“Milei es Zelensky, pero Argentina no es Ucrania”

“Milei es Zelensky, pero Argentina no es Ucrania”

Bienvenidos a un análisis sin atajos. En estos días, mientras Javier Milei estrecha lazos con Donald Trump y otros actores internacionales, presenciamos una escena política que exige un poco de perspectiva. El presidente libertario aspira a ser un protagonista global, a situar al país en nuevas alianaciones, a exhibir medidas radicales que lo emparenten con líderes como Volodimir Zelensky. Pero Argentina no es Ucrania. Y lo que se juega aquí es mucho más que la foto de un presidente con otras figuras poderosas.

El contexto internacional y la apuesta de Milei

Milei viajará a Nueva York para mantener una reunión bilateral con Donald Trump, en el marco de profundizar relaciones estratégicas externas mientras enfrenta enormes debilidades internas. Esta búsqueda de apoyo financiero, comercial o diplomático no es nueva. Ya se ha visto en gestiones ante el FMI, con el reclamo de inversiones y acuerdos comerciales favorables.

Por otro lado, su alineamiento con líderes como Zelensky, y los gestos de cooperación internacional, tienen también un fuerte componente simbólico: mostrar que Argentina puede “jugar en grande”, que está del lado (o quiere estarlo) de quienes se presentan como defensores de la libertad frente a amenazas externas. Pero ese gesto tiene un riesgo enorme si las bases del país —la economía real, la soberanía, las instituciones— no se fortalecen al mismo ritmo.

¿En qué se está deslizando Milei?

  1. Dependencia financiera externa
    Milei parece apostar fuerte a que Trump, el FMI, los mercados y los inversores externos rescaten las grietas de su modelo. Esa apuesta puede convertirse en una cárcel de dependencias: compromisos, condicionalidades, pérdida de autonomía económica. Argentina ya experimentó décadas donde la “ayuda” vino con sacrificios enormes para el pueblo.
  2. Desregulación extrema y ajuste como receta
    Recesión, inflación, caída del poder adquisitivo, pobreza creciente: todos son síntomas de un modelo que privilegia la austeridad radical. Milei habla de “motosierra” al Estado, de eliminar organismos, reducir impuestos severamente, flexibilizar absolutamente. Pero detrás de eso, millones de argentinos sienten que sus derechos básicos —salud, educación, jubilaciones— quedan a merced de las reglas del mercado. (ElHuffPost)
  3. Retroceso institucional y desgaste político
    Las derrotas electorales recientes, como la de Buenos Aires y la resistencia de los gobernadores al recorte de fondos, muestran que Milei no tiene suficiente sostén interno. (El País) Esa fractura política debilita los proyectos ambiciosos en los que confía: tratados con EE.UU., acuerdos arancelarios, reformas estructurales que requieren consenso.
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“Milei es Zelensky”: ¿una comparación adecuada?

Sí, en tanto ambos representan figuras disruptivas, discursos de emergencia, llamados a la libertad, nodos externos de apoyo y enfrentamientos con un “orden establecido”. Pero la comparación se desvanece cuando miramos:

  • Zelensky defiende a su país de una invasión extranjera, con unidad nacional como escudo;
  • Milei propone cambios internos, sí, pero sin guerra, sin invasión. La amenaza más concreta viene de la fragilidad económica, la pérdida de salarios, la deuda social.
  • Ucrania ha sido escenario de solidaridad internacional por motivos geopolíticos muy específicos; Argentina depende de esa solidaridad, pero no enfrenta un enemigo externo que invade. Lo que está en riesgo aquí es la soberanía económica, la autonomía política, no la integridad territorial.

El fracaso rotundo del “león libertario”

El modelo de Milei, hasta ahora, aparece con fisuras que no pueden ignorarse:

  • El ajuste fiscal impone costos sociales graves y se ha reflejado en encuestas, resultados electorales y votos de desconfianza.
  • La inflación sigue siendo un monstruo difícil de domar, pese a recortes y promesas de “superávit”.
  • La pobreza y la marginación crecen, en tanto que los sectores populares sienten que “nadie los escucha” frente a los intereses de inversiones, mercados internacionales o propuestas liberales abstractas.
  • Cada vez más provincias y gobernadores se levantan contra su centralismo económico, contra retenciones arbitrarias de fondos y contra políticas que los dejan sin margen de maniobra.

Argentina oscila de nuevo hacia el peronismo

Cuando un líder prescribe modelos que desconectan de las realidades más crudas —desigualdad, precariedad, desempleo—, el retorno al peronismo, con su historia de defensa del trabajo, de la industria nacional, de la intervención del Estado cuando el mercado falla, se convierte en refugio político y emocional.

Los resultados electorales lo sugieren: en Buenos Aires, en varias provincias, el peronismo vuelve fuerte, articulando críticas coherentes al modelo de ajuste, pero también propuestas concretas. La ciudadanía no le pide utopías, pide dignidad cotidiana: salario que alcance, salud que funcione, escuelas que no se queden sin maestros, y un Estado que no sea un agente externo sino una herramienta al servicio del bien común.

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“Milei es Zelensky, pero Argentina no es Ucrania”. Esa frase resume un desbordamiento de expectativas frente a una realidad que golpea la mesa con crudeza: nadie quiere vivir de espejismos. Si Milei va a jugar fuerte con Trump, con el FMI, si va a apostar a financiamiento externo, que sepa que ese camino tiene espalda corta cuando la gente empieza a pasar hambre, cuando los precios suben, cuando los salarios se pulverizan.

Argentina no puede enajenar su soberanía por un cheque, por una alianza momentánea. Argentina necesita un proyecto con raíces propias, compromiso social, equilibrio institucional. Porque al final, la libertad verdadera —esa que pregona Milei— no se consigue a costa del empobrecimiento, del aislamiento de la mayoría, o de la ilusión de que un solo líder podrá salvarnos. El país merece más: merece futuro con justicia, con memoria y con voz propia.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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