El Presidente Javier Milei convocó en la Casa Rosada a 20 gobernadores —los “dialoguistas”, como ahora se los llama en la jerga oficial— para avanzar en un paquete de reformas estructurales: tributaria, laboral, previsional, incluso penal. Fue su primera foto política grande después de su triunfo legislativo reciente, y la ofreció como carta de presentación ante dos audiencias clave: el Tesoro de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional. El mensaje fue claro: “Tengo gobernabilidad territorial para la segunda ola de ajuste”.
Pero esa postal tuvo un dato que nadie debería minimizar: hubo cuatro gobernadores que no fueron invitados. No faltaron: fueron dejados fuera. Axel Kicillof (Buenos Aires), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego) quedaron explícitamente excluidos de la mesa. Hablamos de la provincia más poblada del país, de un histórico del norte profundo, de una provincia fuertemente dependiente de la obra pública nacional, y de la puerta austral estratégica del Atlántico Sur.
Eso tiene consecuencias. Internas y externas.
1. La foto que Milei le vende a Washington
Para afuera, Milei muestra musculatura política después de las legislativas. Vuelve al libreto que el mercado y el FMI quieren oír: reforma laboral para “flexibilizar el empleo”, reforma tributaria para “ordenar el gasto”, reforma previsional para “hacer sostenible el sistema”, endurecimiento penal como señal de disciplina social. Y lo enmarca como un consenso federal con los gobernadores. Lo vende como un nuevo Pacto de Mayo versión 2.0.
Traducción en lenguaje financiero: “Yo puedo alinear provincias detrás del ajuste estructural. No estoy aislado. No soy un presidente tuitero, soy un presidente con base territorial”.
Esta es la narrativa que Milei necesita frente al FMI y el Tesoro de EE.UU. después de un año de motosierra fiscal, recorte brutal de obra pública y confrontación abierta con la clase política. Necesita demostrar que ahora sí puede transformar shock económico en ley parlamentaria, y que las provincias —es decir, los que controlan la calle, la caja local, la obra y la paz social— no van a incendiar el país cuando empiece la segunda tanda de reformas.
Esa es la razón de la cumbre.
2. Pero la misma foto interna es una marca de fractura
La señal interna es otra, y es peligrosa: el Presidente institucionaliza un país con gobernadores de primera y gobernadores de descarte.
Los presentes fueron 20 mandatarios (y vices) a los que el Ejecutivo nacional califica como “dialoguistas”: Catamarca, Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Chubut, Corrientes, CABA, etc. Incluso provincias que hasta hace meses discutían con la Casa Rosada hoy se sientan para negociar Presupuesto 2026, reforma fiscal, reforma laboral, reforma previsional.
Los ausentes —Buenos Aires, Formosa, La Rioja, Tierra del Fuego— fueron convertidos en enemigos sistémicos. No es que no pudieron ir: el gobierno decidió que no formen parte de la conversación sobre el rediseño normativo del país.
Eso es una novedad institucional grave. Hasta ahora, el conflicto Nación-provincias se daba por plata: retención de fondos, obra pública paralizada, coparticipación tironeada. Ahora se da por legitimidad política. Milei no sólo condiciona presupuesto; define quién está habilitado a opinar de la arquitectura legal de la Argentina que viene.
Esto, en términos sencillos, es el germen de una balcanización política: núcleos territoriales que negocian acceso a Nación a cambio de alinearse con el proyecto presidencial, y núcleos expulsados que quedan marcados como “el problema” y, por lo tanto, sin voz en la mesa que cocina las reglas laborales, impositivas y penales que van a regir para todo el país, incluidos ellos.
3. Silencio corporativo: nadie defendió a los que dejaron afuera
Acá hay un dato que habla del riesgo de modelo.
Ninguno de los 20 gobernadores presentes —ni peronistas moderados del norte productivo, ni radicales, ni macristas, ni “federales razonables”, ni los que hace tres meses se mostraban como tercera vía— hizo un planteo público de solidaridad institucional con los mandatarios excluidos. No hubo un “esto es federalismo, venimos todos o no viene nadie”.
Nadie se levantó.
Eso significa lo siguiente: Milei logró instalar una lógica transaccional uno a uno con cada gobernador. “Vos venís, vos hablás conmigo, vos accedés a caja/obra/regla. El resto es ruido”. Y los gobernadores aceptaron esa mecánica, incluso si eso implica legitimar la exclusión de Buenos Aires, que es casi el 40% del PBI y la mayor base electoral del país, y de territorios fronterizos y estratégicos como el norte y el extremo sur.
Cuando los gobernadores dejan de actuar como bloque federal y empiezan a actuar como mini cancilleres de su propia provincia frente a la Casa Rosada, la Argentina deja de comportarse como un país negociando política pública común y empieza a comportarse como una mesa de 20 feudos alineados al Ejecutivo central contra 4 feudos disidentes.
Eso es exactamente el tipo de mapa político fragmentado que hace ruido interno —porque rompe la idea de Nación integrada— pero que luce muy útil como señal externa: Milei puede decir “yo tengo mayoría territorial, los que se oponen son minoría ideológica kirchnerista/estatista”.
4. ¿Sirve esta reunión para el país real?
Depende de qué métrica uses.
Si usás la métrica Washington: sí, sirve. Milei se para frente a Estados Unidos y al FMI diciendo “el ajuste viene con respaldo político provincial, y ahora vamos por reforma laboral, impositiva y penal para consolidar el orden macro”. Es el tipo de coreografía que los organismos internacionales quieren ver después de una victoria electoral: continuidad, gobernabilidad, obediencia fiscal.
Si usás la métrica Argentina federal: es peligrosísima.
Porque inaugura un precedente: el Presidente puede rediseñar reglas estructurales (derechos laborales, presión tributaria, régimen penal) con un “club de provincias amigas”, dejando afuera provincias opositoras. Eso erosiona el principio básico de que las normas marco del país se discuten a 24 sillas, no a 20.
En gestión pública esto es inestable. Hoy son 4 excluidos. Mañana, cuando alguno de los “dialoguistas” no vote lo que piden en el Congreso, pasa a ser paria y baja a la lista negra. Así se gobierna por castigo selectivo, no por consenso federal.
5. Milei vs. Kicillof: la polarización que Milei necesita
Axel Kicillof fue el excluido más visible. Gobernador de Buenos Aires, territorio clave en recaudación, industria, volumen electoral y conflictividad social. Lo dejaron afuera “porque piensa distinto”, según trascendió en las coberturas políticas del día.
Ese gesto no es casual. Milei necesita un antagonista interno para sostener su narrativa “yo soy el orden, del otro lado está el estatismo corporativo que frena el cambio”. Cristina Fernández de Kirchner hoy está debilitada, y el peronismo nacional está fracturado. Kicillof aparece como polo opositor más orgánico. Milei lo convierte en “el enemigo interno” y arma una segunda vuelta permanente: Milei vs. Kicillof.
Esto le rinde doble:
- Le sirve adentro, porque encapsula al peronismo en la provincia de Buenos Aires y lo pinta como fuerza aislada.
- Le sirve afuera, porque ante el FMI y el Tesoro puede vender que la resistencia viene sólo de un núcleo “populista bonaerense”, no de “los gobernadores responsables que ya entendieron la nueva Argentina”.
Dicho de otro modo: Milei está nacionalizando su pelea con Kicillof y provincializando al resto.
6. ¿Argentina empieza a balcanizarse?
La palabra es dura, pero el vector está trazado.
Balcanización política no es separar el territorio en países distintos. Es algo más sutil: es gobernar la Argentina como si fueran dos o más bloques soberanos de hecho.
Bloque A: provincias que negocian caja, flexibilización laboral, reforma tributaria y ajuste previsional a cambio de acceso al Presidente y a los beneficios de la “nueva etapa de normalidad macro”.
Bloque B: provincias marcadas como “resistencia ideológica”, a las que se les niega el asiento en la mesa grande y se las muestra ante el mundo como lastre.
Eso ya se vio en la reunión: Milei escenificó una Argentina con él como CEO político, rodeado de 20 gobernadores que asienten, y comunicó que con eso alcanza para empujar el paquete de reformas de segunda generación en el Congreso. Los otros cuatro directamente no existen.
Esta es la fractura: la gobernabilidad pasa a ser selectiva, contractual, condicional. Y cuando la gobernabilidad se vuelve condicional, el federalismo deja de ser un paraguas común y pasa a ser un menú de acceso. Eso, para adentro, es dinamita institucional a mediano plazo.
7. La pregunta que queda
¿Fue una reunión de gobernabilidad o fue una operación de imagen internacional?
Respuesta honesta: fue ambas cosas.
Pero la prioridad fue la foto hacia afuera, no la construcción hacia adentro.
Y esa asimetría es el dato inquietante. Porque si Milei gobierna mirando a Washington y usando a 20 gobernadores como escudo de legitimidad fiscal, mientras deja afuera a 4 y los convierte en “enemigos sistémicos”, el costo lo vamos a pagar acá, no en el Fondo.
La Argentina no se rompe en un día. Se rompe cuando normalizamos que cuatro provincias —incluida Buenos Aires— son tratadas como jurisdicciones políticamente ilegítimas.


 
       
  Bitcoin
Bitcoin  Ethereum
Ethereum  Tether
Tether  BNB
BNB  XRP
XRP  USDC
USDC  Lido Staked Ether
Lido Staked Ether  Dogecoin
Dogecoin  TRON
TRON  Cardano
Cardano