la Argentina. Con ellos, y mientras no descuidaba la política doméstica, Macri combinó el viejo truco del palo y la zanahoria: los invitó con cordialidad y énfasis a invertir, pero a la vez les avisó que muchos otros «jugadores» están poniendo sus fichas en el país, y que -como en muchos otros casos- el que pega primero, pega dos veces.

Con los ejecutivos y hombres de empresa tuvo que contestar preguntas difíciles, aunque nadie-para su sorpresa- le preguntó, como durante los primeros dos años de gestión, si Cristina Kirchner tiene posibilidades de gobernar la Argentina. «Lo que más me decían era: «Congratulations for the elections»«, contó a sus íntimos, mezclando todavía el castellano con el inglés aprendido de chico en el Cardenal Newman y que tuvo que utilizar varias horas por día.

Foto: LA NACION

No le preocupó, por cierto, por un hecho llamativo: en su viaje no tuvo contacto con funcionarios del gobierno norteamericano. «El tipo se preocupa, nos ayuda mucho en el combate contra los narcos, que es una de las principales batallas de mi gobierno», defiende a su viejo conocido «Donald», como llama al presidente Trump.

En las horas que pasó a su regreso, Macri no escondió de todos modos su molestia por las trabas a la exportación de biodiésel, que se confirmaron -no por casualidad, por cierto- cuando él ya había dejado suelo norteamericano. Confía en Horacio Reyser, secretario de Relaciones Económicas de la Cancillería, para quien los altos impuestos a la exportación fueron «generados» por un empresario argentino, Juan Luciano, CEO de la alimentaria norteamericana ADM, despechado por no haber podido ingresar en el negocio.

Decidió protestar ante la OMC «porque nos vamos a defender igual que lo que hicimos con otros países», dice, convencido. Con el presidente francés, Emmanuel Macron -que traba el acuerdo Mercosur-Unión Europea-, tiene «buena onda» personal, pero le pasa algo parecido: sus peros a un rápido acuerdo Mercosur-UE lo obligan a ponerse en guardia a la hora de negociar.

El Presidente se fue gratamente sorprendido por la actitud de «ayuda» de los gobernadores que lo acompañaron en la gira. No tanto en relación con su amigo, el cordobés Juan Schiaretti , pero sí con el socialista de Santa Fe, Miguel Lifschitz , que después de varios chispazos se mostró alineado con los objetivos del Gobierno en materia de inversiones. «En estos viajes hay que mostrar lo que nos une», comentó, lacónico, el gobernador a sus íntimos para «explicar» su acercamiento a las posiciones de la Casa Rosada.

No es, de todos modos, un camino lineal ni veloz, reconoce el primer mandatario. «Son cincuenta años de mentiras, y cuando pedís una inversión te dicen: ustedes me fallaron esa vez, o la otra vez, es lógico que tengan desconfianza, y eso es lo que estamos reconstruyendo», piensa el Presidente cuando evalúa su trato con los empresarios top de la primera potencia mundial.

De todos los ejecutivos que visitó, Macri destaca al multimillonario Jack Rosen, que se «enamoró» de Macri en un encuentro de alcaldes en Tel Aviv, en junio, y desde entonces lo ha apoyado, dentro y fuera de los Estados Unidos. Además de presentarle a Hillary Clinton -una apuesta que resultó fallida por la derrota de los demócratas ante Trump-, Rosen facilitó el vínculo con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, otro de los que apostaron por él cuando sus chances ante el kirchnerista Daniel Scioli eran escasas, un dato que el Presidente tampoco olvida.

De la exclusiva cena del martes con Rosen le quedó una sola situación incómoda: «Fue cuando Robert De Niro me preguntó quién era más conservador de sus amigos actores: si Luis Brandoni o Lito Cruz. No supe qué contestarle», bromeó el Presidente, que ubica a Cruz en el kirchnerismo militante y quedó embelesado con la estrella del cine norteamericano.

Un Macri enchufado, dispuesto a acelerar dentro y fuera del país, ese es el Presidente que visitó Nueva York aún con los ecos del triunfo electoral de Cambiemos. Confiado en sí mismo y en su proyecto hasta el punto de pensar que «mis chistes son muy buenos, aunque algunos no lo crean», como les repitió a sus íntimos en las últimas horas.

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