Milei, la pauta y la trampa: cómo se sigue financiando el relato con empresas estatales

Milei, la pauta y la trampa: cómo se sigue financiando el relato con empresas estatales

Javier Milei llegó a la presidencia con una promesa que capturó la bronca colectiva: terminar con la casta y cortar los privilegios del poder. Uno de sus primeros gestos simbólicos fue el decreto que congelaba la pauta oficial por un año, bajo el argumento de que no se puede seguir financiando medios con el dinero de los contribuyentes. Pero como suele ocurrir en la política argentina, el relato va por un lado… y los hechos por otro.

A la sombra del discurso libertario, el gobierno sigue lubricando la maquinaria de la opinión pública con fondos públicos, no desde la Jefatura de Gabinete ni con partidas presupuestarias directas, sino a través de las empresas estatales como YPF y Aerolíneas Argentinas. Es decir, pagando pauta con dinero de todos, pero sin control alguno.

Pauta camuflada: el nuevo mecanismo de siempre

Según reveló La Política Online, YPF viene incrementando su gasto en publicidad de forma descontrolada, especialmente en medios afines al oficialismo, muchos de ellos abiertamente militantes del nuevo régimen libertario. Mientras los balances de la empresa energética muestran números en rojo, la caja publicitaria explota para sostener el blindaje mediático de Santiago Caputo, estratega de comunicación de Milei y figura clave del círculo áulico presidencial.

Lo mismo ocurre con Aerolíneas Argentinas, una empresa a la que el propio Milei acusó de ser ineficiente, deficitaria y símbolo de la decadencia estatal. Sin embargo, sigue emitiendo pauta institucional y comercial como si viviera un boom aeronáutico, cuando en realidad sobrevive gracias a fondos que aún salen del Estado. El mensaje es claro: no hay plata para jubilados, salud o educación, pero sí para sostener medios amigos.

¿La casta no era esto?

El decreto que congeló la pauta fue celebrado como un acto de purificación institucional. Sin embargo, hoy sabemos que fue apenas una maniobra estética. No hay más transparencia, ni austeridad, ni equidad. Lo que hay es una redistribución opaca del dinero, donde se premia la fidelidad editorial y se castiga la crítica.

En vez de cortar con los vicios del kirchnerismo o el macrismo, el mileísmo encontró una vía alternativa para controlar el flujo de opinión: usar a YPF como caja publicitaria y cooptar la independencia de los medios con el presupuesto de todos. ¿Cuál es la diferencia entre este modelo y el anterior? Solo el relato.

Una democracia a crédito y a medida

Mientras la economía real se hunde, la clase media desaparece y los sectores populares viven el ajuste con crudeza, el gobierno invierte en construir una narrativa a medida, camuflada de épica libertaria. Pero no con ideas, no con reformas de fondo, sino comprando silencio y propaganda con fondos de empresas que deberían generar valor, no discursos.

YPF tiene un rol estratégico en el país. Aerolíneas también. Pero bajo esta lógica, ambas terminan funcionando como agencias de prensa encubiertas del oficialismo, comprometiendo su sostenibilidad y desviando su objeto social para sostener un artificio de popularidad.

No hay libertad sin transparencia

La gran paradoja de este modelo es que el gobierno que prometió liberar al país de las cadenas del Estado termina usando las cadenas que ya existían. El control de la opinión pública mediante el dinero sigue vigente, solo cambió el camuflaje. La pauta no desapareció: se escondió mejor.

Lo que demuestra esta práctica es que la casta no solo sigue viva. Se reconfiguró. Y ahora, además, predica el evangelio de la libertad mientras usa los recursos públicos como si fueran privados.

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