Mentira presidencial: la criptoestafa que explota en la cara de Milei

Mentira presidencial: la criptoestafa que explota en la cara de Milei

La palabra del Presidente de la Nación debe ser, por definición, una garantía de verdad. Pero Javier Milei ha cruzado la línea. Ya no se trata de una controversia ideológica, un exabrupto verbal o una postura extrema: lo que ha quedado expuesto —y documentado— es una mentira presidencial con consecuencias judiciales, éticas y políticas. Y no es cualquier mentira: es una falsedad enmarcada en un escándalo financiero internacional.

El periodista Hugo Alconada Mon, uno de los investigadores más respetados del país, lo dijo sin titubeos: “Milei mintió. Y lo puedo afirmar de forma asertiva.” El eje de la denuncia es el caso Libra, una criptomoneda impulsada por un grupo de oportunistas financieros con antecedentes dudosos, entre ellos Mauricio Novelli, Manuel Terrones Godoy y Heiden Davis, quienes accedieron varias veces al Presidente y lograron que él mismo promocionara públicamente el proyecto.

Lo explosivo es que Milei no solo tuiteó promocionando Libra, sino que intentó justificarlo asegurando que simplemente había copiado un contrato de internet. La mentira es irrefutable: ese contrato no estaba en ningún sitio web, como demostró Alconada Mon. La única explicación posible es que alguien cercano se lo entregó directamente. No fue un retuit ingenuo: fue una acción directa y activa de promoción de un proyecto financiero privado por parte del Presidente de la Nación.

Y no fue la primera vez: Milei ya había cobrado por apoyar públicamente un proyecto similar impulsado por Novelli, llamado “Vulcano”, como él mismo reconoció. Esto configura una relación reiterada, sospechosa y posiblemente delictiva, donde la máxima autoridad del país no solo es imprudente, sino que pone el aparato del Estado al servicio de emprendimientos turbios, promoviendo activos digitales sin regulación ni transparencia.

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Peor aún es el doble estándar del Presidente. Mientras insulta, denuncia y judicializa a periodistas y opositores que lo critican —a quienes llama “ratas”, “ensobrados” o “mandriles”—, jamás emitió una sola crítica contra los protagonistas del escándalo Libra, ni a Novelli, ni a Davis, ni a Godoy. Incluso tras el estallido del caso, el canal de comunicación entre ellos seguía abierto, según reveló Alconada. ¿Por qué ese silencio? ¿Qué compromisos hay detrás?

Esta no es una sospecha más: es un episodio que pone en jaque la integridad institucional de la presidencia argentina. Porque aquí no hay interpretación posible. Milei dijo que copió un contrato público. Se demostró que era falso. Difundió una moneda fallida. Apoyó a los mismos operadores en dos oportunidades. Y cuando estalló el escándalo, mintió otra vez.

Mientras tanto, la justicia argentina se mueve con una lentitud sospechosa, y los responsables tuvieron tiempo de vaciar cajas de seguridad y mover cientos de miles de dólares. La diputada Sabrina Selva advirtió vínculos patrimoniales inverosímiles. Pero la maquinaria de impunidad volvió a funcionar: sin inhibiciones, sin allanamientos urgentes, sin el tratamiento que recibiría cualquier ciudadano común.

En un país donde la desconfianza institucional es estructural, la mentira presidencial no puede ser normalizada. No estamos ante un error, ni ante una estrategia de marketing fallida. Estamos ante un acto consciente de manipulación pública, cometido desde el vértice del poder político.

Si Milei no explica ni asume su responsabilidad, no quedará más que concluir que no solo está comprometido en una estafa discursiva, sino también en una estafa política de proporciones históricas.

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