México tiembla ante la llegada de Trump al poder

 México tiembla ante la llegada de Trump al poder
El relato es demoledor. Un chico mexicano del interior del pobre estado de San Luis Potosí, cuenta como fue pasando todos los exámenes para ingresar en la planta que Ford iba a construir en su estado. “Todos me decían que no iba a lograrlo, pero resulté elegido y me mandaron a Alemania a capacitarme”, explica con los ojos húmedos.
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El junto a otros 50 chicos del lugar fueron los primeros desempleados de una planta que iba a crear más de 1.500 puestos de trabajo y que murió al nacer, a fuerza de los tuits de Donald Trump. El hallazgo periodístico del canal Milenio del DF, golpea en la noche del miércoles, a cuarenta y ocho horas que el republicano se convierta en el presidente número cuarenta y cinco de los Estados Unidos.

Siempre son las historias mínimas las que acercan la política a la gente. En México, la llegada de Trump se vive como esas alertas de huracán que van detallando las ciudades que destroza, a medida que se acerca. Inexorable.

Los mexicanos son abnegados. No hay furia sino una triste resignación ante una fuerza que se presume inevitable. No debe ser sencillo vivir junto al gigante.

Este miércoles se supo que finalmente General Motors (GM) abandonó su resistencia inicial y anunció que ahora concentrará sus inversiones en Estados Unidos, relegando a México. Sigue el camino de Ford y Fiat. Trump a logrado antes de asumir golpear aún más el ánimo de un pueblo que ya viene golpeado por la crisis narco, la corrupción rampante de su clase política, el gasolinazo y la pobre performance económica.

Pero los mexicanos son abnegados. No hay furia sino resignación ante una fuerza que se presume inevitable. No debe ser sencillo vivir junto al gigante. Lejos de su frontera el anti imperialismo es más confortable.

Los grandes hoteles del DF de Polanco y la avenida Reforma están colmados de hombres de negocios norteamericanos. La sensación de falta de sincro es notable. Siguen allí, planificando fusiones y adquisiciones, como parte de una cultura de integración que está a horas de volar por el aire.

Trump en México, en su viaje relámpago para encontrarse con Peña Nieto durante la pasada campaña.

Trump es un tema tan denso que se lo elude todo lo posible. “Tromp”, pronuncian aquí con un inglés fluido. Traerlo a la conversación es generar tensión y desagrado.

El muro es la parte delirante del nuevo presidente, causa risa. Lo que lastima es el giro proteccionista. Y se entiende. México inició en los noventa un consistente alejamiento de su esencia estatista –herencia de un todopoderoso PRI- a partir de la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá –TLCAN-, que Carlos Salinas de Gortari militó con habilidad.

Fue el coronamiento de un giro al neoliberalismo iniciado por el presidente Miguel de la Madrid, que encontró en ese inmenso mercado una nueva épica, al que Peña Nieto le dio una nueva vuelta de tuerca con sus reformas estructurales y la apertura de la sagrada Pemex al capital privado.

México es después de Chile el país del mundo que más tratados de libre comercio firmó. Aquí el credo neoliberal se impuso hasta el fondo. El modelo se basa sobre la combinación de libre comercio y salarios bajos y «cierra» con masivas inversiones extranjeras. Ningún sector como el automotriz expresa esa utopía. México ya es el cuarto exportador de autos del mundo, una plataforma que aprovecharon no sólo las firmas de su vecino. Asiáticas y europeas se sumaron en los últimos años a una fiebre de inversiones que harían palidecer los más locos sueños de Macri. Noticias de inversiones en plantas de miles de millones de dólares se amontonaban en los diarios. El lado oscuro de ese boom son casi 50 millones de pobres.

México es después de Chile el país que más tratados de libre comercio firmó. Aquí el credo neoliberal se impuso hasta el fondo y nada expresa esa utopía como el sector automotriz, elegido por Trump para marcar su huella.

Regiones enteras como El Bajío, empezaron a surgir como cluster industriales, atrayendo otras industrias de punta como la aeroespacial.

Lo que está en crisis es mucho más grave que lidiar con un presidente extravagante, lo que entró en crisis en México con el proteccionismo de Trump, es un modelo de país, que lleva décadas de elaboración.

Y el golpe fue tan inesperado que encontró a la mayoría de la clase política con la guardia baja. Oscilando entre la desesperación por “hacerse amigo” de Trump –Peña Nieto acaba de regresar al gabinete como canciller a Luis Videgaray, básicamente porque tiene una vieja relación con Kushner, el influyente yerno del magnate-, a invocaciones a una difusa “unidad nacional” como propuso el izquierdista López Obrador, o la convocatoria a una gigantesca marcha a la frontera rechazar el muro como lanzó el ensayista Aguilar Camín. Lo que predomina es la confusión.

“En estos próximos 45 días México está en las manos de Videgaray”, afirmó a este cronista un influyente senador mexicano. “Tenemos que cerrar rápido la renegociación del Tratado para definir las nuevas reglas de juego. Asumir lo que se pierda y trazar una nueva estrategia. Lo peor que nos puede pasar es que se extienda ese proceso, porque lo que más nos daña es la incertidumbre, que aleja las inversiones”, explicó.

El senador es comprensivo con la prudencia del Gobierno. “¿Cómo vamos a contestar un tuit? Todavía no sabemos que hará Trump, si pondrá su famosa tasa de frontera o que. Tenemos que esperar que mueva, antes de articular una respuesta”, agrega.

Andrés Manuel López Obrador, el candidato de izquierda que hoy lidera las encuestas.

“Mi temor es que Trump nos use como conejillo de indias, para enviar un mensaje a los poderosos del mundo, como China y Europa”, se lamenta una conductora de televisión. La idea tiene su consistencia y se refleja en las tapas de diarios y revistas que alarman sobre la inminencia de una “guerra” o pintan a México como una mujer abusada.

El momento, uno de los más delicados de la historia reciente, encuentra a México mal parado. El año que viene habrá elecciones presidenciales y el PRI se ve fuera del poder. El Presidente es uno de los más impopulares de la historia, con una probación que ronda el 20 por ciento, un porcentaje desconocido para un país que llevó el presidencialismo a extremos que harían empalidecer a un monarca europeo.

La crisis alimenta así las chances de López Obrador a quien durante años se demonizó, pintándolo como un Chávez mexicano. Ahora, con todo el sistema en crisis, esa condición de candidato antisistema parece fortalecerlo. “¿Qué mejor que un populista para lidiar con otro populista?”, es el subtexto que prevalece en su remontada.

Cuando el mundo se vuelve impredecible, cuando las viejas convicciones se derriten y el orden se desmorona, las sociedades suelen buscar hombres fuertes que prometen lo que –en el fondo- se sabe imposible. Mejor la tranquilidad de una certeza falsa, que lidiar con la incertidumbre.

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